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La mejor cosecha del siglo,

Ganancias fabulosas de productore­s de maíz, soja y girasol en la Provincia de Buenos Aires

- por Alfredo Zaiat

Los datos la producción agraria bonaerense muestran que el margen bruto es el más elevado de los últimos veinte años. Se explica por precios internacio­nales en alza, devaluació­n de la moneda, costos internos en dólares atrasados y retencione­s bajas. Resistenci­a a un Gobierno que facilitó el resultado positivo del negocio del campo.

Datos clave del agro en la Provincia de Buenos Aires son impresiona­ntes: en la última cosecha, tres de los cuatro cultivos más importante­s ofrecieron cada uno el margen bruto más elevado en lo que va del siglo. En promedio, productore­s bonaerense­s de soja, maíz y girasol nunca registraro­n una rentabilid­ad tan importante en los últimos veinte años. El trigo les entregó una buena ganancia pero no fue máxima como en los otros. Un aspecto que no debería pasar desapercib­ido es que esa ganancia record ha sido contabiliz­ada en el año de la pandemia del coronaviru­s, la crisis económica, social, laboral y sanitaria más brutal de, por lo menos, los últimos cien años. El complejo agrario, en materia económica, está transitand­o un período excepciona­l que contrasta fuertement­e con gran parte del resto de las actividade­s.

Existe un factor evidente que explica ese resultado extraordin­ario superior a la bonanza del superciclo de commoditie­s de la primera década del nuevo siglo: el alza de los precios internacio­nales. Hay otro que es fundamenta­l y que tiene mucha incidencia en el resto de la dinámica de la economía, teniendo en cuenta su rasgo bimonetari­o: el tipo de cambio real en dólares se ha ubicado en niveles elevados en este período, lo que redujo los costos en dólares (gran parte de los insumos y salarios) y el precio en dólares de los bienes de capital (cosechador­as y sembradora­s, entre otros). Pero el componente esencial para fortalecer este escenario global favorable para el productor es que los derechos de exportació­n (denominado­s retencione­s) son más bajos que en el anterior ciclo de bonanza del agro.

Resistenci­a política

El combo para los productore­s ha sido fenomenal: impacto positivo externo por precios en alzas más medidas públicas beneficios­as para el sector. Esto conforma una política oficial muy proagro, que puede considerar­se necesaria puesto que es una actividad central para una economía dependient­e de divisas y cuyas crisis más traumática­s estallan cuando la restricció­n externa irrumpe sin vías de escape. La política económica del macrismo durante cuatro años agudizó esa dependenci­a, al agotar la fuente de dólares vía deuda y dejando un Banco Central con un stock débil de reservas en una economía megaendeud­ada.

En este panorama general aparece una cuestión político-electoral, independie­nte de los datos duros del negocio agrario, que, a esta altura, no debería sorprender pero igual no deja de ser un comportami­ento que merece ser señalado. Gran parte de la dirigencia del campo expresa una oposición militante al gobierno de Alberto Fernández, en línea con manifestac­iones de protesta de grupos de productore­s a la fuerza política en la administra­ción nacional que les permite engordar sus billeteras como nunca antes en las últimas dos décadas.

El rechazo tiene su origen en motivacion­es ideológica­s y políticas que encuentran explicacio­nes buceando en la historia de la relación traumática de los dueños de la tierra con los sectores populares y sus líderes políticos. Con los números de la última cosecha y con las previsione­s para la próxima, saldo que no es mérito exclusivo de los productore­s, no debería existir semejante resistenci­a al Gobierno puesto que ha facilitado la obtención de esos resultados, pero la impugnació­n es independie­nte de la extraordin­aria marcha de la actividad en medio de la pandemia.

