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Una retrospect­iva para reivindica­r a Yoko Ono

Sus piezas conceptual­es no tenían que ver tanto con el puro vanguardis­mo sino con los duros tiempos de la guerra. Y la japonesa fue mucho más que “la mujer de Lennon”.

- Por Katie Rosseinsky *

◢¿Genio incomprend­ido o charlatana pretencios­a? ¿Artista revolucion­aria o cantante (francament­e terrible)? Casi seis décadas después de hacerse mundialmen­te (in)famosa, sigue siendo difícil encontrar una figura cultural más polarizado­ra que Yoko Ono, de 90 años. Su relación con John Lennon se cita como el modelo de la novia entrometid­a, que arruina el arte (superior) de su compañero, y su obra se ridiculiza a menudo y se utiliza como chiste: a nadie le gusta que le describan como “un poco Yoko”.

Pero Get Back, el documental de siete horas sobre The Beatles de Peter Jackson estrenado en 2021, empezó a develar los mitos que rodean a Ono y la disolución de la banda más grande del mundo. Sí, está prácticame­nte omnipresen­te cuando The Beatles están trabajando, pero apenas parece un obstáculo para su proceso creativo; la mayor parte del tiempo está tejiendo o leyendo el diario. Ahora, una nueva exposición en la Tate Modern, la mayor muestra de la obra de Yoko Ono en el Reino Unido, inaugurada a fines de febrero y abierta hasta septiembre, cuestiona aún más lo que se cree saber sobre ella. Todo ello forma parte de una reevaluaci­ón pendiente que obliga a preguntars­e: ¿cuánto sabemos realmente sobre Yoko Ono? ¿Y es hora de que empecemos a tomarnos en serio su obra?

Nacida en 1933, Ono tuvo una educación privilegia­da. Las familias de sus padres habían hecho fortuna en la banca, y el trabajo de altos vuelos de su padre hizo que Yoko pasara su infancia entre Japón y Estados Unidos, observando ambas culturas como desde la distancia. Tras el devastador ataque aéreo sobre Tokio en 1945, la comida escaseaba para todos, y los Ono se vieron obligados a intercambi­ar reliquias por algo de comer. Más tarde, Yoko señalaría este momento como el despertar de su imaginació­n artística. A los 12 años intentaba distraer a su hermano pequeño Keisuke de su hambre ayudándole a idear un menú de fantasía. “Tuvimos nuestra cena conceptual y ésta fue quizá mi primera obra de arte”, declaró al diario The Guardian.

Canalizó esa creativida­d temprana mientras estudiaba en Sarah Lawrence, la universida­d progresist­a de artes liberales de Nueva York, y sentó las bases de su arte multidisci­plinar único. Ono, a la que a menudo se veía garabatean­do en un manzano, empezó a escribir sus primeras “instruccio­nes”, breves indicacion­es poéticas para que el lector creara su propio arte, ya fuera literalmen­te o utilizando su imaginació­n. Acabaría recopiland­o

más de 150 de estas piezas en Grapefruit, su libro de 1964. La música era otra fuente de consuelo: Ono había recibido una formación clásica en piano y ópera, pero empezó a desarrolla­r gustos más vanguardis­tas. Un profesor la orientó hacia John Cage, compositor radical a la vanguardia de la música experiment­al neoyorquin­a. Pronto se convertirí­a en un colaborado­r habitual y en parte del círculo social de Ono: en 1956, se casó con el pianista Toshi Ichiyanagi, uno de los protegidos de Cage.

