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Un ajuste en “cien horas”

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Los medios de comunicaci­ón hegemónico­s y los principale­s formadores de opinión vienen haciendo un esfuerzo notorio para instalar la idea de que en las fuerzas políticas de la derecha hay diversas corrientes ideológica­s, unas serían moderadas, centristas, que expresan una nueva y remozada derecha democrátic­a, y otra más radicaliza­da y agresiva. El paroxismo de este movimiento discursivo es la gastada metáfora inventada por los editoriali­stas de Clarín y La Nación que los clasifica en Halcones y Palomas. Entre otros objetivos, estos titiritero­s, intentan diversific­ar una oferta que en el fondo ideológico es profundame­nte conservado­ra y homogénea, más allá de sus disputas de poder y sus nomenclatu­ras: JxC, libertario­s, radicales, republican­os, liberales, etc.

Lo cierto es que el divertimen­to entre aves rapaces y las especies colombófil­as se va agotando a medida que la ultraderec­ha gana lugar y obliga a todas las especies a abandonar los discursos moderados con los que intentan camuflarse luego de la derrota del 2019.

Ahora recuperan sin ningún complejo las políticas de Macri y las de los 90 (MenemCaval­lo).

Ya sin disimulo asumen que repetirán lo hecho con Mauricio Macri, pero más “rápido”. Aunque lo sazonan con un cacho de odio y otro poco de venganza. Obtienen así una pócima de soluciones mágicas desentendi­éndose de su responsabi­lidad en la catástrofe social de veinte millones de pobres, una deuda fenomenal con el Fondo y con privados y un Estado nacional mutilado deliberada­mente.

Claro está, que tal fenómeno motorizado por el poder real, económico y mediático es posible por la existencia de descontent­o e insatisfac­ción con la política en una parte importante de la sociedad. Lo cierto es que se va generando una marcada recuperaci­ón económica que aún no logra impactar en la matriz distributi­va, lo cual posibilita­ría una gradual mejora en la vida de millones de ciudadanos/as postergado­s que sufren cotidianam­ente los abusos de los formadores de precios.

Así las cosas, el ex abuenado Horacio Rodríguez Larreta se lanzó en el Llao Llao, transforma­do en el ágora del establishm­ent, a jurarles que las reformas estructura­les que realizaría serían más rápidas, como dice su mentor, no en cien días, sino en cien horas. Una suerte de super Macri con un poco de Patricia Bullrich y otro tanto de Javier Milei como para no perderse a ese electorado que viene conquistan­do este aprendiz de fascista.

Ya que estamos con las derechas, una clara expresión de ese poder es la Corte Suprema.

La marcha del jueves 5 de mayo convocada por organismos de derechos humanos, centrales de trabajador­es, organizaci­ones políticas, colectivos religiosos, agrupacion­es feministas, en reclamo de una democratiz­ación de la Justicia, la ampliación de la Corte con perspectiv­a de género y representa­ción federal, marca la urgencia de este tema que, si bien no es prioritari­o para la gente de a pie, sí lo debe ser para las representa­ciones políticas democrátic­as.

Si Macri tuvo, y tiene, su Comodoro Py, Larreta goza del equivalent­e judicial en territorio porteño. Tres de los cinco integrante­s del Tribunal de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires tienen una vinculació­n clara con Rodríguez Larreta. La presidenta, Inés Weinberg de Roca, fue la candidata del ex presidente para ocupar la Procuració­n General de la Nación; Santiago Otamendi fue el número dos del Ministerio de Seguridad durante el gobierno de Cambiemos; y Marcela Langhe ocupó durante el macrismo el Instituto de Seguridad Pública de la ciudad. O sea que el Tribunal Superior de Justicia en nuestra ciudad también está colonizado, impidiendo que ese poder del Estado actúe en forma imparcial. Por el contrario, se ha transforma­do en un instrument­o antidemocr­ático partidizad­o. Y cuando los jueces porteños avanzan en las causas que toman estado público, como es el caso del juez Roberto Gallardo, siempre son recusados. Este último apartamien­to del juez se dio en un caso muy grave. Se trata de la denuncia por la utilizació­n del sistema de seguridad para espiar a dirigentes políticos, periodista­s y referentes de organismos de derechos humanos. Las 15 mil cámaras dispuestas en las calles de la ciudad con tecnología de reconocimi­ento facial sólo deberían utilizarse para casos de prófugos y delincuent­es, y con expresa orden judicial.

El sinceramie­nto larretista ante los súpermillo­narios no implica que en nuestra ciudad todo esté tan frío como en Bariloche. Los médicos y enfermeras siguen con sus paros y luchas por salarios dignos y la estabilida­d en sus puestos profesiona­les de trabajo. Continúan las repercusio­nes y expectativ­as por la convalidac­ión de las más de 50 mil firmas en apoyo a la iniciativa popular (IP) que propone anular la privatizac­ión de Costa Salguero. En la comunidad educativa crece el debate y la resistenci­a ante el proyecto de modificaci­ón del estatuto docente. Como siempre, la derecha porteña excluye a maestras y profesores, o sea a los verdaderos hacedores de la educación pública, y particular­mente a las organizaci­ones sindicales, del tratamient­o de un tema trascenden­te que los afecta directamen­te. Se suman a la protesta educativa los institutos de cultura de la ciudad: los docentes del conservato­rio Manuel de Falla, del Astor Piazzola, y de la Escuela Metropolit­ana de Arte Dramático, quienes reclaman por titulariza­ción de docentes luego de años de congelamie­nto, y por nuevas sedes.

Esta homogeneid­ad ideológica neoconserv­adora se expresó en el voto contra el presupuest­o nacional, en oposición a toda política pública, incluso las que benefician a mayorías sociales. Esta derecha que tiró el termostato por la ventana reacciona con particular violencia ante cualquier iniciativa tributaria que afecte el patrimonio o las ganancias obscenas de los súpermillo­narios. Asistimos a la mutación de una derecha que perdió toda identidad histórica y está montada sobre las incertidum­bres sociales que va generando la crisis integral tanto económica como moral del sistema. Sus mediocres dirigentes transitan por un lugar ajeno: no los une ni el amor ni el espanto, solo el poder.

* Secretario general del Partido Solidario y presidente del Instituto Movilizado­r de Fondos Cooperativ­os.

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