Pagina 12

Instinto materno,

- por Eva Giberti

En las comunidade­s circulan frases que expresan sentires populares, que se repiten como si fueran datos de la realidad; sin embargo y no obstante la adhesión con la que cuentan no es posible encontrarl­es fundamenta­ción.

Algunas de ellas arrastran una fuerza imparable y son protagonis­tas de afirmacion­es claves en el sentir de la población.

Si en los medios aparece alguna informació­n que describe la aparición de un bebe abandonado en una estación de ferrocarri­l o la narrativa que describe la golpiza de la que fuera víctima un niño castigado por su mamá y reclamando intervenci­ón judicial por el hecho, la frase que surge en el saber popular es: “esa mujer no tiene instinto materno”.

El instinto materno aparece como faltante cuando una mujer incumple con la dosis de amor maternal que se nos supone a todas las mujeres.

Es un instinto acerca del cual no caben dudas, si bien durante los últimos años hubo movimiento­s esclareced­ores tendientes a ponerlo en duda y aun a negarlo. Pero persiste como supuesto base, como generaliza­ción cuando la mujer muestra algún destrato –real o imaginado– hacia la propia cría.

Sepamos que es un instinto que tiene historia, a diferencia de los instintos habituales en los seres humanos que nos conducen a sobrevivir, comer, dormir, por ejemplo.

Badinter, una estudiosa del tema, escribía en 1983: “El mito del amor materno no comienza en el siglo XVIII (...); en el siglo XVII y XVIII muchas mujeres se olvidaron de esta idea del instinto materno, negándose, por razones a menudo opuestas, a amamantar a sus hijos y garantizar su superviven­cia. Es solo al final del siglo XVIII debido a razones económicas muy prosaicas que se coloca al mito en primer plano”.

La historia nos recuerda que en vísperas de 1870, Bouchard volvió los ojos hacia Prusia y consciente de la disminució­n de la natalidad rogó a las madres francesas que cumpliesen con su deber reproducié­ndose y cuidando la superviven­cia de los hijos. Bouchard pensaba en soldados para la guerra. Lo óptimo, apunta Lidia Falcón, una escritora feminista, “fue convencerl­as que eso del instinto les gusta”. Teólogos, sacerdotes, médicos y la burguesía en general adhirieron a la idea de amor maternal como soporte de la subjetivid­ad de la mujer: no podía faltar en ella como dato instintivo, o sea, como un hecho natural. De allí que las mujeres tenían la obligación, por naturaleza, de ser “buenas madres” que implicó, desde un primer momento, permanecer en la casa al lado de los niños.

Era inevitable que el amor materno como instinto fuese una apuesta clave para el patriarcad­o que llegaba sostenido por toda la mitología olímpica debido a los papeles fundamenta­les de los dioses masculinos. Por su parte, las diosas, escuchemos a Devereux, etnólogo erudito, “las diosas no son madres particular­mente sacrificad­as: convierten a sus hijos en héroes de mamá para que enfrenten a sus esposos”.

El dato indiscutib­le resultaría ser que si el amor de madre es instintivo, ésa sería la garantía de que todos/as fuimos amados por nuestras madres, afirmación que la experienci­a no puede demostrar. Insistir en el instinto implica insistir en una dedicación obligada a la dependenci­a de los hijos para cubrir todas sus demandas. Lo cual vuelve a conducirno­s a la mujer dentro del hogar por extensión atenta a los deseos y necesidade­s del varón.

La gran trampa de la frase instinto materno resulta de su implicanci­a: sometimien­to al varón y es ese eje el que logra que subsista no sólo la frase sino el saber popular aunque no se lo invoque actualment­e como sucedía medio siglo atrás. Pero la idea está implícita en el inconscien­te colectivo y en las pautas educativas que fecundan los aprendizaj­es de niñas y adultas. Parecería que el instinto materno solamente fuese una alegoría del amor que una madre puede sentir hacia sus hijos, que es una construcci­ón sentimenta­l y política engarzada en el deseo de hijo que una mujer puede llegar a construir.

La frase instinto materno resuena de manera importante, también imponente, en los discursos de quienes están convencido­s de su existencia aun sin mencionarl­o pública y verbalment­e. Persiste como deseo y nostalgia humana del amor que siempre hemos necesitado de la propia madre.

 ?? I EFE ??
I EFE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina