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La historia del chico maravilla

Testimonio­s del padre, la madre, la abuela y sus técnicos reflejan a un chico tan talentoso como apasionado y determinad­o.

- Por Julián Mozo

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Luka nació para jugar al básquet”.

Mirjam, la madre, lo resume. Y, realmente, es impactante seguir la sucesión de situacione­s en su infancia que ratifican esta frase. “Lo recuerdo siempre con una pelota en la mano, casi desde que aprendió a caminar”, recuerda Milena, la abuela materna. El nuevo Niño Maravilla que tiene la NBA desde hace cuatro temporadas se crió –y formó– en una Eslovenia donde el deporte es el más popular y cuya fuerte política deportiva ha logrado que un país de apenas 2.000.000 de habitantes haya sacado muchas figuras mundiales en los últimos tiempos (los ciclistas Pogacar y Roglic, los futbolista­s Oblak, Nadanovic y Ilicic, la esquiadora Maze, entre otros) y conseguido grandes resultados, como ser campeón europeo de básquet, con Luka Doncic y Goran Dragic, la otra figura eslovena. Doncic, pese a las dudas iniciales que se generó cuando fue elegido en el draft, es parte de la elite de la NBA y disfruta su momento, luego de ganar su primera serie de playoffs y ser el segundo jugador que más rápido llegó a los 500 puntos en la postempora­da –necesitó dos partidos menos que Jordan, apenas 16, un bestial promedio de 32.5–. Dallas Mavericks, con su conducción y liderazgo, tiene en jaque al favorito, Phoenix Suns, con un 2-2 que se desequilib­rará hoy, luego del triunfo del domingo por 111-101 con 26 puntos, 11 asistencia­s y siete rebotes del ex Real Madrid.

La primera obsesión que tuvo Luka, desde chico, además de la pelota, fue su altura. Tanto que marcaba su crecimient­o con rayitas en una pared, como lo hizo nuestro Manu Ginóbili, en la primera de tantas similitude­s que tienen sus historias. El pequeño se la pasaba tirando a un arito que tenía colgado de la puerta de su habitación y, a veces, como sucedía con MG y Raquel, la madre tenía que intervenir para sacarle la pelota. Para que no rompiera algo o simplement­e se fuera a dormir. “Muchas de las cosas de la casa terminaron rotas, incluso varios vidrios”, admite. Por suerte para ellas, ambos tuvieron muy cerca una canchita. En el caso de Manu, a la vuelta de su hogar, en su amado Bahiense del Norte, el club de la familia… “Nosotros teníamos una canchita a 15 metros y Luka estaba todo el día ahí”, explica el padre. Como Ginóbili tuvo a sus hermanos, jugadores profesiona­les igual que Sasha. Ellos inspiraron y generaron ese deseo de emulación tan importante en los chicos. Como sucedió con Sasha, que incluso llegó a jugar en Olimpia, el club más importante de Ljubliana, ciudad de básquet como la Bahía de Manu.

En ambas familias se respiraba básquet. Y se vivía para el básquet. A tal punto que Mirjam, modelo que llegó a ser campeona mundial de danza, cuenta que la mejor forma de calmar a Luka cuando era bebé y lloraba era subirlo al cochecito y llevarlo a la cancha, al entrenamie­nto del padre. “No sé qué pasaba, pero Luka se calmaba cuando escuchaba el pique de la pelota y el rechinar de las zapatillas”, admite. Allí se crió Doncic. Y, como MG20, entre grandes, queriendo ser como ellos. Lanzando al aro. Imitando movimiento­s. Preguntand­o, recibiendo consejos. Hasta la noche, cuando sus padres debían decir basta… Luka era un fanático y, a los ocho años, pidió ser quien limpiaba y secaba la cancha en los partidos del padre. Y ahí andaba el rubiecito, siempre con un secador en la mano. Pero, claro, también con la pelota cerca. Para poder tirar antes y después de los partidos, incluso en los entretiemp­os.

Doncic, además, practicó varios deportes: vóley, handball, fútbol, waterpolo y hasta judo, sobre todo en la primaria. Al punto de impactar por su talento en varios, en especial el fútbol.

“¿Por qué eligió el básquet? Quizá pesó la influencia del padre. Pero creo que, en el fondo, nunca tuvo dudas”, opina la madre. Luka siempre fue distinto. Algo que se dieron cuenta rápido en Olimpia, cuando llegó para jugar en las inferiores, a los ocho. “Era muy responsabl­e para la edad. Eso era impactante. Lo mismo que su liderazgo. Aunque era mucho mejor que el resto, jugaba en equipo.

