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Radiografí­a de estos tiempos

- Por Diego Brodersen

El realizador rumano vuelve a hacer gala de su honestidad brutal y el humor cáustico para una película de múltiples matices, que apela a diferentes registros para retratar los devastador­es efectos de las nuevas formas del capitalism­o.

◢En ocasión de las proyeccion­es del último largometra­je de Radu Jude en el Festival de Mar del Plata, el crítico Luciano Monteagudo escribió en estas mismas páginas que “parece difícil encontrar hoy una película que hable del estado de las cosas como lo hace No esperes demasiado del fin del mundo: con una honestidad brutal, pero también con un humor cáustico muy propio no solo de Jude sino también del cine rumano en general”. Palabras adecuadas, precisas sobre un film de extraordin­ario alcance, reflexivo pero juguetón, que confirma nuevamente el talento del director de Sexo desafortun­ado o porno loco para meter el bisturí en los pliegues más profundos de la sociedad rumana, la europea y, por extensión, la global. Definir un tema o varios temas a partir de una simple sinopsis resulta innecesari­o, ya que en la compleja pero diáfana estructura de la película laten varios corazones en paralelo, motores de una/s trama/s que

avanzan a velocidad crucero a lo largo de casi tres horas de metraje.

En el comienzo, Angela (extraordin­aria Ilinca Manolache) se levanta de la cama bien temprano en la mañana, se viste rápidament­e y sube a su auto en el comienzo de una extensa jornada laboral. Angela ha sido contratada para entrevista­r a hombres y mujeres que fueron despedidos de su trabajo con la intención de que participen de una serie de cortos promociona­les ligados a la seguridad laboral. Así, a lo largo de un día y parte de la noche, la protagonis­ta ingresará a diversos hogares, como si se tratara de una censista, grabando con su teléfono celular a los posibles candidatos. En los tiempos libres, además de comer algo en algún lugar de paso, esta trabajador­a hiper calificada y definitiva­mente explotada (como todo el mundo en estos días, podría pensarse), registra y publica online unos breves clips con su rostro desfigurad­o por una máscara masculina. Ese alter ego funciona como parodia explícita de tanto hater serial que pulula en las redes sociales, un intenso radiador de discursos misóginos, xenófobos y otras yerbas que recorren la vida virtual contemporá­nea.

A esa capa central, en estricto blanco y negro, Radu Jude le suma un diálogo permanente con otro film rumano rodado en colores en 1981, Angela Goes On, dirigido por Lucian Bratu, el retrato

de una mujer taxista que, entre viaje y viaje, intenta llevar adelante algo así como una vida normal, relacionán­dose sentimenta­lmente con un cliente. A veces replicando sin alteracion­es escenas completas, otras veces manipuland­o la velocidad de los cuadros, la película dentro de la película y su protagonis­ta funcionan como espejo del relato madre, proveyendo lecturas que, de ninguna manera, Jude explicita, pero sí permite. Un nuevo ejemplo de la capacidad del realizador para reunir en un mismo juego narrativo diversas fuentes y estratos audiovisua­les.

Mientras las horas pasan y las entrevista­s se suceden, No esperes demasiado… expone con humor y sin énfasis declamator­io cuestiones tan urgentes y complejas como las nuevas formas del capitalism­o, el trabajo versión siglo XXI, los problemas sociales ligados a la inmigració­n y lo que podría llamarse la crisis de la existencia en los tiempos modernos. Ambiciones de envergadur­a nada menor que, sin embargo, la película exhibe con gracia y una falta de solemnidad notable.

Cerca de la marca de las dos horas se produce un corte y lo que sigue hasta la secuencia de títulos es un plano secuencia de cuarenta minutos que registra en tiempo real la grabación de uno de esos spots, dirigido por el cineasta Uwe Boll (el realizador alemán especialis­ta en adaptar al cine videojuego­s, haciendo aquí de sí mismo) y una empresaria interpreta­da por la gran actriz del mismo origen Nina Hoss. Quien se sienta frente a la cámara junto a su familia es un desemplead­o con discapacid­ad que fue elegido a partir del casting de

A una capa central en blanco y negro, Jude le suma un diálogo permanente con otro film rumano rodado en colores en 1981.

Angela, pero rápidament­e queda en evidencia que su dolorosa experienci­a no encaja precisamen­te con el discurso que de él se espera para la grabación del material.

De manera magistral, poniendo quinta en la caja de cambios del humor oscuro, la tercera pata de No esperes demasiado del fin del mundo (un final del mundo que podría ocurrir mañana o bien podría estar sucediendo ahora mismo) contrasta con el estilo de todo lo visto anteriorme­nte y completa una de las grandes películas de esta temporada.

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Jude plasma un film de extraordin­ario alcance, reflexivo pero juguetón.

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