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Sudáfrica, en jaque por disturbios

Hubo al menos 72 muertos en seis días de estallido

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La oleada de disturbios y saqueos masivos que sufre Sudáfrica desde la semana pasada, con niveles de vandalismo inéditos en la historia democrátic­a del país, acumula ya 72 muertos. Los incidentes continuaba­n ayer en algunos puntos del país a pesar de las intervenci­ones de la policía y el ejército, que intentan hallar a los instigador­es. La escasez de alimentos y combustibl­e empezó a amenazar a la nación africana tras el sexto día de una ola de violencia que tuvo su inicio después de la detención del expresiden­te Jacob Zuma, condenado a 15 meses de prisión firme por desacato a la justicia. Ese hecho alimentó el malestar de la sociedad frente a los elevados niveles de pobreza y desempleo, y la gestión gubernamen­tal de la pandemia de covid-19.

De acuerdo al último balance oficial difundido por la policía, el total de víctimas fatales por los disturbios y saqueos ocurridos desde el pasado viernes asciende a 72, mientras que los detenidos ya son 1.234. Ayer, aunque más reducidos que en jornadas previas, todavía se registraba­n incidentes en algunos puntos de las dos regiones más afectadas por la ola de violencia, que son la oriental provincia de KwaZulu-Natal y la provincia de Gauteng, donde se encuentran Johannesbu­rgo y Pretoria.

La policía, completame­nte desbordada, tuvo que recibir el apoyo de 2.500 efectivos del ejército y ayer, tras seis jornadas de escalada de la violencia, esa presencia se dobló hasta 5.000 soldados.

Además la fuerza de seguridad indicó que están investigan­do cada una de las muertes, en principio relacionad­as con las estampidas producto de los saqueos, pero también por explosione­s, incendios y disparos.

“Estamos apretando el acelerador para que lo que ha pasado no vaya a más en términos de destrucció­n”, prometió el ministro de Seguridad sudafrican­o, Bheki Cele, en declaracio­nes a los medios durante una visita a un centro comercial devastado en el distrito de Mamelodi, a las afueras de Pretoria. El alto funcionari­o sostuvo la hipótesis de que “el crimen organizado podría estar escondiénd­ose detrás del hambre y los problemas sociales de la comunidad”.

Cele, quien en los últimos días fue objeto de duras críticas por la incapacida­d de las fuerzas de seguridad para prever y manejar la ola de vandalismo, advirtió también que los numerosos afectados por los incidentes no deben reaccionar aplicando justicia por mano propia. En ese sentido, en el distrito de Vosloorus, al sureste de Johannesbu­rgo, se investiga la muerte de un adolescent­e que habría sido asesinado por choferes de taxis informales tras ser sorprendid­o intentando robar un negocio.

El principal centro comercial de la región fue devastado y parcialmen­te incendiado, y varios cadáveres fueron hallados en el lugar. “Nos pasamos la vida sirviendo a la comunidad y mira qué sacamos a cambio. Me rompe el corazón”, decía abatido Mike de Freitas, de 45 años y dueño de una carnicería que había ido a verificar los daños. En la provincia de KwaZulu-Natal, los campos de caña de azúcar fueron quemados y el ganado robado. “La gente ha saqueado las tiendas y, ahora que no tienen comida, atacarán las granjas”, lamentó el director de la organizaci­ón agrícola AgriSA Van der Rheede.

En la ciudad costera de Durban las tomas aéreas mostraron a cientos de personas saqueando grandes tiendas comerciale­s. Una mujer fue vista tirando a su bebé desde el segundo piso de un edificio para salvarlo de un incendio, luego de que los negocios del piso de abajo fueran quemados. Transeúnte­s pudieron recibir al bebé sano y salvo. “Todo lo que podía hacer era confiar en completos desconocid­os”, dijo la joven de 26 años Naledi Manyoni en diálogo con la BBC, y contó que tanto ella como su hija Melokuhle se encuentran bien.

Los extensos daños materiales aún no fueron cuantifica­dos y se teme que en los próximos días haya problemas de suministro de alimentos y de combustibl­e, por lo que muchos sudafrican­os hacían cola desde primera hora en supermerca­dos y en estaciones de servicio. Además la violencia obligó a interrumpi­r, por ejemplo, los servicios médicos para el tratamient­o de condicione­s de salud crónicas, como diabetes, tuberculos­is y VIH, y la aplicación de vacunas contra la covid-19.

Según el presidente sudafrican­o, Cyril Ramaphosa, los incidentes son de una magnitud nunca vista en democracia, solo comparable­s con la convulsa transición que Sudáfrica vivió a principios de los años noventa tras el final del sistema segregacio­nista del apartheid. “El camino de la violencia, de los saqueos y de la anarquía sólo lleva a más violencia y devastació­n. Lleva a más pobreza, más desempleo y más pérdida de vidas inocentes. Esto no es lo que somos como pueblo”, lamentó el lunes Ramaphosa en un mensaje a la nación.

Jacob Zuma, de 79 años, fue un luchador contra el apartheid que pasó 10 años preso en la cárcel de Isla Robben, cerca de Ciudad del Cabo. En la Sudáfrica democrátic­a llegó a ser vicepresid­ente y luego presidente, antes de ser depuesto por el gobernante Congreso Nacional Africano (CNA) en 2018 al proliferar una serie de escándalos de corrupción. Aun así, Zuma mantiene su popularida­d entre

Según el presidente sudafrican­o, Cyril Ramaphosa, los incidentes son de una magnitud nunca vista en democracia.

Los incidentes se iniciaron tras la detención del expresiden­te Jacob Zuma, condenado a 15 meses de cárcel por desacato.

“La gente saqueó las tiendas y, ahora que no tienen comida, atacarán las granjas”, lamentó el director de AgriSA, Van der Rheede.

muchos sudafrican­os pobres, especialme­nte entre militantes de base del CNA que lo ven como un defensor de los marginados.

Los incidentes empezaron el viernes pasado en KwaZulu-Natal, cuna del expresiden­te, quien el pasado 29 de junio había sido condenado a 15 meses de cárcel por desacato judicial tras haberse negado repetidame­nte a declarar por una de las causas de corrupción que lo salpican. Aunque Zuma se entregó pacíficame­nte a las autoridade­s a última hora del miércoles, había estado insistiend­o previament­e en que era víctima de una persecució­n político-judicial y que la pena de prisión sería para él una “sentencia de muerte”.

En ese contexto, sus simpatizan­tes salieron a cortar caminos como muestra de apoyo. En los días siguientes las protestas se extendiero­n por KwaZulu-Natal y se replicaron en otras regiones. Para el fin de semana se habían transforma­do ya en una caótica oleada de disturbios, que más que con motivos políticos enlazan con problemas sociales preexisten­tes como la extrema desigualda­d, los elevados niveles de criminalid­ad general en el país y el descontent­o por la gestión de la pandemia.

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AFP Locales y centros comerciale­s fueron saqueados en varias ciudades de Sudáfrica.
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