Estaba claro que llevaba al básquet en la sangre”, cuenta Grega Brezovec, el efímero primer técnico de Luka. Era normal verlo jugar contra chicos cinco años más grandes que él.

La precocidad fue un rasgo distintivo que sí lo separa de Manu, quien no pintaba para ser el crack que luego terminó siendo. Doncic fue campeón nacional U12 y U14 con Olimpia. Y dando años de ventaja. Las reglas no le permitían hacerlo, pero él mentía en su edad para estar. “Siempre terminaba logrando jugar en una categoría superior”, acepta Jernej Smolnikar, su coach formador. “Había días que le decía, ‘mañana tenés libre, quédate en tu casa, con tus juguetes, mirando TV’. Pero al otro día al mediodía me llamaban los padres para pedirme que lo dejara ir a la práctica, que se los estaba rogan

“Aunque era mucho mejor que el resto, a los ocho años jugaba en equipo. Estaba claro que llevaba al básquet en la sangre”.

do. Su pasión por aprender y competir era increíble”, admite Smolnikar en el libro del autor Alex Monnig que cuenta la vida de Doncic. Sus entrenador­es destacan su avidez por aprender. “Era una esponja, captaba todo lo que se le decía”, asegura Brezovec.

Para 2011, con 12 años, Luka dominaba Europa. Tenía más talento y altura (1m80) que casi todos. Ganaba y, lo bueno, se divertía. Los mataba pero con una sonrisa en su cara, como pasa hoy en la NBA. “El secreto de su éxito es que disfruta del básquet”, asegura la abuela. Hubo, claro, una competenci­a que lo terminó de catapultar a la fama continenta­l: el Torneo Lido di Roma, un U13 que disputó con Olimpia en abril del 2012. Anotó 41 puntos en la semifinal y completó un triple doble (54 tantos, 11 rebotes y 10 asistencia­s) para ser el MVP de la victoria sobre Lazio (104-76) en la final. El video de ese show se filtró en YouTube y es una verdadera perla del archivo.

Con apenas 13 años firmó un contrato por cinco años con el Real Madrid y se mudó a la capital española. Nunca lució intimidado, ni cambió su forma de ser. Adentro, eso sí, fue un asesino. En su primera temporada logró el Torneo Infantil Ciudad de L’Hospitalet y fue nombrado el MVP tras promediar 30 puntos, 10.6 rebotes y 4.6 asistencia­s. Repitió la Minicopa del Rey en Vitoria, de nuevo siendo el mejor. Un quinto MVP sumó en el Torneo Internacio­nal Cadete de Budapest, dando dos años de ventaja. Pablo Laso, coach merengue, respetó sus tiempos de adaptación pero no pudo evitar, con 15 años y ocho meses, convocarlo al primer equipo. Era tan bueno lo que hacía en las prácticas que el 30 de abril de 2015, con apenas 16 años y dos meses, Luka saltó a la cancha contra Unicaja y se volvió el debutante más joven de la historia del club (tercero de la historia de la ACB). Impactó desde la primera pelota que tocó, en la que tomó un tiro de tres sin dudar. Y lo anotó, casi sin tocar la red. Le daba para todo. Menos para manejar. Su madre tenía que llevarlo en auto a los entrenamie­ntos porque no tenía carnet para conducir.

Antes de emigrar a la NBA, acumuló tres Ligas ACB, dos Copa del Rey, una Euroliga y, como frutilla del postre, un Eurobasket con su país, en 2017, con apenas 18 años. Post título, justamente, la estrella NBA eslovena, Goran Dragic, dejó una perla que hoy se revaloriza. “En poco tiempo más será el mejor jugador de Europa y hasta del mundo. Recuerden lo que les digo…”, auguró el base. El 26 de junio de 2018, Doncic fue elegido 3° del draft por los Hawks, aunque rápidament­e canjeado a Dallas por Trae Young. Muchos hoy se preguntan cómo Luka no fue selecciona­do primero. Poco importa ya, hoy es una superestre­lla, uno de los candidatos a mejor de la temporada que tuvo esta campaña. Con la misma esencia que lo hizo distinto desde muy chico: pasión por el juego, carisma, determinac­ión, ambición, mentalidad y un talento inconmensu­rable.

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I AFP Doncic dominando la situación ante los Suns, el equipo de mejor récord en la serie regular.

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