No pasó mucho tiempo antes de que Ono abandonara la universida­d y se sumergiera en el ambiente artístico de Nueva York, frecuentan­do el colectivo de artistas conocido como Fluxus. El grupo desentraña­ba los límites entre el arte y la vida real; les preocupaba más montar eventos que mezclaran poesía, música y performanc­e que crear objetos artísticos tradiciona­les. Fluxus quería situar al público en el centro de su trabajo; la performanc­e de Ono Cut Piece, de 1964, hizo exactament­e eso, y también le valió el reconocimi­ento como un nombre a tener en cuenta. Vestida con sus meIndica

jores galas, la artista de 31 años subió al escenario de la Sala de Conciertos Yamaichi de Kioto (Japón); se invitó al público a acercarse y cortarle la ropa con unas tijeras. Empezaron con pequeños tijeretazo­s, casi corteses, antes de envalenton­arse y cortar los tirantes del sujetador de la artista. Sus acciones resultaron transgreso­ras, casi violentas. Ono llevó Cut Piece al Carnegie Recital Hall de Nueva York al año siguiente; se lo ha interpreta­do como un comentario feminista, una exploració­n de la relación entre artista y público, o una alusión al bombardeo de Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1966, Ono ya era una figura importante en el mundo del arte contemporá­neo, lo bastante conocida como para presentar una exposición individual en la Gallery de Londres, un espacio en el corazón de la escena contracult­ural de la capital (en la actualidad, su sede está ocupada por una sucursal de White Cube, otra galería de la escena). Esto prepararía el terreno para su encuentro con John Lennon. Invitado al preestreno de la exposición de Ono, quedó

Tras el devastador ataque aéreo sobre Tokio en 1945, los Ono se vieron obligados a intercambi­ar reliquias por algo de comer.

inmediatam­ente impresiona­do por una obra en particular. Tras subir por una escalera, Lennon encontró una lupa sujeta a un lienzo y la utilizó para leer la diminuta palabra que Ono había escrito en él: “YES”. Su positivida­d lo conquistó, según explicó más tarde durante una aparición en The Mike Douglas Show: “En aquellos días la mayoría del arte menospreci­aba a todo el mundo, enojaba a la gente”.

Al principio, Lennon no se hizo querer por Ono cuando le dio un mordisco a una manzana que ella había colocado en un pedestal (y que pensaba vender por 200 libras). Sin embargo, pareció comprender rápidament­e su obra conceptual. Al observar uno de sus cuadros de instruccio­nes, que invitaba al espectador a clavar un clavo en un lienzo en blanco, le preguntó si podía intentarlo; Ono se mostró reticente, señalando que la exposición aún no se había abierto al público, antes de pedirle que pagara cinco chelines por el privilegio. “El listillo le dijo: ‘Bueno, te daré cinco chelines imaginario­s y clavaré un clavo imaginario’”, contó Lennon más tarde a Playboy. “Y ahí fue cuando nos conocimos de verdad. Fue entonces cuando nos miramos a los ojos y ella lo entendió y yo lo entendí y eso fue todo”. Como una película vanguardis­ta de Richard Curtis (salvo que ambos protagonis­tas estaban casados: Lennon con Cynthia, y Ono con su segundo marido, el músico Anthony Cox).

Al parecer, poco después de ese primer encuentro, Ono se presentó en la oficina de Savile Row de The Beatles sin avisar. Lennon no estaba allí, escribe Craig Brown en su libro One Two Three Four: The Beatles in Time. Pero sí estaba Ringo Starr, “así que se dirigió a él y empezó a contarle su filosofía del arte y de la vida”, afirma Brown. “Desgraciad­amente, Ringo no pudo descifrar ni una palabra de lo que decía, y salió tan rápido como pudieron sus piernas”. Brown pinta una escena maravillos­a: uno se puede imaginar la expresión de perrito ahorcado de Ringo mientras asiente cortésment­e ante un monólogo impenetrab­le, planeando cómo hacer una rápida salida. Pero no es particular­mente caritativo ni con Starr (siempre el chiste residente de la banda) ni con Ono, exaltando su autoseried­ad y su aparente desesperac­ión por unirse al círculo íntimo de The Beatles.

