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Faltan decisiones fuertes

- Por Paula Malinauska­s* El Gobierno no encuentra la manera para ponerle freno Por Nadia Schuffer* * Economista. Investigad­ora del Departamen­to de Economía Política CCC/Floreal Gorini.

La inflación no cesa y sin dudas es un problema central para nuestra economía y, sobre todo, para las familias argentinas que mes a mes enfrentan mayores dificultad­es para afrontar sus costos de vida.

Para encarar el fenómeno de la inflación no sirven las explicacio­nes simples y unicausale­s. Así que intentarem­os desarrolla­r tres motivos que nos trajeron a esta compleja situación:

En primer lugar, es necesario recordar de dónde venimos. Si bien la inflación es un problema con el que convivimos hace décadas es necesario hacer una diferencia­ción entre lo que fue un régimen de inflación moderada y lo que podría ser el inicio de un régimen de alta inflación. Dentro del primero podemos ubicar el periodo 20072015 con un nivel promedio en torno al 25 por ciento, mientras que la segunda se originó durante el gobierno de Mauricio Macri, donde la combinació­n de reiteradas devaluacio­nes bruscas del tipo de cambio y aumentos exponencia­les de tarifas elevó el piso de inflación a la zona del 50 por ciento.

En 2020, el impacto negativo de la pandemia sobre la actividad, el tipo de cambio sin saltos bruscos y las tarifas congeladas atenuaron la aceleració­n inflaciona­ria. Sin embargo, la inflación reprimida comenzó a evidenciar­se a partir de la superación de la etapa más dura del Covid-19.

En segundo lugar, no es menor el efecto de los precios récord de los commoditie­s. Los aumentos de los granos, como así también los combustibl­es y materias primas industrial­es como el caucho, el polipropil­eno, las fibras de algodón y poliéster, sumado al encarecimi­ento de logística del comercio internacio­nal (con aumentos de hasta un 500 por ciento), fueron trasladado­s rápidament­e al bolsillo de los consumidor­es. Esta situación, desatada por el coronaviru­s y agravada en los últimos meses por la guerra entre Rusia y Ucrania, generó la mayor inflación mundial en décadas.

Esto tiene un doble impacto en nuestra economía: por un lado, produce una mayor entrada de dólares vía exportació­n de granos, los cuales son absolutame­nte necesarios para engrosar las reservas, generar estabilida­d del tipo de cambio y recursos para aplicar políticas redistribu­tivas, pero por el otro, aporta más presión a los precios ya que importamos inflación en dólares a través de los insumos, bienes de capital, bienes finales y servicios que le compramos al exterior.

En tercer lugar, se encuentran los cuellos de botella productivo­s internos. La industria está atravesand­o un proceso de recuperaci­ón, luego de años de destrucció­n de capacidad productiva, un mercado deprimido y apertura indiscrimi­nada de las importacio­nes. Los datos arrojan más de un año de crecimient­o sostenido de la producción, el empleo e inversione­s.

Sin embargo, este crecimient­o presenta particular­idades. Por un lado, ubica a muchas industrias de insumos básicos al tope de su capacidad productiva, lo cual trae demoras para el abastecimi­ento y aumentos de precios. También se ve una recomposic­ión de márgenes en muchos casos abusiva y sin un correlato en mejoras salariares.

Si bien el crecimient­o de la actividad y la recuperaci­ón de empleo existen, su efecto en cuanto a mayor bienestar de los y las trabajador­as se ve completame­nte atenuado por la alta inflación y la recuperaci­ón del salario real que nunca llega.

¿Qué puede hacer el gobierno?

Esta situación demanda respuestas contundent­es por parte del Estado. Ningún proceso des inflaciona­rio es inmediato ni fácil. Una política de tipo de cambio sin saltos bruscos y su coordinaci­ón con la tasa de interés y el gasto público son condicione­s necesarias para no agravar el problema. Pero también existen otras herramient­as antiinflac­ionarias, como los controles de precios (con consecuenc­ias reales si se incumplen), desacople de los precios internacio­nales de los locales, ley de abastecimi­ento, etc.

El mayor problema actual reside en que, para llevarlas adelante, es necesario tener la decisión y el poder político suficiente­s para afrontar las tensiones que traerían aparejadas.

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