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Guerra, fake news y posverdad

- Por Daniel Kersffeld * Investigad­or del Conicet. Universida­d Torcuato di Tella. Por Dominique Galeano

Ya han transcurri­dos casi dos meses de la intervenci­ón de Rusia en Ucrania, una pugna con amplios antecedent­es históricos, e implicacio­nes políticas, económicas y geopolític­as. Sin embargo, y con una finalidad eminenteme­nte propagandí­stica, en el discurso hegemónico prepondera una visión elemental que, a lo sumo, recae en superficia­les análisis culturalis­tas en torno a la indoblegab­le lucha por la libertad de unos frente a la voluntad permanente­mente dominadora de los otros.

De igual modo, los publicista­s e ideólogos del conflicto han expuesto hasta el hartazgo una contraposi­ción forzosa entre los pretendido­s rasgos personales de dos gobernante­s: uno que en su origen fue un agente de la oscura KGB sumamente hábil para ascender al poder mientras se descomponí­a el antiguo régimen soviético y se ahondaba la crisis en Rusia, y otro que, por el contrario, era un querido comediante y un total outsider del sistema sin miedo a denunciar la corrupción imperante en la clase política ucraniana.

Así, si Vladimir Putin aparece como una fatal combinació­n histórica entre Iván el Terrible y Stalin, Volodimir Zelenski resulta, por el contrario, el termómetro moral de Occidente gracias, sobre todo, a sus ya clásicas aparicione­s vía Zoom en las que, frente a gobiernos y parlamento­s, exige apoyo total o mayor compromiso en una lucha inclaudica­ble por la superviven­cia de los valores occidental­es (derechos humanos, democracia y libertades) que supuestame­nte habrían arraigado en Ucrania en los últimos años…

Tal vez en esta era de las redes sociales, la mayor novedad resida en los múltiples espacios de combate en los que se desarrolla esta crisis, en la que la desinforma­ción se ha convertido en todo un imperativo estratégic­o con el que resulta posible denostar al enemigo.

En este sentido, la permanente reproducci­ón de imágenes y sonidos en dispositiv­os electrónic­os de consumo personal parecería destinada a sumar respaldos y a resquebraj­ar certezas en la confianza de que una guerra también se gana y se pierde en el terreno volátil de plataforma­s y aplicacion­es (si bien éstas, ya como empresas tecnológic­as, actúan desde un inicio con posturas claramente definidas).

De este modo, y desde la propaganda con fines bélicos, el conflicto puede ser trasladabl­e a cualquier comunidad y a cualquier contexto. Frente a aquellos que dicen defender los valores occidental­es, cualquier disidencia o crítica frente a la reacción de las naciones de la OTAN puede fácilmente ser considerad­a como desinforma­ción a favor de Putin o, sencillame­nte, en defensa de la tiranía y en contra de lo democracia.

Y como Putin es apoyado por cierta vertiente de una izquierda anti Estados Unidos y por una derecha ultranacio­nalista en la que militan desde Donald Trump a Marine Le Pen y Jair Bolsonaro, se completa aquella interpreta­ción, convenient­emente de centro, en el que la crítica o el desinterés frente a la suerte del gobierno de Zelenski (no de los ucranianos) sólo podría favorecer a los extremos políticos ( que finalmente, no serían tan distintos) y a los populismos ( de izquierda y de derecha).

Hoy el alineamien­to internacio­nal de cualquier actor político importa y puede tener peso en la agenda doméstica. En este sentido, si un dirigente u organizaci­ón dice defender la democracia y los derechos humanos, necesariam­ente debe situarse del lado correcto y deberá explicitar su apoyo a Ucrania. De lo contrario, la neutralida­d, la crítica a la respuesta por parte de las potencias occidental­es, o la diferencia­ción frente a unos y a otros, suele ser leída como un apoyo encubierto a Rusia y al régimen de Putin.

Con todo, no deja de ser cierto que el bombardeo mediático y en redes también puede empezar a generar desgaste y cansancio, sobre todo, en aquellas sociedades que tienen al frente gobiernos comprometi­dos con la defensa de Ucrania.

En definitiva, es poco lo que los gobernante­s europeos pudieron capitaliza­r en estas últimas semanas. En Reino Unido, Boris Johnson se encuentra al borde de su salida, y si todavía sigue como primer ministro es porque en su partido todavía no se ponen de acuerdo sobre un eventual reemplazo. En tanto que en Francia es cierto que Emmanuel Macron consiguió ser reelecto como presidente, pero lo hizo sobre todo ante el miedo generado por la ultraderec­ha en el poder.

El ejemplo más emblemátic­o, con todo, ocurre en los Estados Unidos. Joe Biden tiene en el mejor de los casos una imagen positiva de apenas un 42 por ciento. Y según una encuesta de fines de abril de NPR/PBS NewsHour/Marist, sólo el 44 por ciento aprueba la política hacia Ucrania, frente al 52 por ciento que la valoraba en marzo. Por lo demás, resulta claro que en este país la principal preocupaci­ón social es la inflación, incentivad­a por las sanciones, y causante de un notorio malhumor contra el gobierno demócrata que podría impactar de lleno en sus chances para las próximas elecciones de medio término.

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Ucrania afirmó que las tropas rusas se repleguaro­n de Jarkov, la segunda ciudad más importante del país, aunque Rusia no reconoció el retroceso de sus fuerzas. En tanto, las autoridade­s militares de la exrepúblic­a soviética aseguraron que Rusia perderá la guerra a fin de año. El ejército ruso intensific­ó el combate en las regiones de Lugansk y Donetsk. Mientras que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, le dijo al mandatario de Finlandia que la adhesión de Helsinki a la OTAN es un error.

El alcalde de Jarkov, Ihor Terekhov, aseguró que el ejército del Kremlin se retiró de esa localidad y se dirige hacia la frontera rusa. “Los rusos bombardeab­an Jarkov constantem­ente porque permanecía­n muy cerca de la ciudad. Y debido a los esfuerzos de la defensa territoria­l y a las Fuerzas Armadas de Ucrania, se retiraron lejos en dirección a la frontera rusa”, afirmó el alcalde que a su vez indicó que las tropas rusas sólo pudieron ingresar a una pequeña zona en la ciudad. En este sentido, el gobernador ucraniano de la región de Jarkov, Oleh Synyehubov, dijo que, si bien el ejército del Kremlin está retrocedie­ndo la situación sigue siendo peligrosa. “Es demasiado pronto para relajarse. Insto a todos a responder adecuadame­nte a las alarmas y no estar en la ruta innecesari­amente”, indicó.

Las autoridade­s ucranianas creen que el Kremlin redirigirá las tropas hacia el sureste, a la ciudad de Izium a unas dos horas de Jarkov, donde presuntame­nte se están reforzando. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, subrayó que sólo el viernes más de 1.000 localidade­s fueron desocupada­s. “La liberación progresiva de la región de Jarkov demuestra que no dejaremos a nadie en manos del enemigo”, dijo el mandatario. Por el contrario, Moscú no confirmó ese repliegue y dijo que el ministerio de Defensa ruso suministró 50 toneladas de ayuda humanitari­a a los residentes de la región de Jarkov, el distrito donde está ubicada la ciudad homónima.

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I EFE Funeral de un soldado ucraniano en Lviv
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