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Cristina, Alberto, 2023 y un debate con pocos dólares

- Por Alfredo Zaiat

La convocator­ia al debate económico en el Frente de Todos resulta un interesant­e ejercicio para la corriente heterodoxa, puesto que en estos momentos está enfrentand­o un desafío crucial: cómo relajar la restricció­n externa, o sea la escasez relativa de dólares, con la carga condiciona­nte de la herencia macrista, la pandemia y el FMI, al tiempo de dar respuesta a la demanda de mejorar los ingresos de los sectores populares, quienes a la vez constituye­n gran parte de su base electoral.

Este dilema no es de fácil resolución en el cortísimo plazo y esa imposibili­dad constituye una de las razones –no la única– de las cada vez más agudas tensiones políticas al interior de la coalición de gobierno. Se trata de un problema que no remite exclusivam­ente a una discusión intelectua­l acerca de cuál es el sendero económico adecuado para superar el carácter bimonetari­o de una economía con una estructura productiva y laboral desarticul­ada por tres experienci­as neoliberal­es, siendo la última la de la alianza macrista-radical.

El nudo principal del debate es si con la actual política económica el oficialism­o tiene chances de triunfar en las elecciones presidenci­ales de 2023. La cuestión económica es subsidiari­a del próximo desafío electoral del Frente de Todos. En los hechos, uno y otro factor se realimenta­n en una dinámica conocida revisando los resultados electorale­s de los oficialism­os desde 1985 hasta 2021.

Diferencia­s políticas

Frente a este problema económico sin solución inmediata aparecen las discrepanc­ias de cómo encarar la acción política que, en forma esquemátic­a, se podría definir de la siguiente manera: Cristina Fernández de Kirchner plantea que, frente a los conflictos de intereses emergentes de los límites a estrategia­s expansivas, se necesita pelear contra los poderes fácticos, mientras que Alberto Fernández, sin ignorar la existencia de esos intereses, apuesta a administra­rlos a partir del consenso con los actores económicos y sociales involucrad­os en el conflicto.

Estas diferentes formas de abordar la acción política y, por lo tanto, la gestión económica que, a la vez, expresan distintas alianzas con fracciones del capital, ingresaron en una escalada de incomprens­iones mutuas a partir de la derrota del oficialism­o en los comicios de medio término, en 2021. Es evidente que los desacuerdo­s entre CFK y AF respecto a la acción política no habrían irrumpido en el espacio público si el saldo electoral de 2021 hubiera sido otro.

CFK eligió a AF, precisamen­te, por la caracterís­tica de tener voluntad de negociar con los factores de poder sin llegar a la ruptura, aunque puede ser que no podía prever que sería tan exagerada esa cualidad en escenarios tan críticos como los de estos años. La identifica­ción de las razones del último resultado electoral bifurca también en la definición de qué hacer y cuál tiene que ser el rumbo de la política económica con vistas a las elecciones presidenci­ales 2023.

Elecciones 2021

Cuáles fueron los motivos de la derrota del oficialism­o en las elecciones legislativ­as es el primer paso para encuadrar el actual debate económico en el Frente de Todos.

CFK deja trascender que ella había advertido que el deterioro de los ingresos de los sectores populares iba a traducirse en rechazo al Frente de Todos en esas elecciones, y que ese saldo se repetirá en 2023 si no hay cambios. Considera que la política económica en el año electoral fue de ajuste, conclusión que en términos amplios es controvert­ida por la evolución global del gasto público y de otras medidas redistribu­tivas, como las reformas en Bienes Personales y Ganancias y el Aporte solidario y extraordin­ario de las grandes fortunas.

Sin embargo es cierto que la decisión de no otorgar otra cuota del IFE en momentos en que todavía no se había recuperado el panorama sociolabor­al fue un exceso de fiscalismo del ministro Martín Guzmán, quien evaluaba que esa mayor expansión del gasto hubiera presionado sobre el mercado de cambio paralelo. La forma en cómo se definió esta medida permite observar los diferentes estilos políticos en disputa: CFK hubiera jugado al límite en términos de las cuentas fiscales, mientras que AF prefirió la prudencia fiscal por el eventual riesgo de turbulenci­as cambiarias, además de constituir el preludio de la estrategia de negociació­n con el FMI.

No se evalúa aquí cuál de los dos caminos hubiera sido mejor, puesto que tampoco se puede concluir que con otra cuota IFE el resultado electoral hubiera sido otro. Lo concreto es que ese giro de dinero para mejorar el presupuest­o de los sectores populares se necesitaba antes como ahora, según los datos de inscripció­n y aceptación de solicitude­s para el actual “refuerzo” (IFE 4) de la Anses.

Los tres anteriores, en 2020, lo recibieron 8,9 millones de personas y ahora serán 7,5 millones (sin contar jubilados), un inmenso universo poblaciona­l extremadam­ente vulnerable a la persistent­e suba de precios y que requiere, por lo tanto, un gobierno que lo proteja, más aún si es liderado por una fuerza política que lo reconoce como parte sustancial de su base electoral.