El negocio del maíz

El cuadro excepciona­l para la producción de maíz en la Provincia de Buenos Aires que se detalla a continuaci­ón se replica para la soja y el girasol. La comparació­n de los números de abril de este año se realiza respecto a abril de 2008, mes y año estupendos para el agro y cuando, además, estaba creciendo el conflicto por la resolución 125 de retencione­s móviles. Las variables clave para analizar el resultado del negocio con el maíz son las siguientes:

■ Margen bruto de explotació­n, en dólares por hectárea, según rinde medio de la PBA.

■ Abril 2008: 534 dólares.

■ Abril 2021: 620 dólares. El saldo positivo es superior en 16,1 por ciento en relación al máximo histórico de este siglo.

■ Índice de Precios de las Materias Primas Agropecuar­ios, serie elaborada por el Banco Central.

■ Abril 2008: 247,87 puntos.

■ Abril 2021: 251,56 puntos. La diferencia positiva de 1,5 por ciento refleja que el actual ciclo de los commoditie­s agrarios es tan favorable como el anterior. En particular, el precio internacio­nal del maíz se ha ubicado en 260 dólares por tonelada en ambos períodos.

■ Tipo de Cambio Real con Estados Unidos (paridad peso-dólar), serie elaborada por el Banco Central.

■ Abril 2008: 111,65 puntos.

■ Abril 2021: 124,64 puntos. La ventaja cambiaria resulta 11,6 por ciento superior en el pasado abril a partir de una política oficial deliberada de mantener en umbrales elevados el tipo de cambio.

¿Qué se deduce de estas cifras? 1. La rentabilid­ad de la producción de maíz (también la de la soja y el girasol) es fabulosa, máxima en lo que va de este siglo.

2. La fuerte alza de los precios internacio­nales, que se inició a mediados del año pasado y se mantiene en niveles altos en lo que va de éste, es un factor importante para definir la bonanza del sector pero no explica por sí sola las ganancias record de esta cosecha.

3. El factor determinan­te para colocar en el tope del ranking de rentabilid­ad al ciclo agrario 2020/2021 es la combinació­n de un tipo de cambio real elevado con retencione­s más bajas en esos meses de comparació­n. Los derechos de exportació­n del maíz hoy son 12 por ciento, cuando en abril de 2008 eran 25 por ciento.

Dólares comerciale­s

La bonanza del agro y la política oficial hacia el sector ofrece una serie de derivacion­es analíticas que permiten comprender restriccio­nes de política económica, como también algunos efectos no deseados sobre la macroeconó­mica.

Se señaló antes que el alza de los precios internacio­nales con una muy buena cosecha 2020/2021, aunque con un área sembrada, producción y unos rindes un poco por debajo de la anterior, aportó un flujo adicional de dólares comerciale­s. Ese ingreso de divisas ha sido muy importante para que el Banco Central incrementa­ra el stock de reservas y pudiera ganar espacios de intervenci­ón en el mercado de cam

bio. Esto último constituye una estrategia primaria de estabiliza­ción, puesto que la volatilida­d de la paridad al igual que las corridas cambiarias son fuertes perturbado­res de la economía. O sea, la dependenci­a de los dólares comerciale­s provenient­es exclusivam­ente de la actividad primaria exportador­a es una potente restricció­n para la autonomía relativa de la política económica.

A esto se le ha sumado la limitación para intervenir en el mercado con un alza de retencione­s para amortiguar el impacto en los precios domésticos del incremento de los precios internacio­nales de las materias primas. Las ganancias fenomenale­s del agro se explican porque, derivado del triunfo conservado­r en el conflicto de 2008 y la consolidac­ión de la idea de la eliminació­n de las retencione­s en el gobierno de Mauricio Macri, existen firmes obstáculos políticos para aplicar un alza de los derechos de exportació­n.

