Pagina 12

Una figura y un legado claves del arte argentino

Muestra de Alberto Greco (1931-1965) en el Mamba

- Por Viviana Usubiaga * PLASTICA Legado de Greco.

La exposición destaca el carácter anticipato­rio, rupturista e innovador de una obra que influyó en el arte contemporá­neo de nuestro país.

@

Una de las imágenes más célebres de los vivo-ditos desplegado­s por Alberto Greco en España es la que muestra una anciana vestida de negro que sostiene un cartel con su rúbrica: “Obra de arte señalada por Alberto Greco”, fechada en 1963. A diferencia de otros personajes señalados, esta mujer se ubica por delante de una serie de sábanas blancas tendidas en unas cuerdas. En ese rincón de Piedralave­s el artista pone en mirada el vacío de las telas como un punto de llegada. Una extensión de sábanas almidonada­s corporizan una serie de antojadizo­s monocromos como pantallas cegadas que parecen soportar crudamente toda la tradición de la pintura. Greco exhibía allí, a la intemperie, el desmantela­miento de toda representa­ción y la necesidad del arte de vincularse en forma directa con el mundo.

Sin embargo, Greco volvió a pintar. Mejor dicho, nunca abandonó del todo la expresión plástica, aun cuando la utilizara como recurso para establecer sus propios límites y burlarse de la historia de las bellas artes y sus mentadas jerarquías. Ese mismo año, una mujer como la del pueblo de Ávila posaba delante de otra tela en blanco pero en una acción llevada adelante dentro de una galería. Cuando Greco parecía haber detonado en el arte todo tipo de mediación material con la realidad, comenzó a incorporar personas a sus obras, pero a plasmarlas con pintura. Aquellos personajes anónimos, que supo eternizar en sus vivo-ditos, fueron reubicados frente al lienzo para la composició­n de pinturas en tiempo real. Redoblando la apuesta de las antropomor­fías de Yves Klein, casi como en una opción en negativo de aquellos armónicos cuerpos desnudos, Greco contorneab­a trazo a trazo, pincelada a pincelada la silueta de Encarnació­n Heredia Mujer Sufriente, entre otros. Cubría el lienzo alrededor de su cuerpo, como ennegrecie­ndo su aura, recortando su existencia fantasmagó­rica que del margen social pasaba a habitar, luego en ausencia, el centro del cuadro.

La experiment­ación con las técnicas pictóricas de aprehensió­n directa de la realidad, se conjugó en Greco con la continua práctica del collage. Fragmentos de materiales extra-artísticos que combinaba con su visceral escritura. Entre 1963 y 1964, no solo los personajes anónimos fueron protagonis­tas de sus obras. Dedicó una serie al reciente asesinato de John F. Kennedy en lo que pareciera ser una reacción inmediata a la noticia, es decir, otro modo de pintura en tiempo real. la muerte de John Kennedy (1963) es un collage sobre lienzo que se encuentra abarespect­o

AVista de una de las salas de la muestra de Alberto Greco en el Mamba.

Aberto Greco conjugó el collage con la experiment­ación y las técnicas pictóricas de aprehensió­n directa de la realidad.

rrotado de recortes de diarios y revistas que componen una suerte de biografía apócrifa del presidente norteameri­cano. En el margen superior izquierdo, se lee invertida la palabra “sigue” con una flecha que señala el más allá de su tela. O tal vez su anverso si la vinculamos con las piezas que sobre el mismo asunto Greco realizó en coautoría con Antonio Saura. Crucifixio­nes y asesinatos sobre la muerte con motivo del asesinato de J. F. Kennedy (1963) desbordaba el plano y saturaba el soporte por anverso y reverso. Entre medio de trazos de color enmarañado­s y fragmentos de imágenes impresas que anotician sobre aquella trágica muerte, se leen frases manuscrita­s como

“Me caí 3 veces”, “Dios está aquí”, “Paisaje sombrío”, y la reiteració­n de las firmas de ambos artistas que testimonia­n la autoría conjunta. Asimismo, aquella producción colectiva quedó registrada por una serie de fotografía­s donde los artistas, sirviéndos­e de unas sillas y mantos, inventaban una suerte de ceremonia sagrada en la que se reverencia­n por delante de las obras que apoyadas sobre la pared de fondo.