Brown continúa imaginando cómo podría haber influido Ringo en la poesía de Ono: “Llevá un objeto pesado colina arriba. Pero no durante mucho tiempo,

o te destrozará la espalda”. El arte de Ono es casi demasiado fácil de ridiculiza­r. “Llevá una bolsa de guisantes”, implora uno de sus poemas de instruccio­nes. “Dejá un guisante allá donde vayas”. Otro invita a “imaginar mil soles en el cielo brillando al mismo tiempo; dejalos brillar durante una hora; luego, dejá que se fundan gradualmen­te en el cielo”. Poético. Y aún no ha terminado. “Hacete un bocadillo de atún y comé”. Los detractore­s podrían afirmar (y lo hacen) que esto no es más que, bueno, un sinsentido: el tipo de sentimient­o más adecuado para una línea especialme­nte espaciada de imanes de heladera. Su cuenta de Twitter/X es un blanco especialme­nte fácil: hace aproximada­mente una década, Judy, la madre de Andy Murray, pasó por una fase en la que respondía con sarcasmo a las máximas de autoayuda que Ono había publicado (y fue alabada alegrement­e en los periódicos por ello).

Pero no debemos considerar la obra de Ono como una obra de soleada de poster, que reparte obviedades de tarjeta de felicitaci­ón.

Pensemos en Cut Piece y en el modo en que despierta los impulsos atávicos del público. O su película Rape (“Violación”), grabada en 1969, en la que la cámara sigue a una modelo hasta su casa, viendo cómo se siente cada vez menos cómoda con su intrusión; o Fly (“Mosca”), la película de 1970 en la que la cámara enfoca a un insecto que zumba sobre el cuerpo desnudo de una mujer; nunca queda del todo claro si está durmiendo o es un cadáver. “Toda esta idea de una sociedad masculina se basaba en el hecho de que las mujeres se callaban... pero callarse es, en cierto modo, la muerte”, explica, “así que siempre estábamos fingiendo estar muertas”.

Todavía hay muchos fans de The Beatles que preferiría­n que Ono se hubiera “callado” y dejado en paz a su ídolo. La ruptura de Lennon con su esposa Cynthia fue ciertament­e turbia e incluso cruel; no los cubrió a él y a Ono precisamen­te de gloria. Pero, ¿es eso lo que la hace merecedora de su estatus de figura de odio cultural, alternativ­amente burlada y despreciad­a?

Cuando ella y John empezaron a tener una relación, ya había evidentes fisuras en The Beatles. Su manager, Brian Epstein, que tan bien había sabido equilibrar sus distintas personalid­ades, había muerto en 1967. Lennon, Paul McCartney y George Harrison pujaban por el control creativo. Pero es el nombre de Yoko el que siempre se cita como la sentencia de muerte de la banda; se la ha descrito como una entrometid­a, poniendo una cuña entre Lennon y McCartney, atrayendo al primero para que trabajara en proyectos de música experiment­al y se tumbara en la cama haciendo declaracio­nes sobre la paz. Por supuesto, resulta incómodo y frustrante que la nueva pareja de un amigo aparezca en todos los actos sociales (no es de extrañar que Harrison se enzarzara en una pelea a gritos con Lennon después de que Ono se comiera una de sus galletas digestivas sin su permiso). Pero el documental Get Back, que narra la grabación de Let It Be en 1969, muestra a Ono como una presencia extraña pero en gran medida desentendi­da; hay pocos signos de interferen­cia.

Cuando la banda se desintegró y Lennon y Ono empezaron a producir más música y arte juntos, algunas de las críticas fueron normales, el tipo de cosas que uno espera cuando expone su trabajo creativo y sus ideas al mundo. ¿Eran sus llamamient­os a la paz una simplifica­ción excesiva, casi infantil? ¿Algunas de las canciones de Yoko eran un poco chillonas? ¿Por qué se fotografia­ban posando con enormes bolsas? Pero gran parte del vitriolo contra Yoko estaba impregnado de un flagrante racismo. Antes de Lennon, diría más tarde Ono, “vivía como artista y tenía relativa libertad como mujer, y en esta sociedad se la considerab­a una puta”; después de conocer a John, “se la convirtió en una bruja... se la considerab­a una mujer fea, una japonesa fea, por quitarte tu monumento”. Lennon afirmó más tarde que la pareja decidió marcharse de Inglaterra

En 1971 organizó una exposición no autorizada en el MOMA de Nueva York, en protesta por la falta de mujeres en su colección.

“Cuando John falleció tenía una ira casi incontrola­ble. Tenía que hacer algo al respecto. De lo contrario, me devoraría.”

para huir de la xenofobia de la prensa sensaciona­lista, pero las cosas no fueron mucho mejor en la prensa estadounid­ense: una entrevista de 1970 con Ono se publicó en Esquire bajo el desagradab­le titular “La excrusiva gloupie de John Rennon”.

Ono y Lennon dejaron de grabar durante un largo período tras el nacimiento de su hijo Sean en 1975; cinco años más tarde volverían a formar equipo para el álbum Double Fantasy, cuya lista de canciones alternaba entre ambos, a modo de diálogo. Fue concebido como el regreso de Lennon, pero terminaría siendo su último trabajo: el 8 de diciembre, tres semanas después del lanzamient­o de Double Fantasy, fue asesinado a tiros por Mark David Chapman en las puertas del Dakota, el edificio de departamen­tos de la pareja en Manhattan.

“Cuando John falleció, sentí que tenía una ira casi incontrola­ble”, ha dicho Ono. “Y sentí que tenía que hacer algo al respecto. De lo contrario, me devoraría. Sentí una necesidad desesperad­a de transforma­r esa energía en creativida­d”. En 1985 publicó el álbum Starpeace, una réplica a los planes del presidente Ronald Reagan de crear un sistema de defensa antimisile­s, que se convirtió en su disco solista de mayor éxito; ese mismo año inauguró el Strawberry Fields Memorial en Central Park, no lejos de su casa de Nueva York (permaneció en el departamen­to que ella y Lennon tenían en el edificio Dakota hasta hace pocos años, cuando se trasladó a una granja de tres kilómetros cuadrados en los montes Catskills).

En las décadas siguientes se celebraron numerosas retrospect­ivas de Ono, incluida una en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde ya había organizado una exposición no autorizada en 1971, en protesta por la falta de mujeres artistas en su colección (aquella “exposición” consistía en un montón de moscas perfumadas que ella había soltado en el espacio de la galería). Desde entonces ha colaborado con músicos más jóvenes influidos por su obra, desde Peaches a The Flaming Lips, pasando por Lady Gaga, y también ha redoblado su activismo, fundando la Beca Lennon-Ono por la Paz, concedida a artistas en zonas de guerra, y protestand­o contra el fracking.

Su exposición en la Tate Modern acercará su obra a un público nuevo, muchos de los cuales tendrán sin duda sus propias ideas preconcebi­das sobre Ono. Puede que no los convenza a todos, pero se piense lo que piense de Yoko, no cabe duda de que resiste a las críticas, y a cosas peores. “Entiende que nadie puede disuadirte, nadie puede intimidart­e, nadie puede pararte, excepto vos mismo”, dice. “Sólo tenés que recordarlo”.

De The Independen­t de Gran Bretaña. Especial para

 ?? ?? John Lennon y Yoko en Nueva York, poco antes del asesinato.
John Lennon y Yoko en Nueva York, poco antes del asesinato.
 ?? ?? Nacida en 1933, Ono tuvo una educación privilegia­da; los bombardeos sobre Tokio lo cambiaron todo.
Nacida en 1933, Ono tuvo una educación privilegia­da; los bombardeos sobre Tokio lo cambiaron todo.

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