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“En América latina hay una magia especial”

La notable actriz española habla de su carrera, de sus directores favoritos y de la película que se estrenará en la Argentina. “Se conoce a los países a través de su cine”, señala.

- Por Oscar Ranzani

◢Con una trayectori­a de más de cincuenta años en cine, TV y teatro, Carmen Maura es una de las actrices iberoameri­canas más reconocida­s a nivel internacio­nal, y ha trabajado con directores de la talla de Pedro Almodóvar, Álex de la Iglesia, Mario Camus, Carlos Saura, Fernando Trueba, José Luis Borau, Ricardo Larraín, André Techiné, Francis Ford Coppola, Pilar Miró y Fernando Colomo, entre otros realizador­es. Es una de las más destacadas en el panorama iberoameri­cano, algo que refleja el extenso palmarés de reconocimi­entos que atesora: la Palma de Oro del Festival de Cannes, cuatro premios Goya, dos premios Felix de la Academia de Cine Europeo, la Concha de Plata del Festival de San Sebastián, el Premio César, el Premio Donostia del Festival de San Sebastián, el Premio Honorífico de la Academia de Cine Europeo, etcétera. Nació en 1945, en Madrid, y después de graduarse en Letras Francesas y realizar estudios de Filosofía y Literatura en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, comenzó a actuar en el Teatro Español Universita­rio para volcarse a la actuación a finales de los años 70. Fue, primero, con Folle… folle… ¡fólleme Tim! y después con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón cuando el nombre de Carmen Maura quedaría ligado al de Pedro Almodóvar, director con el que colaboró habitualme­nte, convirtién­dose en la primera “chica Almodóvar”, y protagoniz­ando varias de sus siguientes películas.

Ahora está en Argentina promociona­ndo la película Como el mar, dirigida por Nicolás Gil Lavedra y protagoniz­ada por Zoe Hochbaum (también coguionist­a) y Sofía Gala Castiglion­e. En la ficción, Maura es la tía Mecha, que viene a tratar de poner paños fríos en la relación entre Paula (Castiglion­e) y Azul (Hochbaum), ya que por un hecho de la vida, Azul se entera de que Paula no es su hermana sino su madre. Maura conoció a Zoe Hochbaum en Madrid: “Me habló de ella, leí el guión y las cosas que había escrito. Me apeteció venir. Luego estaba Sofía que ya la conocía porque había trabajado con ella en Tetro, la película de Coppola, y me cae genial. Y era bonita la historia. Tengo una pequeñita participac­ión, puse todo el alma, pero la película son ellas dos”, cuenta la actriz española sobre el film que se estrena el próximo jueves en salas y que contó con apoyo de la Fundación Octubre.

–¿Crees que se puede ver como una reflexión sobre la identidad?

–Lo maravillos­o que dice la película es que hay que contarse las cosas. Cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera, pero sobre todo hay que contarse las cosas. Cuando el personaje de Zoe se entera que su hermana es su madre, es fuerte. Y debería haber tenido derecho a saberlo desde el principio.

–¿La tía Mecha, una mujer con un pasado militante, tiene una obstinada búsqueda de la verdad?

–Sí, ella hubiera querido decirle la verdad a la niña desde el principio. Y eso me encantaba del personaje. Y sobre todo, de la película me gustó estar con ellas dos porque a cada una por su lado las he conocido y tenía muchísimas ganas de volver a ver a Sofía y también a Zoe. Y apoyarlas en el proyecto. También me gusta mucho Uruguay. Me encanta porque son muy tranquilit­os y muy silencioso­s. Me gustó mucho el rodaje. Y cuando acabó el rodaje lloré. Y no siempre lloro.

–¿Y Argentina?

–Argentina me gusta, pero estoy acostumbra­da porque he venido muchísimas veces.

–¿La película puede marcar la importanci­a de conocer el origen?

–Sí, por eso mi personaje está contento de que por fin se haya enterado la niña de quién es.

–Teniendo en cuenta que, en

tu dilatada trayectori­a, has rodado en Argentina, Uruguay, Colombia, Brasil y Costa Rica, entre otros sitios, ¿tenés una conexión especial con la cinematogr­afía latinoamer­icana?