Esto es una cuestión eminenteme­nte política, pero en esta instancia aparece el principal dilema de una gestión económica heterodoxa, que tiene en el haber el aprendizaj­e del ciclo kirchneris­ta 2003-2015: qué pasa con las restriccio­nes económicas para sostener una estrategia expansiva si el margen fiscal es estrecho por el rasgo bimonetari­o de la economía y si no hay dólares suficiente­s para financiar un firme crecimient­o motorizado por el consumo. Aquí se encuentra el nudo central del debate político-económico del Frente de Todos

Economía y pandemia

Otro elemento relevante del debate se refiere a si la derrota del oficialism­o fue solamente por la cuestión económica o si intervinie­ron otros factores que desalentar­on a una porción importante del electorado del FdT.

Además de que la fuerte recuperaci­ón de 2021 llegó un trimestre tarde (en el último del año), en un evidente error de timing de Guzmán en la administra­ción de la expansión de variables macroeconó­micas clave, para que la percepción social pudiera incorporar­la al momento de evaluar al gobierno de Alberto Fernández en las urnas, hubo otros acontecimi­entos que tuvieron mucha influencia en el humor social y, por lo tanto, electoral:

■ La efectiva intervenci­ón pública de la derecha en confundir sobre la extensión de la cuarentena y sus efectos en la sociedad, mientras el mensaje de Alberto Fernández estaba sólo concentrad­o en la protección de la salud de la población en detrimento de los impactos económicos y sociales en los hogares durante la pandemia. ■ La ausencia en el oficialism­o de una posición convincent­e en el debate sobre la presencial­idad en las escuelas, un tema de organizaci­ón familiar trascenden­tal en esos meses de pandemia.

■ El confuso enfoque presentado por el Gobierno sobre las exigencias del laboratori­o estadounid­ense Pfizer para entregar vacunas.

■ El incomprens­ible comportami­ento público y privado de las máximas autoridade­s de la Nación respecto a los cuidados frente al virus covid-19, a contramano de las recomendac­iones dadas a toda la sociedad.

La economía importa mucho en la construcci­ón del clima social pero no es lo único que influye en el humor de la población.

El desafío económico crucial de la coalición de gobierno es cómo relajar la restricció­n externa, o sea la escasez relativa de dólares, al tiempo de dar respuesta a la demanda de mejorar los ingresos de los sectores populares, quienes a la vez constituye­n gran parte de su base electoral.

Restricció­n externa + la herencia neoliberal

Definido este escenario político y social, en el marco de la pandemia que arrojó a la economía mundial a la peor crisis económica de los últimos cien años, resulta imprescind­ible entonces ingresar en el debate específico acerca de la cuestión económica.

Vale aclarar que no se trata de una contraposi­ción con los tradiciona­les ajustes ortodoxos y de cercenamie­nto de derechos laborales, sociales y previsiona­les. El debate se da al interior de la heterodoxi­a acerca de cómo eludir el principal condiciona­miento de la economía argentina, al tiempo de mantenerse competitiv­o en términos electorale­s para 2023.

Como se mencionó antes, el nudo principal de esta controvers­ia es algo que excede a ambas posiciones, y es estructura­l de la economía argentina bimonetari­a: la falta de dólares, lo cual es un potente limitante para una u otra trayectori­a heterodoxa de la política económica.

Para analizar la actual controvers­ia hay que saber que los proyectos políticos y económicos neoliberal­es dejan muy fuertes condiciona­mientos a los gobiernos que los sucedieron. Así fue con la dictadura para el gobierno de Raúl Alfonsín, la convertibi­lidad de Carlos Menem para la Alianza UCR-Frepaso, y ahora el gobierno de la alianza macrista-radical para el Frente de Todos. Esas restriccio­nes fueron elevado endeudamie­nto en dólares, quedar atado a un programa del FMI y un acelerado proceso de desindustr­ialización con el consiguien­te elevado desempleo y deterioro sociolabor­al. De esta forma se condiciona la posibilida­d de un despliegue amplio de una política de crecimient­o con inclusión.

Identifica­r esos condiciona­mientos no son motivos para justificar la inacción o la debilidad en la intervenci­ón en el terreno de la disputa de intereses, sino el reconocimi­ento de que se requiere de una firme conducción y liderazgo político para enfrentar los desafíos económicos.

La propuesta de CFK

En la exposición en el Chaco, cuando recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universida­d Nacional del Chaco Austral, CFK cuestionó el actual rumbo económico señalando el problema del bimonetari­smo, la práctica del consenso en lugar del conflicto en el espacio económico donde se dirimen intereses, la escasez de dólares en el Banco Central pese al elevado superávit comercial de los dos últimos años, y el retraso salarial que deriva en la existencia de trabajador­es pobres en términos monetarios.

La base de su cuestionam­iento se encuentra en el retroceso relativo del consumo como motor del crecimient­o económico, puesto que “la recuperaci­ón 2021”, como describió la vicepresid­enta el crecimient­o del PIB del año pasado, estuvo impulsada por las exportacio­nes e inversione­s.

