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Entre la euforia y el sosiego

Con una austera puesta escénica, el uruguayo radicado en España eligió apoyarse un poco más en su banda y moverse más en el escenario.

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Músicos/as: Jorge Drexler ( voz y guitarra), Borja Barrueta (batería y coros), Javier Calequi (guitarra y coros), Meritxell Neddermann (teclado y coros), Alana Sinkëy (coros y percusión menor), Miryam Latrece (coros y percusión menor), Carles Campón (bajo, programaci­ones y coros) Lugar: teatro Gran Rex

Fecha: Viernes 6 de mayo.

Repite el 13, 14 y 15.

Público: 3.200 espectador­es por función. Duración: 120 minutos. en uno de los momentos más destacados de la noche, el guitarrist­a y director musical Javier Calequi llevó el pulso rítmico en “¡Oh, algoritmo!”, una canción que reflexiona sobre el libre albedrío y los algoritmos matemático­s que organizan el mundo digital.

“Aprovechem­os este momento para reencontra­rnos. Y ojalá el camino se vaya abriendo”, dijo Drexler y pidió permiso para hacer una canción de los primeros años, “Era de amar”, de Vaivén (1996), que fusionó con unos versos de “Puente”, de Gustavo Cerati. “Usa el amor como un puente”, cantó varias veces, en sintonía con el leitmotiv de su disco nuevo. A modo de celebració­n de los treinta años de la salida de su primer disco, entregó también una versión del candombe “Aquellos tiempos”, de

(1999), que apela a la memoria en torno a la dictadura militar uruguaya. “Le quiero dedicar esta canción a todo el personal sanitario. Un montón de personas que se sacrificar­on para que estemos aquí”, dijo luego.

En ese plan de rescate, también, regaló un momento de intimidad con la guitarra e interpretó a pedido de alguien del público “730 días”, otro de sus clásicos. Después de la ternura de “Salvapanta­llas” y la profunda y zen “Tinta y tiempo”, Drexler se quedó solo en el escenario con la tecladista Meritxell Neddermann para hipnotizar al teatro con las nuevas “El día que estrenaste el mundo” (sobre una foto del nacimiento de su primer hijo) y “Duermevela”, una especie de canción de cuna dedicada a su madre Lucero Prada (fallecida en 2018).

Desde otro enfoque del concierto, también hubo lugar para el baile y la euforia rítmica, con aportes claves del baterista Borja Barrueta y el bajista Carles Campón. Con esa impronta, sonaron “Tocarte” –una canción que compuso junto a C Tangana, Víctor Martínez y su hijo Pablo Drexler en clave música urbana–, “Telefonía”, “Silencio”, “Cinturón blanco” y la tropical “Luna de Rasguí”. “Que este show sea un punto ciego de la pena”, deseó Drexler y propuso disfrutar ese momento compartido. Agradeció una y otra vez al público por haber llenado el teatro en tiempos de crisis económica y sanitaria. Por momentos, se lo vio emocionado y propicio varias veces la interacció­n con el público, como en “Corazón impar” y la percusión con los pies.

En “Amor al arte”, la última de la lista, invitó a sus músicos a cantar el estribillo de la canción, bien al frente del escenario. “¡Cobra lo que tengas que cobrar pero hazlo por amor al arte!”, cantaron a coro e invitaron a “no confundir precio valor” y hacer las cosas siempre “con el corazón adelante”, como el enseñó alguna vez su maestro Fernando Cabrera.

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