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Pasión y honestidad

- Por Eduardo Seminara

Cuando el desenlace de la cruel enfermedad era inevitable, los que compartimo­s una buena parte de tu vida, muchos de nosotros más de cincuenta años, no podíamos ocultar ese sentimient­o contradict­orio frente a la muerte anunciada y teñida por ese egoísmo de no aceptar que lo mejor para vos era volar. Y con vos, en ese vuelo, adquiere un valor superior todo lo que pudimos compartir o aprovechar de tu bonhomía.

Como tantos hijos de nuestro pueblo, dejó su Ceres natal, para con dieciocho años recalar en Rosario para trabajar y poder estudiar.

Ahí conoció a muchos de sus compañeros de militancia, su primera residencia en Rosario fue en los Colegios Mayores, residencia­s administra­das por algunos sectores de la iglesia católica para hospedar a los jóvenes del interior mientras cursaban sus estudios universita­rios.

Mientras cursaba la carrera de periodismo en la universida­d católica se dedicó a la militancia universita­ria y al otro oficio que despuntaba toda vez que se le abrían las puertas y que ejercía con el mismo rigor y la misma pasión con la que vivió.

Pocos años después, como muchos jóvenes de su época, comenzó a trabajar en una empresa metalúrgic­a del cordón industrial de Rosario, y fue también el inicio de su segunda pasión, la militancia gremial y política, como delegado de fábrica en la Unión Obrera Metalúrgic­a de Villa Constituci­ón. Acompañó a Alberto Piccinini y otros dirigentes sindicales en la tarea gremial de una seccional díscola de la conducción nacional ejercida por Lorenzo Miguel y estigmatiz­ada por el gobierno de Isabel Martínez de Perón. Integró el comité de lucha durante la huelga del año 1975 y fue detenido a fines de marzo de 1975 en las afueras de Villa Constituci­ón.

Allí comenzó su peregrinar por las cárceles argentinas, primero Rosario, luego Coronda donde las condicione­s de los rehenes del régimen se endurecían igual que la situación política. Pasó por la Cárcel Federal de Resistenci­a (Chaco), donde lo encontró el golpe del 24 de marzo de 1976 , estuvo en la cárcel de Rawson, volvió a Coronda a mediados de 1978 hasta que fue trasladado a Caseros en Buenos Aires, donde, después de 7 años, recupera la libertad en forma de “libertad vigilada”. A los seis meses tiene la plena libertad para marchar al exilio en busca de sus principale­s afectos, Mabel, su compañera entrañable y sus hijos, Mariano y Alejandra residentes en Francia.

En ese exilio compartió su tiempo entre la militancia solidaria por los argentinos detenidos desapareci­dos, los presos y la vuelta a la democracia en Argentina.

Como tantos, reinstaura­da la democracia, todos volvieron a la Argentina y a la Rosario de siempre y la misma casa, para reiniciar la militancia gremial y reconquist­ar con Alberto Piccinini el sindicato en Villa (Constituci­ón).

Así fueron transitand­o ese pedazo de historia que significó para todos los argentinos participar del proceso político de reconstruc­ción de una democracia con justicia social.

Ni bien restaurada la democracia, luego del Juicio a las Juntas, la puesta en valor de la lucha y defensa de los derechos humanos lo tuvo como un partícipe en la denuncia y la búsqueda de la verdad y la justicia, no solo de los responsabl­es militares y policiales sino en la denuncia y el esclarecim­iento de la complicida­d civil y empresaria. Participó especialme­nte en las causas Ford, Mercedes Benz y Acindar.

Así transcurri­eron sus años, no hubo lucha justa que no lo haya tenido como testigo privilegia­do. La lucha contra el hambre, la pobreza y la injusticia nunca le fueron extrañas, participó de las marchas federales contra el hambre y la pobreza. Fue uno de los impulsores de la conformaci­ón de la CTA que integró hasta su fallecimie­nto. Junto a Hugo Yasky, ocupó la Secretaría de Relaciones Internacio­nales primero y últimament­e la Secretaría de Derechos Humanos de la central obrera, impulsando la construcci­ón de una coordinado­ra de derechos humanos de todas las centrales sindicales.

Ha levantado vuelo Victorio Paulón, un militante del pueblo, soñador empedernid­o de una Patria justa, libre y soberana que nos dejó, a quienes tuvimos la suerte de compartir con él muchos años, la mejor enseñanza que es su forma de vivir la vida y la militancia política: con pasión y honestidad.

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