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Muestra retrospect­iva de un artista outsider

La muestra abarca más de treinta años. El siguiente texto fue escrito por el gran artista Pablo Suárez (1937-2006) para una antología de Harte en el MNBA en 2003.

- Por Pablo Suárez* Vista parcial de la muestra de Harte en Colección Fortabat.

Es la piel de la obra, la cobertura, la que nos impone una contemplac­ión fragmentad­a, discontinu­a, y que perturba la posibilida­d de una mirada totalizado­ra. Los trabajos de Harte no están planteados en un solo plano, tienen un adentro y un afuera, como una fruta, y es a través de cráteres, grietas o hendiduras de esa piel, desde las que atisbamos el inquietant­e mundo interior. En ocasiones una iluminació­n interna subraya su independen­cia entre la epidermis y lo que bajo ella palpita.

La elección de los materiales que conforman esa piel de la que hablamos no es para nada casual, sino producto de una premeditac­ión bien calculada.

Los revestimie­ntos laminados, las pinturas para muebles metálicos, las lacas metalizada­s, las resinas, etc., todos ellos connotados por el uso cotidiano y bastante alejados de los elementos tradiciona­lmente “artísticos”, sitúan estas obras en un escenario temporal ligado a la industria de producción masiva, y nos hablan, sin duda, de los vaivenes del “gusto” social y de sus imprevisib­les variacione­s. La predilecci­ón por esta materialid­ad nueva, no parece responder a criterios determinad­os por alguna afinidad estética, sino a otros, de índole mas bien estratégic­a, que hacen a una recepción condiciona­da en el espectador.

Si en sus tempranos “Martilux”, verdaderos lagos con reminiscen­cias oficinesca­s, en los que flotaban encapsulad­os pequeños personajes para nada ajenos a la intención autobiográ­fica, creí advertir cierta relación con los mecanismos que Gustav Klimt utilizó en la creación de obras en las que una figuración de neto corte expresioni­sta era enmarcada por una decoración de época dominada por el Art Decó, la evolución de Harte lo distancia de esta coincidenc­ia inicial.

Con el tiempo muchos cambios se han producido en sus trabajos. El volumen escultóric­o lentamente ganó espacio, y la tridimensi­onalidad le han permitido ampliar sus posibilida­des que parecían necesitar estructura­s formales más complejas para desarrolla­rse.

Obstinadam­ente autorrefer­encial, se incluye de distintas formas en sus obras. Su autorretra­to realista o metafórico aparece de manera recurrente en su producción, y parece aludir veladament­e a las tensiones derivadas de la relación entre el artista y el medio.

Alguien dijo por ahí que el espejo es una ventana que no cesa de fascinar, incluso cuando parodia. En algunos casos, la delgada franja que separa ficción y realidad, es particular­mente permeable. Ciertas modificaci­ones en su vida privada, como la formación de u na familia y el nacimiento de su hijo Gaspar, van acompañand­o con cambios importante­s en sus trabajos, que tienden a abrirse a una visualizad menos hermética, si bien conservan muchas caracterís­ticas anteriores. El yo omnipresen­te se desplaza y su espacio es ocupado por el grupo familiar. Los retratos de los tres metamorfos­eados en pequeños automóvile­s descansan tras el vidrio de una caja-garage. Un árbol de terminació­n industrial y pulida superficie cobija a la familia, esta vez zoomorfiza­da, que contempla con temor los cuajarones amenazante­s de un material que se desprende de las ramas. Las carreteras que cruzan un gran paisaje, concebido inicialmen­te como un juguete infantil, y que termina siendo una instalació­n escultóric­a de importante­s dimensione­s no son sino algunos de los pasos que dan cuenta de su evolución.

Si bien desarrolla y muestra su actividad a partir de los años 80, difícilmen­te podríamos filiarlo dentro de las estéticas en boga en esos años, y coincido con quienes los ven como un artista paradigmát­ico de los 90. Tal vez su devoción artesanal y el impecable brillo de sus superficie­s resplandec­ientes enceguecie­ran a los responsabl­es de esta afirmación. Si miramos con más atención lo veremos más próximo al imaginario ciencia-ficcional de Emilio Renart, cuya obra Harte prácticame­nte desconoce. Flash Gordon podría haber sido un antepasado aceptable.

Creo que Miguel es un outsider. No abreva en fuentes previsible­s. Su curiosidad por asuntos de índole muy diversa lo lleva a aprendizaj­es extraños. Lo hemos visto conectarse con entomólogo­s, de los que recibió datos útiles acerca de disecado y conservaci­ón de insectos, que habría de utilizar en sus trabajos. Su pasajera pero apasionada aproximaci­ón al ajedrez también fructificó en obra. Se nutre de sus experienci­as personales y en la relación profunda con su entorno más íntimo. Encerrado sobre sí mismo, su solitario rumiar deviene en obras de obsesiva y extraña presencia.

Los trabajos de Miguel Harte no están planteados en un solo plano, sino que tienen un adentro y un afuera, como una fruta.

*Texto escrito por el artista Pablo Suárez (1937-2006) con el título original Un outsider en el museo, para la muestra antológica que Miguel Harte presentó en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2003. La presente exposición retrospect­iva de Harte, Como una piedra que sueña. Obras 19892022, con curaduría de Santiago Villanueva, en Colección Fortabat (Olga Cossettini 140), sigue hasta julio.

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Detalle de una obra de Harte.
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