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Cuba, el bloqueo y la crisis

- 13 07 Por Atilio A. Boron

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Washington cree que ha llegado el momento de intensific­ar sus ataques a cuanto gobierno díscolo ante sus órdenes existe en la región. En los últimos días hemos visto el sospechoso asesinato del presidente de Haití, con un modus operandi que lleva la impronta de la CIA. También el brutal ataque de paramilita­res y narcos colombiano­s, equipados con armas de guerra, en la Cota 905 en los alrededore­s de Caracas y disparando a mansalva a pobladores sorprendid­os por la insólita e inesperada agresión. La ofensiva en contra de Nicaragua fue adquiriend­o fuerza a medida que las encuestas de opinión anticipaba­n una rotunda victoria del sandinismo en las próximas elecciones presidenci­ales. nos de la población civil. Para ni hablar de lo que hubiera ocurrido en Argentina, Brasil, México o Colombia de haber sufrido el acoso que viene padeciendo Cuba.

Lo que Washington ha estado haciendo se llama genocidio porque el bloqueo, condenado casi con absoluta unanimidad por la comunidad internacio­nal, provoca enormes sufrimient­os en la población. Esas políticas matan, enferman, provocan hambre y privacione­s indecibles. Son, en pocas palabras, un crimen de lesa humanidad. Estados Unidos fue preparando el terreno para el asalto actual en los últimos años, con un bombardeo sistemátic­o, multimillo­nario, comprando endebles o ambiciosas voluntades, apelando a las redes sociales y sus

Ifatídicos alroritmos, las “fake news” y el coro formado por su peonada de politiquer­os de pacotilla y pérfidos agentes de propaganda disfrazado­s de “periodista­s serios e independie­ntes.” Con una maldad inconmensu­rable Washington intensific­ó las medidas del bloqueo cuando estalló la pandemia, gesto que es suficiente para desnudar el infamia moral del imperio, su verdadera naturaleza.

Algunas protestas actuales son comprensib­les; otras, probableme­nte la mayoría, son producto de los dineros y la enorme campaña de desestabil­ización urdida por la Casa Blanca. Si bien tienen una magnitud muchísimo menor de lo que dice la corrupta prensa hegemónica, la dirigencia de la Revolución se hizo cargo de las mismas y explicó la génesis de esos padecimien­tos que movilizaro­n a las calles a pocos cientos de cubanas y cubanos. Que han habido errores de gestión macroeconó­mica; o que las recientes medidas de la unificació­n cambiaria fueron inoportuna­s, tal vez tardías; o que los precios relativos se descuadrar­on considerab­lemente es indudable. Pero sería absolutame­nte incorrecto tratar de explicar esos problemas y la reacción de algunos sectores sociales ante ellos sin tomar en cuenta los desquician­tes efectos de un bloqueo que se extiende por seis décadas. He visto y oído estos días a sesudos analistas hablar de los problemas de la economía cubana sin pronunciar ni una sola vez la palabra “bloqueo”. Su ansiedad por recibir la afectuosa palmadita del Tío Sam es tan grande que los lleva a soslayar por completo el papel fundamenta­l que aquél desempeña en el (mal)funcionami­ento de la economía cubana.

Restriccio­nes para importar y exportar, para adquirir alimentos, medicament­os, insumos médicos, repuestos para el transporte o la energía eléctrica; o debiendo pagar fletes extravagan­tes por los bienes que entran o salen de la isla, con bancos y agentes comerciale­s renuentes a hacer negocios con Cuba por las sanciones que el brutal Goliat del Norte promete a quienes violen el bloqueo. Si bajo esas condicione­s la Revolución Cubana fue el único país de la región con capacidad de producir sus propias vacunas para combatir a la covid19 (para vergüenza de Argentina, Brasil, Chile o México) y si durante todas estas décadas pudo garantizar acceso universal y gratuito a elevados estándares de atención médica, educación, seguridad social, deporte, la música y la cultura es porque la Revolución ha sido tremendame­nte exitosa. De lo contrario nada de esto se habría conseguido.

Por lo tanto, quienes se erigen en jueces de Cuba y no tienen en cuenta en sus explicacio­nes el papel decisivo, insoslayab­le, que en sus actuales infortunio­s ha jugado la obsesión estadounid­ense por apoderarse de esa isla no merecen más considerac­ión que la que podría tener un comentaris­ta que al hablar de la Segunda Guerra Mundial y sus estragos obviara mencionar la palabra “Hitler”. ¿Cómo calificarí­amos a ese personaje? Como un inmoral, un charlatán a sueldo, en este caso del imperio que reproduce, con aires de “objetivida­d científica,” el discurso legitimado­r de un genocidio.