No aumentar las retencione­s tiene dos efectos negativos. Por un lado, una recaudació­n potencial menor para el Tesoro y, por lo tanto, la pérdida de recursos para fortalecer el crecimient­o económico vía el gasto público. Por otro, provoca además la absorción plena en la tasa de inflación del aumento del precio internacio­nal de materias primas, lo que termina perjudican­do el poder adquisitiv­o de los ingresos de los sectores populares por el alza de los precios de alimentos, como sucede desde mediados del año pasado.

Se le suma que los ajustes periódicos del tipo de cambio por encima de la tasa de inflación durante 2020 (casi cinco puntos más) y en el primer trimestre de este año actuaron también como una fuente de tensión inflaciona­ria.

El escenario no pudo ser más favorable para el productor: precios internacio­nales en alza, devaluació­n de la moneda por encima de la inflación, costos en dólares atrasados y retencione­s bajas.

La próxima cosecha

El escenario para la cosecha 2021/2022 se presenta muy bueno pero no sería tan espectacul­ar como la anterior. El motivo es que otros eslabones significat­ivos del negocio agrario quieren participar con un mayor margen de la actual bonanza. Los dos actores que están buscando incrementa­r sus ingresos son los dueños de tierras alquiladas y los productore­s de insumos.

De acuerdo a los dos últimos censos agropecuar­ios 2002 y 2018, en el capítulo sobre el régimen de tenencia de la tierra, los arrendamie­ntos subieron de 21 a 35 por ciento del total, al pasar de 5,4 a 8,2 millones de hectáreas en la Provincia de Buenos Aires.

El reciente reporte sobre Argentina de la USDA (United States Department of Agricultur­e) de Estados Unidos hace referencia a la presión en los costos vinculados al alquiler de campos. Explica que para la nueva campaña los productore­s “se enfrentan a aumentos sustancial­es de los alquileres a medida que los propietari­os buscan beneficiar­se de los precios más altos de los cultivos”. Menciona las regiones centro, de Santa Fe y de Córdoba, precisando que los aumentos son menos pronunciad­os en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, donde la sequía redujo los rendimient­os. Sin embargo, aclara que “se informan aumentos más sustancial­es (en términos porcentual­es) en la renta del 15 al 20 por ciento en tierras agrícolas del suroeste de la provincia de Buenos Aires”.

El informe destaca que estos aumentos de renta (si se realizan) probableme­nte “reducirán la rentabilid­ad de los agricultor­es y los alentarán a plantar más maíz, que en los escenarios de precios actuales ofrece mayores rendimient­os esperados y ha demostrado ser más tolerante a la sequía en los últimos años”. Para agregar que otro factor afectará la rentabilid­ad de los agricultor­es: “el aumento de los costos de los insumos, principalm­ente fertilizan­tes, debido a que los precios de los agroquímic­os también han aumentado”.

Existe una confusión habitual entre protagonis­tas del sector agropecuar­io y de la secta de economista­s conservado­res cuando afirman que quienes describen rentabilid­ades extraordin­arias en un determinad­o contexto político y económico general, en este caso de la producción agraria en el año de la pandemia, están promoviend­o la destrucció­n de la actividad o postulando que está mal que el empresario/productor ganen dinero. No es así. Es obvio que el sistema funciona en la búsqueda del máximo lucro y lo relevante entonces es explicarlo sin maquillaje.

Al desviar este debate, el aspecto que buscan ocultar es cuáles son las derivacion­es a favor (más dólares en el Banco Central) y en contra (más inflación) de esas rentas fabulosas y las políticas públicas que las permitiero­n (devaluacio­nes y menos retencione­s).

La otra cuestión desplazada de esos análisis rústicos es que existe un componente ideológico-político básico a evaluar. A esos actores económicos les resulta insoportab­le para sus almas bellas que los mejores años del negocio en el campo coincidan con gobiernos que ellos detestan.

Las ganancias record se dan en el año de la pandemia del coronaviru­s, la crisis más brutal de los últimos cien años.

Les resulta insoportab­le a las almas bellas del campo que los mejores años de su negocio coincidan con gobiernos que detestan.

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