El statu quo no corre peligro
Hasta ahora las modificaciones en las comisiones directivas, y en las que se están por producir, no cambian el equilibrio del poder sindical.
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Los hay kirchneristas, también albertistas. Están también los moyanistas, los independientes y los Gordos. En la CGT hay dirigentes, dentro del espectro del peronismo, de todos los colores y sectores posibles. Una paleta de colores que resaltó estos primeros cinco meses de 2022 por los recambios que se produjeron (y los que se están por realizar) en la conducción de varios sindicatos importantes, como fue el caso de la UOM. Sin embargo, no modificaron el equilibrio de fuerzas interna que tiene la central obrera, al menos por ahora.
La UOM de AF a CFK
El recambio en la conducción de Unión Obrera Metalúrgica (UOM) fue el más llamativo. Y es que salió el histórico Antonio Caló que dirigió el gremio durante 18 años y lo reemplazó Abel Furlán, jefe de la seccional Zárate-Campana, exdiputado del Frente para la Victoria entre 2015 y 2019, muy cercano a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En este último tiempo Caló había hecho profesión de fe por Alberto Fernández y por eso su desplazamiento hizo tanto ruido.
Caló supo ser un hombre cercano a la entonces presidenta CFK, pero cuando ella terminó el mandato el metalúrgico se alejó rápidamente, incluso con quejas. Poco antes de que se definiera la fórmula presidencial del Frente de Todos dijo que no quería una mujer presidenta. En los últimos años comenzó un lento declive que Caló pareció no detectar. Tampoco uno de sus más estrechos colaboradores como Francisco “Barba” Gutiérrez que supo ser el jefe de la UOM de Quilmes que perdió a manos de Adrián Pérez, un dirigente cercano al kirchnerismo. A Caló le pasó lo mismo pero frente a Furlán que congregó a buena parte de la militancia metalúrgica, más cercana a la figura de Cristina, y crítica de la mala administración de la obra social y, sobre todo, del resultado de las paritarias.
West Ocampo heredó a Daer
La Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Salud de Argentina (Fatsa) es uno de los gremios más grandes del país en cuanto a cantidad de afiliados. Es uno de los que integra el grupo conocido como los Gordos. Carlos West Ocampo la conduce desde 1985 hasta el pasado 10 de mayo. Ese día el 57º congreso de la federación despidió a Carlín y asumió su heredero: Héctor Daer, quien reconoce a West Ocampo como su mentor y conductor. El actual triunviro de la CGT dirige la filial porteña de ATSA desde hace 20 años, es además un aliado estratégico de Alberto Fernández y como tal lo defiende y respalda ante lo que considera el “avance” del kirchnerismo. Se conocen desde hace tiempo y compartieron preferencias políticas. Ambos estuvieron con Sergio Massa (Daer fue diputado por el Frente Renovador) y también con Florencio Randazzo. Tiempo pasado.
Daer controla por ahora la CGT. Para eso mantuvo la alianza con Luis Barrionuevo, que a pesar de tener cada vez menos gremios que le respondan sigue teniendo capacidad de negociación y por eso Carlos Acuña renovó en el triunvirato. Esto, es garantía de control del sector más crítico del gobierno de Fernández que representa Pablo Moyano.
Cavalieri en retirada
Armando Cavalieri dirige el Sindicato de Empleados de Comercio desde hace 40 años. Tiene 85 y hace cuatro que se dice que cederá la conducción. Ese retiro se suspendió cuando apareció Ramón Muerza, referente de la seccional porteña. No era para menos, el dirigente gremial llegaba con el respaldo de Alfredo Coto, pero también de Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri. Incluso se dice que Muerza llegó a contar con el inestimable respaldo de Hugo Moyano, histórico adversario de Cavalieri, pero no pudo desplazar al veterano dirigente y quedó a menos de 500 votos. En aquel año, 2018, también se dijo que el paso al costado de Cavalieri se debía a la denuncia por fraude que le habían realizado.
Ahora, cuatro años después el Gitano, como le dicen propios y extraños, parece estar decidido a gozar de las mieles del retiro. Dos son los que suenan para heredarlo, el secretario de la seccional de Comodoro Rivadavia, José González y el director de la obra social Carlos Pérez, a quien sindican como su mano derecha. No falta mucho para que devele el misterio, pero lo cierto es que ninguno de estos dos posibles sucesores pondrá en riesgo el status quo de la CGT.
La parada final en la UTA
Roberto Fernández tiene 78 años y es el secretario general de la Unión Tranviarios Automotor, el gremio de los colectiveros, desde 2008. Lidera uno de los sindicatos clave para garantizar el éxito de un paro general. Sin embargo, desde hace unos años a Fernández le apareció un rival: Miguel Bustinduy. El dirigente viene cuestionando con dureza la tibieza de Fernández a la hora de discutir las paritarias y, sobre todo, el buen vínculo que el actual jefe de la UTA mantuvo con el macrismo. En diciembre pasado se produjo un ataque y destrozo de la sede de UTA. Fernández señaló a Bustinduy como el responsable e incluso apareció un testigo que lo señalaba. Pero ahora ese mismo testigo se desdijo y afirmó que el sector de Fernández le había pagado para acusar Bustinduy que, dicho sea de paso cuenta con el apoyo de Hugo Moyano.
Los Moyano
Los colaboradores cercanos de Hugo y Pablo Moyano desmienten la existencia de tensión entre ambos y afirman que fueron rumores malintencionados. Una división entre los Moyanos sería una buena noticia para gordos e independientes porque se debilita el ala más dura de la CGT. Y esto es porque camioneros no duda en apoyar las corrientes internas que condicionan a dirigentes de otros gremios con los cuales no comulgan. También sería una buena noticia porque Pablo tiene mejores vínculos con el kirchnerismo que con lo que se conoce como albertismo.