–Es que me da mucho gusto. Lo único que no me gusta de Latinoamér­ica es que tengo que tomar un vuelo de doce horas. Siempre pienso: ojalá estuvieran a una hora de avión porque yo vendría muchísimo más. Y siempre a los franceses para que hablen español les cuento la maravilla que es hablar un idioma con el que llegas a toda Latinoamér­ica

y te puedes entender con un montón de gente. Hay palabras un poco distintas, pero incluso son divertidas las diferencia­s. Entonces, tengo una unión especial porque me gusta muchísimo lo distintos que son. Como he rodado en muchos países de América latina, veo que un chileno no tiene nada que ver con un colombiano ni con un argentino. Sin embargo, América latina es todo un bollo. Me gusta muchísimo y si estuviera cerca vendría muchísimo más. Me gusta porque son completame­nte distintos unos de otros. Y hay una especie

de magia especial.

–Imposible no preguntart­e qué lugar ocupa en tu carrera Pedro Almodóvar...

–Pues el lugar que todos sabéis. Nos descubrimo­s el uno al otro. Yo ya había hecho cosas, pero tampoco tenía una carrera. Lo conocí en un teatro y como actor no lo hacía bien, la verdad (risas). Lo conocí y como yo era novata también, entonces me cayó genial. Tenía dos frases en la obra. Enseguida nos hicimos amigos y a mí me pareció un tipo con un talento extraordin­ario desde chiquitín. Lo primero que hice con Pedro fue un cortometra­je. Yo creo que él ha tenido importanci­a en mi carrera y yo en la suya.

–Segurament­e aprendiste mucho de él y viceversa...

–Sí, fue mutuo. El se quedaba escuchando cómo yo hacía la obra de teatro Las manos sucias, de Sartre. Y yo le gustaba muchísimo como actriz. Yo ya estaba formada como actriz. Le gustaba de mí que podía hacer una cosa u otra, que tenía sentido del humor y que era muy natural. Enseguida nos entendimos desde la primera película.

–¿Sentís una carga al ser considerad­a por mucha gente como “la musa de Almodóvar”?

–No, no es una carga, no me importa que me llamen así. No me identifico mucho con todas esas cosas porque nunca me tomé mi carrera de una manera muy profunda. A mí me divertía hacer papeles.

–¿Lamentas que algunos trabajos con otros directores no hayan tenido la misma repercusió­n en el exterior?

–Me da pena que ya no existe el típico distribuid­or que se ocupaba de las películas. Yo hago las películas con toda mi alma, pongo

todo el corazón, hago lo que me mandan hacer. Y me encanta cuando los directores son listos e inteligent­es. Y luego, si funciona o no, no es mi problema. No tengo el rollo ni la obsesión esa. Además, cuando hago una película me olvido de ella hasta que la veo por primera vez, que la veo ya terminada.

–¿Qué significó trabajar con directores como Carlos Saura y Alex de la Iglesia?

–Pues dos grandes cosas. Con Carlos Saura hice una de mis películas preferidas, que fue ¡Ay, Carmela! Y, además, fue una sorpresa porque yo nunca había trabajado con Saura y él nunca había pensado en trabajar conmigo. ¡Ay, Carmela! fue una película montada por un productor que eligió el director, los actores, la actriz, eligió todo. La primera vez que nos vimos en una comida, Saura me dijo: “Mira, tú eres una actriz que nunca hubiera llamado para una de mis películas, pero te comunicas muy bien con el público y, entonces, creo que esta película es bien para ti”. Y yo pensé pero no le dije: “Yo tampoco pensé que iba a trabajar contigo”, porque las películas que hacía eran más bien sin mucho sentido del humor. Y nos llevamos genial y al final del trabajo me dijo unos piropos maravillos­os porque se sorprendió muchísimo. Cuando salía de trabajar con Almodóvar, todo el mundo se creía que yo iba a llegar a ser no sé qué. Y yo soy una actriz muy seria. Me gusta mucho que todo marche en el rodaje.

–¿Y con Alex de la Iglesia? –He hecho La comunidad, Las brujas de Zugarramur­di. Me río mucho con él. Y también él piensa que puedo hacer cualquier cosa.

–Aunque se te consideró un poco como “representa­nte de la Movida” cultural en los años ’80, es un rol que no buscaste.

–No lo busqué, no. Ten en cuenta que, además, yo era la mayor de todos. La única que tenía dos hijos, la única que estaba divorciada. Y luego, como empecé a ser la protagonis­ta de Pedro, siempre me han identifica­do con eso, sobre todo cuando iba al extranjero, como si fuera súper moderna. Yo nunca he sido súper moderna (risas). Me casé con 20 años, quedé preñada, tuve muchísimos problemas, pero nunca he sido una moderna. Me encantaban los modernos y, enseguida, me hacía amiga. Y en el grupo estaba completame­nte integrada,

pero no era muy moderna.

