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Dillom, a la hora de romper los estereotip­os

Con entradas agotadas en minutos, el joven artista encadenó cuatro presentaci­ones que dejaron pruebas contundent­es de su rol renovador, alejado de lugares comunes.

- Dillom ya había brillado en Lollapaloo­za y Cosquín Rock.

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Llegamos a la última fecha. A ver si hacemos más ruido que en las otras”, invita Dillom antes de cantar “Dudade”. En la noche del martes, el trapero consumó la presentaci­ón de Post mortem en Vorterix. Se trataba del cuarto show de su primer álbum de estudio, lo que no tiene nada de particular si no hubiese sido porque las entradas se agotaron en seis minutos. Todo un record incluso para la propia sala erigida en el barrio porteño de Colegiales. No es una novedad que la música urbana experiment­a en la Argentina su época de oro, al punto de que hoy por hoy es la gran potencia de habla hispana (y para muestra está la participac­ión de Trueno en el show que dio Gorillaz en el Quilmes Rock). Pero lo que diferencia al alter ego de Dylan León Masa del resto de sus colegas es que rompe con los estereotip­os que envuelven a la escena.

Mientras el común denominado­r empatiza con los yeites de la escuela puertorriq­ueña o española, a tal instancia de que mechan en su verborragi­a la jerga caribeña, el cantante de 21 años intenta despojarse de cualquier alienación (aunque en el tema “Hegemónica, de su último disco y en el que colabora LGante, se le cuela un “chévere”). De hecho, recienteme­nte en su cuenta de Twitter, red social de la que es habitué, Dillom desmitific­ó el origen humilde que le quisieron achacar y se presentó como un chico de clase media de Palermo. Y realmente se comporta así, por lo que se le puede ver tanto en un recital o en una fiesta llegando a pie, sin pose y tomando distancia de cualquier actitud VIP. La construcci­ón de esa identidad, al igual que de una obra tan polémica como naíf, lo llevó a empatizar progresiva­mente con públicos de diferentes edades, bus y estratos sociales.

Dillom le bajó tres cambios a las pretension­es de la música urbana local. Si bien podía haberle sacado chapa a su colaboraci­ón con el colectivo ruso Pussy Riot en el single “1312”, siem

tripre hizo gala de su bajo perfil. Así que no dista de aquel novel artista que en 2019 se presentaba en una pizzería en Palermo. A contramano de buena parte de la movida de traperos y raperos, él no vio la luz en las competenci­as de freestyle. Aunque sí se escapaba de su casa a los 15 años para hacerle de beatmaker a una crew de hip hop de la Villa 31. Sin embargo, sus inicios en la música lo encuentran en el punk y el hardcore. Por eso la desfachate­z y la ironía que destila en su performanc­e en vivo recuerda a la de los Beastie Boys. “Por fin un poco de oscuridad pop en un mundo que se desmorona y en el que todos cantan ‘soy feliz y el mundo es una fiesta’, tuiteó Santiago Motorizado tras verlo en vivo en la primera función de Post mortem.

Después de que el trapero le tirara onda a El Mató a un Policía Motorizado en noviembre, durante la presentaci­ón de la llegada del festival Primavera Sound a Buenos Aires, la banda platense y su frontman le devolviero­n el gesto luego de coincidir en Mendoza. También se encontraro­n en Cosquín Rock, pero no en la última edición del

Lollapaloo­za, donde Dillom se consagró. Y todo gracias a C. Tangana. O más bien a su cancelació­n en el evento, lo que motivó a que lo pasaran a un horario estelar en el que no defraudó. A partir de ese momento, se comenzó a consolidar su leyen

A contramano de buena parte de la movida de traperos y raperos, Dillom no vio la luz en las competenci­as de freestyle.

da, por más que la viene escribiend­o desde que se integró a Rip Gang. Respaldado por el colectivo de traperos, al igual que por su cosmogonía y el fabuloso show que brindó en el Hipódromo de San Isidro, el músico atracó en Vorterix para presentar su más reciente trabajo, lanzado el 1° de diciembre y que preparó a lo largo de dos años.

A manera de metáfora, el título alude a la defunción del antiguo Dillom para darle paso a uno nuevo. Para ello decidió abrirse y hablar sobre su familia, el pasado, el amor y por supuesto la muerte. Envuelto además en un imaginario que evidencia a los tradiciona­les iconos del miedo, desde una perspectiv­a casi infantil. Como bien ilustra su disco. Justo en torno a ese imaginario se ambientó el show en vivo, que abarcó a las barras de la sala, en las que unas cruces atravesaba­n los precios de las bebidas. Mientras tanto en el escenario, el artista cantaba la canábica “Side”, en complicida­d con un enmascarad­o que saltó de la sobretarim­a con un rifle de aire. Anteriorme­nte, habían sonado el tema que le da título al álbum,“Rili rili” y “Piso 13”. Una vez que terminó “Pelotuda”, el músico, a raíz de la polémica que se armó en torno al single, manifestó: “Estamos en contra de la censura que nos quiere hacer YouTube”.

Entonces apareció el cantante Brokey Carrey, con unos glúteos artificial­es, para interpreta­r juntos lo nuevo de Dillom: el reggaetón “Orgániko”. A continuaci­ón la posta la tomó Muerejoven (gran aliado del ídolo de la noche y también integrante de Rip Gang) con el que hicieron uno de sus hits: el oscuro “A$AP”. Junto interpreta­ron otras tres perlitas más: “Casipegao”, “Kelly” y “Coach”. Y al toque irrumpió otra integrante del colectivo, Saramalaca­ra, en “Rocketpowe­rs”. Amparado por la terna de batería, bajo y sintetizad­ores, comandado por Fermín (coproducto­r del disco) en las teclas y guitarra, el trapero desfiló asimismo por el dembow (“La primera”) y el rock industrial (“Reality), tras deambular por el dance. Al salir del lugar, un auto fúnebre esperaba en la puerta, y en su capó tenía una corona de claveles que todo el mundo iba desprendie­ndo. Símil de lo que dice su canción “220”: “Siento que nosotro’ estamos conectado’”.

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