A lo largo de la historia Cuba –la patria de Martí y Fidel, de Camilo y el Che– ha dado sobradas muestras de patriotism­o. Podrá su gente reclamar con fuerza por los problemas actuales, pero de ahí a ponerse de rodillas para ser sometido al yugo de los herederos de los marines que orinaron la estatua del Apóstol en el Parque Central; o de la oligarquía que sólo ambiciona retornar Cuba a su condición colonial; o de los blogueros e “influencer­s” dispuestos a arrojar su dignidad nacional a los perros por un puñado de dólares hay un enorme paso. Y el pueblo cubano jamás lo dará, aunque tenga que morir en el intento. @

El presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, denunció ayer que Estados Unidos aplica “una política de asfixia económica para provocar estallidos sociales en el país”. Díaz Canel dirigió un discurso a la nación para “esclarecer todo un grupo de matrices que han tratado de imponer acciones para desacredit­ar al gobierno y la revolución”. Desmintió haber llamado a la violencia a sus seguidores y se refirió a los cortes de luz que afectan a distintas partes del país y fueron una de las motivacion­es de las protestas del domingo. El mandatario cubano había catalogado previament­e a esas movilizaci­ones como “acciones de desestabil­ización política” que contaron con la intromisió­n estadounid­ense.

Ayer se respiraba en Cuba una tensa calma, sin servicio de Internet y con fuerte presencia policial en las calles de La Habana un día después de que miles de cubanos salieran a las calles para protestar contra el gobierno. La imagen del día la protagoniz­aron las decenas de mujeres que se concentrar­on frente a comisarías de La Habana para preguntar por el paradero de sus maridos, hijos y allegados detenidos durante las manifestac­iones del domingo.

Acompañado por miembros de su Ejecutivo y del Buró Político del Partido Comunista de Cuba con quienes respondió preguntas a la prensa, Díaz Canel afirmó que las protestas masivas del domingo en distintas partes de Cuba buscaron “fracturar la unidad de nuestro pueblo”. El presidente señaló que su presencia en la televisión fue una iniciativa pensada desde hace días “para brindar informació­n al pueblo” sobre la situación en el país, que atraviesa el peor momento de la pandemia y una severa crisis económica.

Díaz Canel desmintió haber llamado a la violencia cuando el domingo instó a sus seguidores a concentrar­se en las calles para rechazar las manifestac­iones opositoras. “No llamamos al pueblo a enfrentar al pueblo sino que llamamos al pueblo a defender su revolución”, argumentó el mandatario. El líder cubano explicó que en distintas localidade­s de la isla se registraro­n robos en comercios mientras que en otras zonas los manifestan­tes volcaron autos y tiraron piedras contra las fuerzas de seguridad. Díaz Canel buscó demostrar de esa forma el funcionami­ento de la maquinaria ideológica que está detrás de los disturbios.

La culpa es de EE.UU., denuncia la isla. Tras una breve reconcilia­ción entre 2014 y 2016, las relaciones diplomátic­as entre Cuba y Estados Unidos están en su nivel más bajo desde que Donald Trump endureció el embargo vigente desde 1962, denunciand­o violacione­s de derechos humanos y apoyo de La Habana

 ?? AFP ?? Y ahora Cuba, sometida desde hace sesenta años a una campaña de agresiones de todo tipo que, obvio, no podía dejar de tener profundos impactos sobre la vida económica cubana. Imaginemos lo que hubiera ocurrido en cualquier otro país que hubiese estado sometido a tan brutal acoso durante tanto tiempo. Se dice fácil pero, ¡no hay antecedent­es en la historia universal de una nación que haya sido agredida sin pausa por otra a lo largo de sesenta años! Tengo para mí la convicción de que ni siquiera Estados Unidos habría resistido ese ataque durante tanto tiempo. Segurament­e habría implosiona­do peor que la Unión Soviética, en una orgía de sangre impulsada por el gigantesco arsenal de armas de fuego en ma
AFP Y ahora Cuba, sometida desde hace sesenta años a una campaña de agresiones de todo tipo que, obvio, no podía dejar de tener profundos impactos sobre la vida económica cubana. Imaginemos lo que hubiera ocurrido en cualquier otro país que hubiese estado sometido a tan brutal acoso durante tanto tiempo. Se dice fácil pero, ¡no hay antecedent­es en la historia universal de una nación que haya sido agredida sin pausa por otra a lo largo de sesenta años! Tengo para mí la convicción de que ni siquiera Estados Unidos habría resistido ese ataque durante tanto tiempo. Segurament­e habría implosiona­do peor que la Unión Soviética, en una orgía de sangre impulsada por el gigantesco arsenal de armas de fuego en ma
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