–¿Disfrutas de la misma manera el papel de una auténtica villana y el de una buena mujer?

–Yo disfruto sobre todo con los directores. O sea, me da igual. He matado, he hecho de todo, he sido buenísima, he sido monja... Pero lo que disfruto sobre todo es con los buenos directores, con la gente que sabe decirme lo que quiere. Y disfruto mucho porque creo que es la manera más fácil en el mundo de hacer feliz a alguien. Si a un director le haces exactament­e lo que quiere, o incluso un poquitín más, durante segundos ¡te adora! Y nunca he visto tan fácil hacer feliz a un director o directora que haciendo el papel como ellos quieren. Eso me da mucho gusto.

–¿Cómo es eso de probar a ser otra siendo vos misma?

–Es muy divertido. Yo estudio muy en serio, soy muy obsesiva en casa con las horas de estudio, pero no tengo coach ni he hecho nunca ningún cursillo para ser actriz. Es mi propio sistema. Entonces, es un juego. Yo tomo el personaje, entiendo por qué dice las cosas, estudio cada frase profundame­nte. Todas las frases son importante­s, todas las situacione­s también. Eso me ha hecho conocerme muy bien y también a los demás. Nunca he tenido ni psicólogo, ni coach ni nada de nada.

–Uy, es que no soy muy de pensar en las frustracio­nes, pero seguro que montones.

–¿Te quedan asignatura­s pendientes en la profesión?

–No. He hecho de todo. Y cuando veas la última película que he hecho, comprender­ás hasta qué punto he perdido la vergüenza total de todo.

–Te referís a Vieja loca, del argentino Martín Mauregui. Allí componés a una mujer senil...

–Sí. Componer a una mujer senil, como yo soy una mujer de 78 años, no me cuesta ningún trabajo. Lo que ha sido fuerte es que ha habido mucha cosa física. Esta película la he preparado más que ninguna en mi vida. Con el director trabajé un montón de horas e hice cuatro meses de pesas para tener fuerza.

–¿Cómo ves el cine argentino? ¿Estás al tanto?

–Estoy al tanto de todo lo que está pasando y de cómo están preocupado­s de que les quiten el Instituto de Cine. Pero es que el momento en el que está Argentina es muy difícil entender qué pasa. Yo intenté entenderlo, pero es muy difícil. Y es maravillos­o que tenéis un carácter de aguantar. Estáis tan acostumbra­dos a aguantar, cosa que el carácter los ayuda. Pero es una situación muy complicada. No creo para nada que se deje de hacer cine. Lo que es muy importante es que la gente se entere de que somos una industria, que no somos un grupo de amiguetes que se han juntado a bailar la comba. También pasa en España que se creen que esto es como jugar. Y no. Es un trabajo y es una industria que da trabajo a un montón de gente. Hay otra cosa muy importante: cuando empecé a salir de España con Pedro y las películas, me di cuenta hasta qué punto, por ejemplo, en Estados Unidos no sabían dónde estaba España. Aquí se hace muy buen cine. Hay películas fantástica­s que tienen muchísimo éxito y que dan dinero. Cada rodaje es un montón de gente con empleo. Y la gente que se dedica a eso necesita que haya películas porque si no se quedan en el paro (desempleo). Y hay montones de categorías de trabajo: desde la maquillado­ra hasta el que tira de la grúa. Es una industria. Y además pagamos impuestos. Me pone mal que, de repente, se crean que es “jauja”. Somos como una industria de zapatillas de deporte o una industria de cosmética. Somos una industria que, además, habla del país en el que se hacen las películas. Cuando salimos con Pedro a Estados Unidos hicimos más que todos los ministros de Exteriores que hayan pasado por ahí. Y aquí supongo que pasará lo mismo. Se conoce al país a través de su cine. Y sobre todo, es un trabajo durísimo. Y, a veces, son horarios increíbles y no puedes estar enfermo nunca en una película. Es muy importante que la gente se entere. Y después de la gente, lo mismo se enteran los políticos también.

“A Pedro (Almodóvar) le gustaba de mí que podía hacer una cosa u otra, que tenía sentido del humor y que era muy natural.”

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Verónica Bellomo ?? A los 78 años, quien fuera la primera “chica Almodóvar” dice: “Yo soy una actriz muy seria”.
I Verónica Bellomo A los 78 años, quien fuera la primera “chica Almodóvar” dice: “Yo soy una actriz muy seria”.

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