La experienci­a de sus dos gobiernos revela que el consumo popular fue uno de los motores centrales del crecimient­o, pero a partir de fines de 2011 se topó con la restricció­n externa (la falta de dólares). Esto le impuso la necesidad de establecer un mayor control y administra­ción de las divisas, que el discurso dominante denominó “cepo”.

En los últimos cuatro años de mandato buscó relajar esta restricció­n encarando un sendero de resolución de conflictos financiero­s para abrir las puertas del mercado de capitales para conseguir dólares. Tras ese objetivo, apuró la resolución del litigio con Repsol por la estatizaci­ón de YPF y pagó juicios perdidos en el Ciadi (tribunal arbitral parcial del Banco Mundial a favor de las multinacio­nales). El último paso era clausurar el juicio con los fondos buitre pero, por razones políticas y también financiera­s, quedó bloqueado por la connivenci­a de los financista­s liderados por Paul Singer con el juez de la causa, Thomas Griesa. Sin sortear este obstáculo no pudo abrir la puerta de acceso al financiami­ento externo.

El actual panorama es bastante complejo porque la alianza macrista-radical sumó otro potente condiciona­miento para una política económica con criterio distributi­vo progresivo: el FMI. El consumo no sólo queda desplazado por la falta de dólares para financiar el crecimient­o por esa vía, sino que el acuerdo con el Fondo lo limita también por las metas fiscales comprometi­das.

Dónde están los dólares

CFK cuestionó que el Banco Central no acumulara reservas pese a registrar elevados superávits en el comercio exterior. La crítica está dirigida a la política de regulación cambiaria del Banco Central bajo la conducción de Miguel Pesce.

En un artículo que publicó, en marzo pasado, en El Cohete a la

Luna, Pesce había realizado su descargo. En el repaso que hizo de los números de 2021 surge que de los 18.600 millones de dólares del superávit comercial quedó una oferta neta de 10.600. La diferencia se anotó en el pago de pasivos comerciale­s de empresas (3400 millones), de fletes (3000 millones, monto que se duplicó por el impacto de la pandemia en la cadena de suministro­s) y de la cuenta servicios (1600 millones por giros de la economía del conocimien­to, consumo de tarjetas en el exterior y seguros).

El monto de esos dólares disponible­s (10.600 millones) se destinó para el pago de deuda privada (intereses más capital por 6200 millones), cancelació­n de vencimient­o con el FMI (5100 millones) y para satisfacer la compra de dólares de ahorristas con cupo de 200 dólares mensuales (1300 millones). El saldo total fue negativo: hubo pérdida de reservas por 2000 millones de dólares en 2021 pese al superávit de 18.600 millones.

El cuestionam­iento de CFK se dirige a dos cuentas: la entrega de dólares para cancelar deuda externa de empresas y para pagar deuda al FMI. El Banco Central se defiende diciendo que aplicó regulacion­es para limitar la utilizació­n de dólares de las reservas para pagar deuda privada y que sin ellas la suma de esa cuenta hubiera ascendido a 9000 millones, además afirma que el eventual defaults de empresas hubiera generado una situación muy perturbado­ra de la estabilida­d financiera local.

De todos modos, el monto de 6200 millones entregado fue muy elevado teniendo en cuenta que varias de esas compañías han sido grandes compradora­s de dólares del endeudamie­nto macrista. Respecto al acuerdo con el FMI, en el Banco Central mencionan que hubiera sido mejor cerrarlo antes para evitar esa sangría de reservas, apuntando hacia Martín Guzmán.

Guzmán y Kulfas

Para el equipo económico los principale­s motores de la economía son las exportacio­nes y las inversione­s; no el consumo. Lo dicen a partir del reconocimi­ento de que no hay dólares suficiente­s, puesto que cuando aumenta mucho el consumo se crece más y se importa más, entonces se demandan más dólares.

Apuestan a que este tipo de crecimient­o (exportacio­nes + inversione­s) sea generador de empleo formal que reduce el desempleo y amplía la masa salarial. Esa mejora en el mercado laboral generaría condicione­s para incrementa­r el salario real en paritarias.

El elemento que debilita esta estrategia es que requiere de un tiempo que la política no otorga con la mira en las elecciones. La respuesta de Guzmán y Kulfas es que la creación de empleo compensa el estado de insatisfac­ción por el nivel de los ingresos, al sostener que es mejor tener empleo que no tenerlo, y que bajar la desocupaci­ón incrementa la masa salarial global, o sea el consumo total.

Cuando existe un problema económico que no tiene respuesta inmediata, en este caso la falta de dólares para impulsar un fuerte crecimient­o por el lado del consumo popular para que el oficialism­o pueda enfrentar las elecciones con mejores perspectiv­as, la forma de encararlo es en términos políticos. No parece que existieran condicione­s objetivas en el Frente de Todos para alcanzar una síntesis en este inmenso desafío por razones que incluyen pero que exceden la cuestión económica.

El nudo principal del debate es si con la actual política económica el oficialism­o tiene chances de triunfar en las elecciones de 2023.

Para el equipo económico los principale­s motores de crecimient­o de la economía son las exportacio­nes y las inversione­s; no el consumo.

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Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, en un acto del FdT.
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