La condena que repara largos años de angustia
Leonardo Bugliani daba clases en un centro de la UBA. Sus alumnas, algunas menores de edad, lo denunciaron. Tras siete años, fue condenado a 18 años de prisión.
Leonardo Bugliani, profesor de teatro, daba clases en el Centro Cultural Sabato de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
“Fue muy shockeante porque la Justicia fue tan inoperante en algunos momentos que no sabíamos qué iba a pasar”, dijo una denunciante.
presunto abuso sexual a siete exalumnas. Bugliani, según la acusación, habría captado a las chicas a través de un espacio llamado Ágora Teatral, que funcionaba en ese Centro, para luego llevarlas a su casa, donde habría cometido los abusos. Algunas eran adolescentes menores de edad al momento de comenzar el taller, que se presentaba como espacio de teatro y –según la denuncia– terminaba en orgías y abusos sexuales, después de un largo proceso de manipulación y sometimiento. Ellas tenían 17 años y estaban en quinto año cuando lo conocieron; él tenía 44. Una de ellas contó a este diario que era “violada todas las semanas porque había una cuestión espiritual de por medio”.
Las jóvenes llegaron a mediados de 2017 a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad y relataron lo padecido a una abogada y una psicóloga del equipo de Género. Luego, decidieron denunciarlo y hacer públicos los hechos.
Hace cuatro años la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional confirmó el procesamiento que había dictaminado el 17 de mayo de 2019, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 36, a cargo de Alejandro Ferro, y que había sido apelado por la defensa de Bugliani. Fue fundamental para eso el trabajo de la fiscal Mónica Cuñarro, que estuvo interinamente a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N° 9 de la
Ciudad, que le dio impulso a la causa y pidió la declaración indagatoria de Leonardo Bugliani con prisión preventiva. Por ese motivo, la fiscal está entre los agradecimientos que hicieron las denunciantes a la gente que la acompañó en todo el proceso: “A la Defensoría del Pueblo de la ciudad por el apoyo inicial. A nuestros abogados Valeria Onetto y Ezequiel Klainer por ser los profesionales más comprometidos, empáticos y competentes de toda la Argentina. A Mónica Cuñarro por retomar la causa cuando había quedado abandonada. A Carlos Gamallo, el fiscal, por su arduo trabajo y meticulosidad” y a esta cronista por hacer público el caso.
La fiscal se mostró conmovida y dijo a este diario que “esta sentencia es reparadora para las víctimas y sienta un precedente muy importante”, especialmente porque no es común la condena en casos de abuso en contexto de tipo secta. “Funcionó como una secta en la que el imputado era Dios y los padres el demonio”, dijo Cuñarro.
La cuestión del consentimiento fue central en el juicio, que comenzó en junio del año pasado. Mientras la defensa de Bugliani argumentaba que los hechos fueron consentidos, el procesamiento y la elevación a juicio oral se fundaron en que no hay consentimiento posible cuando hay asimetría, dependencia y coacción. Y en que Bugliani forzaba los límites del consentimiento de las víctimas a través de distintos mecanismos: presión, manipulación, aislamiento, separación de las personas que se revelaban. La exigencia de secreto también era una estrategia de sometimiento.
Al momento de la declaración indagatoria, Bugliani negó los hechos y dijo que esto estaba perjudicando la salud de su madre y su tía. Luego, justificó su situación ante la justicia como resultado de una persecución política, impulsada por Cuñarro. También habló de una supuesta campaña mediática en su contra encabezada por otros medios.
Según Z., una de las denunciantes, la sentencia permite también “reencontrarnos con la justicia del país, acercarse a la institución como algo positivo. Y también en lo cotidiano es sacarnos un peso muy grande. Venir a tribunales dos veces por mes durante horas y horas, y meses, escuchando el juicio fue muy pesado”. El juicio oral llevó nueve meses. Las denunciantes estuvieron en varias instancias, más allá de las declaraciones, en algunas de forma virtual y en otras presencial. A veces estuvo Bugliani y tuvieron que aprender a manejar sus nervios y angustias ante su presencia. Dar fin a este proceso es además un alivio. Fueron muchos años con el tema a cuestas. Pero antes del alivio, Z. sintió un shock: “Fue muy shockeante porque la justicia fue tan larga y tan inoperante en algunos momentos que no sabíamos qué iba a pasar. Shock de que la justicia haga lo que tiene que hacer. El juicio fue muy bueno para nosotras, se leyeron chats, muchos testigos, hicimos todo lo que podíamos hacer y así y todo no sabíamos que podía pasar”, contó a PáginaI12. La defensa había pedido 22 años de prisión, mientras que el fiscal Carlos Gamallo, 20.
Z., que tenía 19 años al momento de la denuncia, hoy tiene 26. “Declarar de vuelta, siete años después de los hechos, fue fuerte y revictimizante. Pero una quiere poder decir todas las cosas, entonces fue fuerte; como grupo nos acompañamos en todo momento; más allá de nuestros familiares y parejas que estuvieron representes”, dijo.
El grupo son cuatro chicas que la justicia consideró denunciantes, y otras dos y un varón que consideró testigos. ¿Cómo sigue ahora? Z. dice que está feliz, que se abrazaron y lloraron juntas con las otras denunciantes a la salida del tribunal, pero “es raro festejar porque son hechos horribles y es una historia que quiero dejar atrás. No puedo creer que se terminó. El proceso sigue pero ya sin nosotras”.
Los argumentos de la sentencia se darán a conocer a fines de mayo. Por supuesto que Bugliani puede apelar y se espera que lo haga. Pero el hecho de que el fallo sea unánime y contundente hace pensar que no va a ser posible dar vuelta la sentencia.