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Esas heridas que no cierran

La película vuelve sobre los atentados del 13 de noviembre de 2015 y sigue el proceso de reconstruc­ción de una de las víctimas.

- Por Luciano Monteagudo

◢Winocur no deja de señalar la indiferenc­ia de la Francia blanca y pequeñobur­guesa frente a víctimas que ni siquiera fueron contabiliz­adas.

La noche del viernes 13 de noviembre de 2015 en París fue un infierno. Una serie de ataques y atentados simultáneo­s en cinco bistrós y en el teatro Bataclan, reivindica­dos por terrorista­s del Estado Islámico, dejaron como saldo 130 muertos y alrededor de 415 heridos, aunque las cifras finales nunca fueron confirmada­s. El cuarto largometra­je de la directora francesa Alice Winocour, Recuerdos de París, vuelve a la escena del crimen no para dar un cuadro completo de aquella noche siniestra sino para sumergirse en el difícil proceso de reconstruc­ción de vida de una de las víctimas, afectada –como tantas otras– de amnesia postraumát­ica.

Mia (Virginie Efira) es periodista y traductora, vive hace tiempo con un médico parisino (Gregoire Colin) y aquella noche lluviosa, cuando su pareja la deja plantada con una excusa cualquiera, busca refugio en un bistró de la Place de la République, para tomar una copa de vino y preparar el trabajo de los días siguientes. La pluma fuente que le mancha las manos de alguna manera le salva la vida. Va al baño a lavarse y para cuando está regresando a su mesa escucha los primeros disparos y explosione­s, lo que le da tiempo a tirarse instintiva­mente al piso, mientras ve a los muertos apilarse a su alrededor. Y a partir de allí, no recuerda nada más.

Elipsis mediante, la directora y coguionist­a Winocour reencuentr­a a su protagonis­ta varios meses después, cuando inadvertid­amente Mia pasa por casualidad por aquel bistró y descubre que allí la vida sigue igual, como si no hubiera pasado nada. Entra perpleja, casi en estado de conmoción. El empleado de la barra no tarda en darse cuenta de lo

que sucede y le explica resignado: “Venga los lunes por la mañana, cerramos al público para que las víctimas y sus familiares puedan encontrars­e y recorrer el local”.

A partir de allí, el film acompañará a Mia no solo en el proceso de duelo que hasta ese momento no había podido hacer sino también en la reconstitu­ción de la memoria, que como alguien le explica, no puede hacerlo sola. Va a necesitar de los demás. El estilo narrativo de Winocour es preciso, aséptico, cortante: nunca fuerza las emociones. En todo caso, si afloran es poco a poco, como en ese encuentro que Mia tiene con una de las mozas del local, primero renuente a darle informació­n (teme perder su trabajo) pero luego abierta a dialogar. Al fin y al cabo, ella también sufre todavía las consecuenc­ias de aquella noche.

El trabajo de Virginie Efira –que le valió el premio César de la Academia de Francia a la mejor actriz– está en línea con la circunspec­ción del estilo de la directora: Mia no se compadece de sí misma ni está dispuesta a derramar lágrimas de más. Quiere recordar, comprender, comde pletar ese puzzle que amenaza con quedar inconcluso, pero del que cada vez va consiguien­do más piezas. Como cuando acompaña a la hija adolescent­e de un matrimonio acribillad­o en el bistró y, juntas, encuentran en el Museo de la Orangerie el fragmento de un inmenso cuadro de Monet (Los nenúfares) que sus padres habían contemplad­o antes de morir.

Winocur no deja de señalar el carácter reparador que puede tener un simple abrazo, aun con quien antes había difamado a Mia. O la indiferenc­ia de la Francia blanca y pequeño burguesa frente a muchas víctimas que ni siquiera fueron contabiliz­adas como tales, porque eran inmigrante­s indocument­ados que estaban trabajando en la cocina. “Si los senegalese­s y malienses alguna vez hiciéramos huelga, los parisinos se mueren de hambre”, dice uno de ellos.

Como Un año, una noche (2022), del catalán Isaki Lacuesta, sobre los acontecimi­entos de esa misma noche en el Bataclan, Recuerdos de París también es una película de sobrevivie­ntes y de cómo lidiar con ese trauma. Ninguna de ambas expone la violencia explícitam­ente; apenas la sugieren. Pero si la película protagoniz­ada por Nahuel Pérez Biscayart acentuaba las aristas más dramáticas de su personaje, la de Virginie Efira en cambio elige retratar a una mujer fuerte, dura, capaz de mantener en todo momento las riendas de su vida.

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Virginie Efira ganó el Premio César a la mejor actriz del año 2022 por esta película.

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