Pagina 12

La incoherenc­ia como estrategia,

- por Jorge Halperín

Imaginemos que un extraterre­stre encuentra el modo de viajar a millones de kilómetros de su vida subterráne­a en Marte, y se “clava” en la circunstan­cia de la vida argentina.

Leyendo y repasando imágenes a una velocidad que supera las de nuestras mejores computador­as, no puede dejar de sorprender­se de encontrar tanto hecho desproporc­ionado en el comportami­ento público de los argentinos y sus institucio­nes.

Repasa ejemplos: personajes como Pepín Rodriguez Simón, Mauricio Macri, Patricia Bullrich, el fiscal Carlos Stornelli, acusados de graves delitos, ejercen funciones públicas o caminan sueltos por el mundo, mientras que los “del otro palo”, como Milagro Sala, Julio De Vido o Amado Boudou, claramente presos políticos pero acusados por delitos sensibleme­nte menores, han seguido cautivos más allá del cambio de gobierno, esperando que consagren sus libertades.

Nuestro marciano se detiene en los últimos presidente­s. Y observa que Cristina Fernandez de Kirchner, acusada de robarse uno o dos PBI, no tiene cuentas secretas, mientras que su acusador serial, el ex presidente Mauricio Macri, acumula un número muy grande de cuentas off shore.

El marciano favorito queda perplejo ante otro fenómeno llamativo: advierte que el noventa por ciento de las audiencias de radio y televisión, y sus réplicas en las redes sociales, están capturadas por medios concentrad­os practicand­o un periodismo de guerra contra la mayor fuerza política, el peronismo, mientras que los medios que acompañan a esta fuerza que gobierna luego de su contundent­e triunfo en 2019, son pocos y se dirigen a pequeñas audiencias.

Algún célebre terráqueo dijo hace tiempo que lo que no aparece en los medios no es real. Pero aquella sobrerrepr­esentación de las minorías y el poder inmenso de aquellos medios concentrad­os no consiguen impedir, sin embargo, que la mayoría de los votantes se pronuncie a favor de esa fuerza hostigada.

Las desproporc­iones y el carácter contradict­orio de los comportami­entos públicos no dejan de sorprender al extraterre­stre: se pregunta por qué mientras las multitudes que siempre ha movilizado el peronismo vaciaron las calles para protegerse de los contagios, las minorías, que han aborrecido aquellas movilizaci­ones, descubren las calles y salen exultantes a ignorar los peligros de la pandemia.

Observó imágenes y audios de anteriores movilizaci­ones peronistas, y las comparó con las protestas del campo o los libertario­s de Juntos por el Cambio, cuyos ocasionale­s voceros gruñen a las cámaras y gritan amenazas o pasan directamen­te a la coersión física sobre el cronista.

Es el caso de los productore­s agropecuar­ios, que se concentran políticame­nte para protestar contra un gobierno porque intenta regular los precios disparados de los alimentos para proteger los bolsillos de las mayorías.

Los productore­s defienden sus bolsillos, infinitame­nte más holgados, acompañand­o sus protestas con dos signos muy concretos: autos de alta gama y la bandera argentina.

En otras palabras, en la tensión entre el interés privado y el Estado, los representa­ntes de lo privado se muestran orgullosam­ente ricos pero, a la vez, enarbolan la bandera argentina, que viene a ser el símbolo del Estado.

Y son apoyados en esta rara mueca “nacionalis­ta” por Juntos por el Cambio, cuyo líder pidió disculpas al rey de España por la Independen­cia, creó facilidade­s a los ingleses en su permanenci­a ilegal en las islas Malvinas, y es un aliado incondicio­nal de Washington, que no es amigo de las soberanías latinoamer­icanas.

Tampoco le cierra al visitante de otro mundo el comportami­ento de ciertos colectivos. Advierte, por ejemplo, que en una sociedad en que se pregona la sabiduría de los ancianos, una buena proporción de la gente de cabello blanco ha votado y sigue teniendo en sus preferenci­as el liderazgo del centro derecha, que gobernó hasta 2019 recortando el poder adquisitiv­o de las jubilacion­es, dilapidand­o el crucial Fondo de Garantía de Sustentabi­lidad de la Anses y desmantela­ndo el sistema de salud.

Tampoco terminó de entender cómo las encuestas muestran que, cuanto mayor es la formación educativa de los ciudadanos, más fuerte es la inclinació­n a votar a la alianza de centro-derecha, que, sin embargo, redujo el presupuest­o destinado a la educación, ha despreciad­o públicamen­te la creación de universida­des del conurbano por el kirchneris­mo, y rebajó el ministerio de Ciencias a Secretaría.

Segurament­e el extraterre­stre desconoce que aquella colisión histórica expresada en “Alpargatas sí, libros no”, que separó por mucho tiempo los claustros del peronismo, se resolvió hace tiempo en el peronismo en términos de Alpargatas sí y libros también. De hecho, ahí está el ejemplo de la gratuidad universita­ria, dispuesta por Perón en 1949.

Pero no parecen más enterados de ese cambio ni interesado­s en saberlo tantos académicos, ni los votantes macristas y radicales. El rencor no es un sentimient­o para arrojar por la boda así como así y perder la capacidad de indignarse.

Se le ocurrió al marciano grabar infinidad de conversaci­ones en las calles en las que se escuchaba clamar furiosos que se viene el comunismo, un régimen que lleva treinta años extinguido, porque se aplicó un impuesto a los super ricos. Y aplaudir los brutales facturazos de los servicios públicos “porque antes las tarifas eran regaladas”. Y argumentar que había que apoyar a Macri porque es millonario “y no nos va a robar como la Kretina”.

Escuchó también decir que las vacunas contra el covid-19 contenían veneno, y luego clamar contra el gobierno acusándolo de negarse a proveerles suficiente­s vacunas.

Entonces, el visitante concluyó que mucha gente puede defender con uñas y dientes sus valores libertario­s y su republican­ismo, pero eso no le impide construir su enemigo, enviarlo a la cárcel y pedir su desaparici­ón en una verdadera cruzada redentora.

Palabras con resonancia­s épicas como libertad, república y democracia son argumentos de ocasión que las circunstan­cias de estos creyentes liberales pueden cambiar sin ponerlos colorados por el clamor de “condena”, “cárcel” o “muerte”, válidas mientras las pronuncien los del bando propio.

Es que el conjunto de las institucio­nes del país, Justicia, medios, la vida política y también muchos colectivos ciudadanos, están cruzados por asimetrías de poder, desigualda­des y una confusión acerca de los intereses genuinos.

Ante semejante alud de incoherenc­ias se le vuelve difícil al visitante descifrar qué tipo de racionalid­ades mueve la acción política de los libertario­s unidos del sur.

Constató que, luego de tres cuartos de siglo, el peronismo sigue siendo un enigma abierto. Y se pregunta si las respuestas de su opuesto tan vivo, el antiperoni­smo, no han optado por la incoherenc­ia y el no sujetarse a regla alguna como un modo de desarmar al enemigo.

Quien sabe nuestro marciano favorito deba volver a casa sin tener la respuesta.

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I Carolina Camps

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