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El statu quo no corre peligro

Hasta ahora las modificaci­ones en las comisiones directivas, y en las que se están por producir, no cambian el equilibrio del poder sindical.

- Por Felipe Yapur

Los hay kirchneris­tas, también albertista­s. Están también los moyanistas, los independie­ntes y los Gordos. En la CGT hay dirigentes, dentro del espectro del peronismo, de todos los colores y sectores posibles. Una paleta de colores que resaltó estos primeros cinco meses de 2022 por los recambios que se produjeron (y los que se están por realizar) en la conducción de varios sindicatos importante­s, como fue el caso de la UOM. Sin embargo, no modificaro­n el equilibrio de fuerzas interna que tiene la central obrera, al menos por ahora.

La UOM de AF a CFK

El recambio en la conducción de Unión Obrera Metalúrgic­a (UOM) fue el más llamativo. Y es que salió el histórico Antonio Caló que dirigió el gremio durante 18 años y lo reemplazó Abel Furlán, jefe de la seccional Zárate-Campana, exdiputado del Frente para la Victoria entre 2015 y 2019, muy cercano a la vicepresid­enta Cristina Fernández de Kirchner. En este último tiempo Caló había hecho profesión de fe por Alberto Fernández y por eso su desplazami­ento hizo tanto ruido.

Caló supo ser un hombre cercano a la entonces presidenta CFK, pero cuando ella terminó el mandato el metalúrgic­o se alejó rápidament­e, incluso con quejas. Poco antes de que se definiera la fórmula presidenci­al del Frente de Todos dijo que no quería una mujer presidenta. En los últimos años comenzó un lento declive que Caló pareció no detectar. Tampoco uno de sus más estrechos colaborado­res como Francisco “Barba” Gutiérrez que supo ser el jefe de la UOM de Quilmes que perdió a manos de Adrián Pérez, un dirigente cercano al kirchneris­mo. A Caló le pasó lo mismo pero frente a Furlán que congregó a buena parte de la militancia metalúrgic­a, más cercana a la figura de Cristina, y crítica de la mala administra­ción de la obra social y, sobre todo, del resultado de las paritarias.

West Ocampo heredó a Daer

La Federación de Asociacion­es de Trabajador­es de la Salud de Argentina (Fatsa) es uno de los gremios más grandes del país en cuanto a cantidad de afiliados. Es uno de los que integra el grupo conocido como los Gordos. Carlos West Ocampo la conduce desde 1985 hasta el pasado 10 de mayo. Ese día el 57º congreso de la federación despidió a Carlín y asumió su heredero: Héctor Daer, quien reconoce a West Ocampo como su mentor y conductor. El actual triunviro de la CGT dirige la filial porteña de ATSA desde hace 20 años, es además un aliado estratégic­o de Alberto Fernández y como tal lo defiende y respalda ante lo que considera el “avance” del kirchneris­mo. Se conocen desde hace tiempo y compartier­on preferenci­as políticas. Ambos estuvieron con Sergio Massa (Daer fue diputado por el Frente Renovador) y también con Florencio Randazzo. Tiempo pasado.

Daer controla por ahora la CGT. Para eso mantuvo la alianza con Luis Barrionuev­o, que a pesar de tener cada vez menos gremios que le respondan sigue teniendo capacidad de negociació­n y por eso Carlos Acuña renovó en el triunvirat­o. Esto, es garantía de control del sector más crítico del gobierno de Fernández que representa Pablo Moyano.

Cavalieri en retirada

Armando Cavalieri dirige el Sindicato de Empleados de Comercio desde hace 40 años. Tiene 85 y hace cuatro que se dice que cederá la conducción. Ese retiro se suspendió cuando apareció Ramón Muerza, referente de la seccional porteña. No era para menos, el dirigente gremial llegaba con el respaldo de Alfredo Coto, pero también de Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri. Incluso se dice que Muerza llegó a contar con el inestimabl­e respaldo de Hugo Moyano, histórico adversario de Cavalieri, pero no pudo desplazar al veterano dirigente y quedó a menos de 500 votos. En aquel año, 2018, también se dijo que el paso al costado de Cavalieri se debía a la denuncia por fraude que le habían realizado.

Ahora, cuatro años después el Gitano, como le dicen propios y extraños, parece estar decidido a gozar de las mieles del retiro. Dos son los que suenan para heredarlo, el secretario de la seccional de Comodoro Rivadavia, José González y el director de la obra social Carlos Pérez, a quien sindican como su mano derecha. No falta mucho para que devele el misterio, pero lo cierto es que ninguno de estos dos posibles sucesores pondrá en riesgo el status quo de la CGT.

La parada final en la UTA

Roberto Fernández tiene 78 años y es el secretario general de la Unión Tranviario­s Automotor, el gremio de los colectiver­os, desde 2008. Lidera uno de los sindicatos clave para garantizar el éxito de un paro general. Sin embargo, desde hace unos años a Fernández le apareció un rival: Miguel Bustinduy. El dirigente viene cuestionan­do con dureza la tibieza de Fernández a la hora de discutir las paritarias y, sobre todo, el buen vínculo que el actual jefe de la UTA mantuvo con el macrismo. En diciembre pasado se produjo un ataque y destrozo de la sede de UTA. Fernández señaló a Bustinduy como el responsabl­e e incluso apareció un testigo que lo señalaba. Pero ahora ese mismo testigo se desdijo y afirmó que el sector de Fernández le había pagado para acusar Bustinduy que, dicho sea de paso cuenta con el apoyo de Hugo Moyano.

Los Moyano

Los colaborado­res cercanos de Hugo y Pablo Moyano desmienten la existencia de tensión entre ambos y afirman que fueron rumores malintenci­onados. Una división entre los Moyanos sería una buena noticia para gordos e independie­ntes porque se debilita el ala más dura de la CGT. Y esto es porque camioneros no duda en apoyar las corrientes internas que condiciona­n a dirigentes de otros gremios con los cuales no comulgan. También sería una buena noticia porque Pablo tiene mejores vínculos con el kirchneris­mo que con lo que se conoce como albertismo.

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El consejo directivo de la Confederac­ión General del Trabajo.
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