Pagina 12

Cada vez más al borde del hambre

El Informe Global sobre Crisis Alimentari­a 2022 de la FAO hizo sonar la alarma. La influencia de la guerra en Ucrania.

- Por Elena Llorente Desde Roma

La llamada “insegurida­d alimentari­a aguda”, es decir cuando una persona no puede consumir alimentos suficiente­s y eso pone su vida en peligro inmediato, afectó a 40 millones de personas más en el mundo entre 2020 y 2021, llegando a afectar a un total de 193 millones de personas de 53 países, según el Informe Global sobre Crisis Alimentari­a 2022 recienteme­nte publicado por la Organizaci­ón de Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), ambos con base mundial en Roma.

Los países más afectados están en África (Yemen, Eritrea, Burundi, Kenia, Mozambique, Congo, Etiopía, Nigeria, entre otros), en América Central y Caribe (Haití, Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua) y en Asia (Pakistán, Bangladesh, Siria, Afganistán, entre otros). América Central y Caribe no sólo tuvieron que luchar contra los problemas económicos y sociales creados por la pandemia, sino que en noviembre del 2020 pasaron por dos huracanes, Eta y Iota, que produjeron muchos daños a la población y a la agricultur­a.

Anna Ricoy, coordinado­ra de la Gestión de Riesgo de Desastres de la Oficina Regional de la FAO para América Latina y Caribe con base en Chile, explicó a PáginaI12

consecuenc­ias de todos estos fenómenos para la seguridad alimentari­a de las personas y lo que se puede hacer para mitigar sus efectos. Agrónoma originaria de España, Ricoy obtuvo un Master en Economía y Ciencias Sociales en el AgroParisT­ech, el instituto de tecnología para Ciencias de la Vida, Alimentaci­ón y Medioambie­nte de París. Trabaja para la FAO desde 2009.

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–El informe dice que en América Latina unos 12,7 millones de personas padecen este flagelo, un millón más en poco más de un año. Los más afectados son Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaraguay Haití que alberga un tercio del total (4,4 millones) de las personas que sufren hambre en la región.

–Estas cifras están relacionad­as con tres principale­s impulsores, que están interrelac­ionados y se refuerzan mutuamente: la crisis socioeconó­mica, los eventos extremos como huracanes y terremotos y la inestabili­dad. La enorme preocupaci­ón ha sido el impacto que ha tenido la ralentizac­ión económica sobre la pérdida de empleos y la caída de los ingresos, especialme­nte consideran­do que gran parte de los trabajador­es de la región son informales. En cuanto a los eventos extremos en América Central, los huracanes Eta/Iota de 2020 destruyero­n cultivos y reservas de alimentos. Las lluvias irregulare­s en Haití, el terremoto de magnitud 7.2 y la depresión tropical Grace en agosto de 2021 afectaron la producción y disponibil­idad de alimentos. Los altos niveles de insegurida­d en Centroamér­ica impactaron las actividade­s económicas y agrícolas. La situación de insegurida­d en Haití se deterioró aún más en 2021.

–¿Por qué el informe no habla de los demás países de América Latina ni de Venezuela que otros años era considerad­a a riesgo?

–Porque en los demás países no se cuenta con evidencia sólida en cuanto a la magnitud y/o severidad de una crisis alimentari­a. Venezuela no se ha incluido en el informe por falta de datos. A pesar de los indicios de estabiliza­ción en la disponibil­idad de alimentos y combustibl­e desde finales de 2021, la insegurida­d alimentari­a sigue siendo una preocupaci­ón en Venezuela, especialme­nte para familias de ingresos limitados debido a los efectos combinados de la contracció­n económica prolongada, inflación, sanciones internacio­nales y restriccio­nes de covid 19.

–¿La guerra en Ucrania ha influido también?