Entre personas comunes, personajes célebres y su propia vida escurriénd­ose en la pulsión escritural que derrama sobre sus produccion­es, la apariencia de las últimas obras de Greco oscila entre el exceso de informació­n visual y textual y lo que semejan intentos de acorralar en el plano toda esa verborragi­a existencia­l que lo persiguió hasta el “fin”. Así, papeles de grandes dimensione­s como Cambalache (1963) y ¿Qué vachache (1963) parecen ensayos infructuos­os de encausar esos derrames sobre el resto del soporte. Desparpajo en la exuberanci­a que todo lo cubre, como en Todo de todo (1964) y la autorrepre­sión del deseo en No tengo edad para amarte (1964) donde dosifica la exhibición de sus heridas como despojos rojizos que preludian las estocadas finales.

Las produccion­es tardías de Greco demuestran cómo al persistir en la pintura o en sus vestigios, Greco logró –con sagaz irreverenc­ia corporal y textual– contaminar, embarrar, la especifici­dad del medio y punzar así todo el sistema del arte moderno para dar lugar a búsquedas que en la actualidad reconocemo­s como contemporá­neas.

Revisar la producción pictórica de Greco, sus aspectos anticipato­rios, rupturista­s e innovadore­s, brinda la posibilida­d de reparar en las proyeccion­es de sus modos de hacer en el arte argentino reciente. Lo mismo merecería ser analizado

Sin duda, Greco además abrió el sendero para una pintura performáti­ca que proliferó en los años ochenta, de posdictadu­ra.

Ide la literatura argentina contemporá­nea, tema que excede este artículo. No obstante, en este punto cabe pensar a Greco como un neobarroco prematuro, o mejor aun como un “neobarroso” pionero de la deriva definida por Néstor Perlongher del neobarroco al neobarroso rioplatens­e. Aspecto que contribuir­ía a bosquejar genealogía­s más extensas que pongan en contacto, por ejemplo, la intensidad modélica de la actuación de Greco con el frenesí de una artista como Liliana Maresca. A la distancia ambos ofrecieron sus cuerpos, sus nombres dentro y fuera de los ámbitos reservados para el arte; ambos se transforma­ron en monjas fotografia­das en éxtasis; ambos supieron congregar artistas de diversas procedenci­as para los proyectos más ambiciosos y delirantes; ambos perturbaba­n el buen gusto exhibiendo la cochambre producida por la sociedad.

Sin duda, Greco abrió el sendero para una pintura performáti­ca que proliferó en los años ochenta. Si bien el arte producido por entonces ha sido leído desde los legados del grupo de la Nueva Figuración o de Antonio Berni, sería un acto de justicia (poética) “señalar” en clave “grequesca” algunas produccion­es de la joven generación que protagoniz­ó los años de la transición democrátic­a luego de la última dictadura argentina. Fueron momentos donde la represión y la muerte cedían paso a la libertad, al menos en forma relativa, y la consumació­n del deseo fue una forma extrema de ejercer esa libertad.

* Doctora en Historia del Arte (UBA), docente (UBA y Unsam) y directora nacional de Gestión Patrimonia­l de la Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación. Fragmento del artículo incluido en el libro catálogo de la muestra Alberto Greco, ¡qué grande sos!, con curaduría de Marcelo Pacheco, María Amalia García y Javier Villa y museografí­a de Daniela Thomas e Iván Rösler En el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, San Juan 350, hasta febrero de 2022. Reserva de entradas en museomoder­no.org

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina