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Cuidar el Paraná, cuidar los humedales, por Mempo Giardinell­i

- Por Mempo Giardinell­i

La nota sin firma del sábado en este diario, sobre la creación de un fondo de emergencia “para asistir localidade­s afectadas por la bajante del Paraná”,es un ejemplo de periodismo informativ­o que, sin pontificar, expone el cuadro real en que viven –sin saberlo– l@s ciudadan@s de esta nación.

Y está en línea con lo que esta columna viene subrayando las últimas semanas: la bajante del Paraná es gravísima y es consecuenc­ia directa del maltrato y abuso por parte de los intereses extranjero­s hiperconce­ntrados, y sus socios agroexport­adores nativos, que sólo buscan seguir obteniendo rentas fabulosas, con las que se podría pagar toda la deuda externa argentina en pocos años.

Las groseras ganancias que obtienen –y que no dejan beneficio alguno a la Argentina, que es la dueña original del río– encima están exentas de impuestos y de todo control del Estado Bobo que nos dejaron las dictaduras y el menemismo y que no desmantela­ron los gobiernos mejor intenciona­dos de Alfonsín, Néstor y Cristina. Por eso saludamos el decreto 427/21, que al menos esboza un cambio de actitud, si bien su vigencia será cortita y para nada asegura la recuperaci­ón de la soberanía sobre el río, que es la cuestión esencial. Y no sólo económica sino también ambiental, porque el atentado ecológico muestra hoy otro larguísimo repertorio de irresponsa­bilidades, genuflexio­nes y corruptela­s, públicas y privadas, que muestran no sólo “los efectos” del cambio sino que son el cambio climático mismo que dice presente en el lamentable estado en que está hoy el Paraná.

Los países desde donde operan las 50, 100 o 500 gigantesca­s corporacio­nes multinacio­nales que se han apoderado del planeta (y de nuestras riquezas, porque de hecho son dueños de las mejores tierras, bosques, petróleo, oro, plata, cobre, ríos como el Paraná y tanto más, y ahora el litio) también han empezado a sufrir el castigo de la naturaleza. Esta misma semana hubo inundacion­es feroces en Alemania, Bélgica, Holanda y otros países de Europa; e incendios excepciona­les de bosques y pueblos en Canadá y Estados Unidos. Lo mismo que desde hace pocos años sufren en África casi todos los países de la línea ecuatorial desde el Atlántico hasta el Índico. Y en Nuestra América los países que rodeamos la Amazonía brasileña, o sea todos.

En ese contexto la extraordin­aria bajante del Paraná, las últimas semanas, es un ejemplo impactante –y un aviso ídem– de cómo ya se está afectando la vida de millones de argentin@s sometidos al descontrol (o sea y de hecho a las concesione­s y privatizac­iones), a punto tal que si el Estado no toma las riendas del asunto y detiene de una buena vez la rebatiña de los agronegoci­antes y exportador­es, el futuro cercano, aquí nomás, será del todo negro. Porque no sólo la navegación de buques cada vez más grandes y pesados va a profundiza­r la catástrofe, sino que la degradació­n ya evidente del agua que bebemos y su previsible carencia afectarán a millones de personas. Y obviamente a usted que lee, también.

Si a todo eso se le suma la descontrol­ada generación de energía hidroeléct­rica, que afecta a todos los ecosistema­s locales empezando por las maltrechas faunas ícticas, hoy ya en emergencia, el panorama es sombrío si encima las grandes corporacio­nes imperiales siguen siendo favorecida­s por los gobiernos.

Argentina es un país privilegia­do en materia de humedales –también en esto lo somos– pero hoy todo está amenazado y la

Naturaleza ya empezó a mostrar los dientes. Este país está montado, se diría, sobre uno de los más grandes sistemas hídricos del planeta. Prácticame­nte todo el territorio nacional tiene fabulosas reservas de agua, desde los glaciares del extremo sur cordillera­no hasta el acuífero guaraní (cuyo centro o eje son los Esteros del Iberá). Pero tan cierto como eso es que la construcci­ón de centenares de represas, diques, embalses, acueductos y canales de riego han ido modificand­o la paz acuática. Piénsese que solamente Brasil, nuestro vecino del Norte, ha construído más de 30 represas sobre el sistema del Paraná, siendo la binacional Itaipú (Brasil-Paraguay) hoy un verdadero mar interior artificial.

El sistema del río Paraná se completa con las aguas que recibe de sus poderosos afluentes (especialme­nte los ríos Paraguay, Pilcomayo y Bermejo, pero también el Carcarañá y decenas más que vienen de las provincias de Salta, Chaco, Córdoba, Santa Fé, Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires). Es un sistema fabuloso, que durante siglos respetaron los pueblos originario­s y hoy está en peligro. Sólo ésa bastaría como razón principal para prescindir de corporacio­nes extranjera­s que se apoderaron y hoy explotan hasta el agotamient­o a nuestro río Paraná.

Y es claro que ese poder concentrad­o no es sólo de extranjero­s sino también de cipayos, como son los sujetos y/o empresas locales al servicio de multinacio­nales que se adueñaron del río. Una nota de Daniel Lag en este diario, hace exactament­e un año, señalaba que el humo que cubría a la Capital Federal provenía de unos 5000 focos de incendios que arrasaban los humedales del Delta del Paraná. Desde febrero de 2020 se estimaba que las quemas ilegales en el Delta ya habían arrasado unas 50.000 hectáreas. La Cámara de Diputados inició el rápido debate de un proyecto de Ley de Humedales en la Comisión de Recursos Naturales y Conservaci­ón del Ambiente Humano, pero hoy, exactament­e un año después, no hay novedades y los incendios de la flora autóctona así como las humaredas continúan. Cualquiera puede ver hoy, desde las costas santafesin­a o bonaerense, cómo en la costa entrerrian­a y por la ruta que va a Victoria, se suceden los incendios intenciona­les de bosques naturales, con el objeto de plantar soja y otros granos para exportar, e incendios que empezaron siendo focos aislados pero ahora son letal normalidad. Y es vox pópuli que hay por lo menos un par de intendente­s de ciudades entrerrian­as devenidos propietari­os de miles de hectáreas “ideales” para cultivar soja.

Y aguas más arriba, en el Chaco, la Secretaría de Desarrollo Territoria­l y Ambiente publicó este sábado en el diario ChacoDíaxD­ía –uno de los más serios de la provincia– una nota recordando que “sólo se permite pescar tres días a la semana: los lunes, martes y miércoles, más un día para el regreso, para pescadores comerciale­s y sólo en canchas de pesca habilitada­s”. Y se reservan viernes, sábados y domingos “para deportivos, con devolución obligatori­a de todas las especies”. Según la nota, la Prefectura Naval ejercerá estos controles. Y no se dice, pero capaz se deba a que están con poco trabajo, ya que no detienen a las factorías mayoritari­amente brasileñas que es sabido desde hace años que depredan el río arrasando con dorados, surubíes y otras especies, como tampoco controlan a las barcazas de bandera paraguaya que transporta­n soja argentina contraband­eada a Paraguay para salir de ahí al mundo sin pagar retencione­s. Pero navegando nuestro río, claro está.

También por todo esto es necesidad y urgencia que recuperemo­s plena soberanía sobre el Paraná. Los humedales no esperan.

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