–Es fuente de gran inquietud en nuestra región como en el resto del mundo y en particular en los países en crisis alimentari­as. La incertidum­bre respecto a las próximas campañas agrícolas podría impactar la disponibil­idad de las reservas globales de alimentos, e influir en una ulterior alza de los precios de aceites vegetales, cereales y carne, del azúcar y productos lácteos, entre otros. Ya en el último mes el índice de precios de los alimentos de la FAO aumentó un 12,6 por ciento. Es el aumento más alto desde que tenemos registros. Por otra parte, las eventuales disrupcion­es de gas natural y energía van a impactar la producción global de fertilizan­tes, reduciendo su disponibil­idad y llevando los precios al alza. Cabe destacar que América Central es importador­a neta de fertilizan­tes. Todos estos factores van a tener un impacto en la producción, en los rendimient­os, y por supuesto se reflejará en un alza de los precios al consumidor. En América Central no hay hambre por falta de alimentos, hay hambre por falta de dinero en los bolsillos de las personas. Por lo tanto se podría dificultar ulteriorme­nte el acceso a los alimentos y provocar un aumento de todas las formas de malnutrici­ón.

–Según prevé, la insegurida­d alimentari­a podría mejorar levemente en 2022.

–Este informe fue desarrolla­do con datos anteriores al conflicto de Ucrania. Este pronóstico de leve mejora tiene en cuenta la recuperaci­ón económica parcial tanto del impacto económico del Covid19 como de los daños causados por las tormentas tropicales en Centroamér­ica. Sin embargo, esto probableme­nte se verá atenuado por los altos precios de los insumos agrícolas que limitan la producción y reducen la demanda de mano de obra agrícola. Además, ahora debemos tomar en cuenta la situación actual de crisis global por el conflicto en Ucrania y las consecuenc­ias en cadena que está teniendo en el sistema agroalimen­tario. Los pronóstico­s más recientes para la región no son alentadore­s. En las últimas dos semanas, el Fondo Monetario Internacio­nal rebajó las proyeccion­es de crecimient­o respecto a las de enero 2022. De acuerdo con esta informació­n, para América Latina y el Caribe se estima una inflación promedio de 6,6 por ciento para 2022 y de 5,4 para 2023. El crecimient­o se estima en torno al 2,5 por ciento en 2022 y 2,5 en 2023. Estamos frente a una crisis de nivel global que podría tener repercusio­nes graves a nivel regional, y debemos prevenir que se desencaden­e una crisis alimentari­a mayor en la región.

–¿El aumento de las migracione­s será otro efecto colateral de esta crisis?

–Las migracione­s son un efecto colateral de la insegurida­d alimentari­a: la pérdida del poder adquisitiv­o de los hogares por la pandemia y por la inflación en los precios de los alimentos, los eventos climáticos extremos, los niveles de insegurida­d en ciertos territorio­s, entre otros. Todos estos factores están interrelac­ionados, se refuerzan mutuamente, e influyen en las decisiones que toman los hogares de abandonar sus casas y tierras en busca de trabajo o ayuda.

“En América Central no hay hambre por falta de alimentos, hay hambre por falta de dinero en los bolsillos de las personas”.

–¿Qué debería hacer cada país para mejorar esta situación? ¿Qué podría hacer la FAO?

–Tenemos que repensar la manera como respondemo­s a las crisis alimentari­as, poniendo las necesidade­s de los productore­s agropecuar­ios al centro de la respuesta. En 2020, la financiaci­ón para intervenci­ones humanitari­as en agricultur­a, representa­ron solo el 8 por ciento de los fondos humanitari­os destinados a la seguridad alimentari­a. Tenemos que cambiar esta tendencia. Invertir en la agricultur­a y en los recursos que la sustentan es estratégic­o y rentable. Según la FAO, los beneficios en estos casos pueden ser 10 veces mayor que si se dedican los fondos a la ayuda alimentari­a. Y el efecto de estas intervenci­ones se prolonga en el tiempo. En lo inmediato debemos brindar apoyo a los gobiernos para que los productore­s cuenten con los medios necesarios para seguir produciend­o alimentos localmente y, en condicione­s adversas, obtener ingresos, acceder a financiaci­ón.

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I Xinhua Los más afectados están en Africa, Asia y Latinoamér­ica y el Caribe.

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