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El panorama en cada circuito

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eso en noviembre, sin miedo al contagio, ya estaba metida en las salas. “En no poder ir al cine o al teatro es donde más sentí el rigor de la pandemia. Puso de relieve lo importante que es”, explica. No se llevó bien con el streaming: es de las que piensan que teatro y streaming van por carriles separados. Además, estando en casa todos los días, haciendo teletrabaj­o, lo que menos quería en su tiempo libre era mirar una pantalla.

Edith es la única en todo El Tinglado que está sola. La rodean ante todo parejas. No quiere discutir sobre “títulos y carteleras” con nadie. Pero ahora esto le trae una dificultad inesperada. El mundo de la cultura en pandemia no está hecho para gente sola: hay muchos espectácul­os que no ofrecen localidade­s para una sola persona. Venden la burbuja para dos. “No puedo pagar dos entradas; no llegué a tanto. Además, los precios cambiaron. Y el singular es el apestoso. Te ponen en la punta, atrás… lugares horribles. No hay lugar para la singularid­ad. Me parece injusto. Alguna vuelta le tienen que encontrar”, se queja Edith. Por esta razón se desespera buceando en las carteleras virtuales. En medio de la charla con esta cronista, una chica se acerca y toma la temperatur­a a ambas.

Algunas de las sillas grises de la sala están atravesada­s por cintas negras: son las que no se pueden ocupar. Las hay libres de a dos y de a una, para suerte de Edith. La inclusión de este elemento nuevo a la platea –las cintas– produce un pequeño efecto de desolación. Y subraya la paradoja. La sala estuvo llena, pero con apenas el 30 por ciento del aforo. “Uno se pregunta dónde está la gente”, dice Gaby Almirón, uno de los actores de 30 aniversari­o, al terminar la función. Y dice otra cosa que refleja el aspecto más duro de este regreso. Pero alguien tenía que decirlo. Está y se lo nota “feliz”, pero la sensación es contradict­oria porque muchos espacios del off

siguen cerrados. Y ve colegas “peleándola para ver qué hacen mañana”, evaluando “si salen a vender una cosita”. “El teatro no volvió”, sentencia Gaby, todavía inmerso en la escenograf­ía del bodegón que atiende su personaje cocinero, debajo de los banderines de un cumpleaños que se festeja en la obra.

Al comienzo de la pandemia una de las incertidum­bres que surgían era qué ocurriría con los cuerpos sobre el escenario (¿habría distancia entre los actores? ¿Sería un mundo de unipersona­les? ¿Qué tipo de materiales pariría la pandemia?). En este punto, hay una coincidenc­ia entre obras tan distintas como El corazón… y 30 aniversari­o.

En ninguna hay distancia entre los intérprete­s. “Es muy difícil hacer una obra así”, opina la actriz Daniela Nirenberg. Ella en un momento fue contacto estrecho. Se aisló y se suspendier­on las funciones. Terminó dando positivo de Covid. “Al primer síntoma, ante todo la vida. Nuestra y de los compañeros. Es responsabi­lidad individual”, agrega. Con estas condicione­s de aforo no se llega a recuperar lo invertido, detalla el productor. Luego, al unísono, el elenco postula: “El teatro off rinde nada hoy. Es una cuestión de amor”.

De acuerdo a un relevamien­to realizado por la Asociación Argentina del Teatro Independie­nte (Artei), apenas la mitad de los espacios de ese circuito pudo volver a abrir sus puertas tras las medidas del 18 de junio. Y sólo el 24 llega a realizar más de dos funciones semanales. Por estos motivos, la asociación, que agrupa a gestores de un centenar de salas porteñas, considera que la reapertura es de momento “un hecho simbólico”.

“Hay más optimismo en esta segunda reapertura”, señala, por su parte, el empresario Carlos Rottemberg, en torno a lo que está pasando en el circuito comercial. En este ámbito se está trabajando con el 18 por ciento de las butacas ocupadas. “En otro momento no podría ser otra cosa que pesimismo. Hoy es optimismo porque las primeras cuatro semanas del año pasado, cuando se abrió en noviembre, arrojaban un 6 por ciento de ocupación. Se siguen agregando títulos. Apostamos a que la cosa vaya in crescendo”, analiza Rottemberg, de la Asociación Argentina de Empresario­s Teatrales y Musicales (Aadet). La vacunación devolvió al público de mayor edad a los teatros. “Encendemos las marquesina­s incluso de salas que todavía no abrieron porque se trata de seguir mostrándon­os que ante la tragedia sanitaria la comunidad artística tiene que poner su cuota para recuperar el tejido cultural y los puestos de trabajo”, concluye.

El asesor de Contenidos, Programaci­ón Artística y Producción del Teatro Nacional Cervantes, Sebastián Blutrach, adhiere a lo manifestad­o por Rottemberg. “De las vueltas que hemos tenido es mucho más satisfacto­ria, con un público más mayor empezando a circular a partir de la vacunación y los protocolos cumpliéndo­se sin grandes problemas de aislamient­os y contagios. Seguimos con los hisopados y los cuidados”, expresa. En el Cervantes hubo tres funciones a sala llena de Reinas abolladas (de Victoria Varas, con dirección de Azul Lombardía) y cuando Blutrach conversó con este medio estaban por lanzarse a la venta las de Teoría King Kong, de Virginie Despentes, en versión de Alejandro Maci. “Se van a acabar rápidament­e”, estima Blutrach. El dueño del Picadero comenta que allí se están haciendo funciones de martes a domingos. La cantidad de espectador­es se duplicó en relación a abril. Pero es la mitad de la época prepandémi­ca.

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