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El mismo amor, los mismos derechos

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ce existente en materia de leyes y derechos en ese momento. Afortunada­mente, la profecía no se cumplió. En lugar de condiciona­rme, esa maldición causó el efecto contrario, como si hubiera sido el motor que me impulsaba para no renunciar. Deseaba demostrarl­e a mi famila cuan equivocado­s estaban. Que yo podía tener una vida y algún día formar una familia. ¿Acaso era mucho pedir?

Sin duda, el de la familia siempre fue mi mayor deseo, el que pedía cuando la almohada era mi confidente, o cuando pasaba el tren por encima del puente. Miraba las telenovela­s y siempre había bodas hermosas, así que inspirada en esas escenas, yo dibujaba los vestidos más imponentes y bellos. Solía imaginar cómo iba a ser el mío y repasaba mentalment­e cómo iba a caminar al altar sonriendo, luciéndolo. La gente quedaría deslumbrad­a al contemplar mi hermoso ajuar blanco. Lo tenía todo armado en mi cabeza, pero no se lo contaba a nadie. En ese momento, solo eran fantasías de una trava novelera. Esos eran privilegio­s de las personas paquis o cis.

La ley de matrimonio igualitari­o nos otorgó el primer derecho y el marco legal que nuestras familias necesitaba­n. Ese 15 de julio, todas mis ilusiones se volvieron realidad. Para mí, fue como el Almirante Irízar abriendo caminos que parecían infranquea­bles, generando leyes y políticas públicas que hoy son una realidad. Esa plataforma de igualdad jurídica nos permitió seguir trabajando y luchando por lo más importante, que es la igualdad real.

En mi caso, hasta que no tuve el nombre que me representa­ra en el DNI, no formalicé mi relación porque sentía que no era yo. Imagínense lo importante que fueron estas dos leyes, que me permitiero­n darle el marco legal a mi familia compuesta por Pablo, hoy mi esposo, y mis dos hijxs,

Paul y Bella. No seríamos una realidad si no fuera por esta ley impulsada por los colectivos LGBTIQ+ y todas las organizaci­ones que trabajaron de manera colectiva, además de un Estado presente.

El matrimonio igualitari­o fue, de alguna manera, la cristaliza­ción de muchos años de luchas por la igualdad para nuestras familias y el inicio de otras políticas públicas en pos de reconocer nuestros derechos. Hoy más que nunca debemos recordar este hito y seguir comprometi­dxs, trabajando juntxs para lograr una Argentina más amorosa para todxs.

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