Pagina 12

“Componer de noche es más energético”

El músico señala que esta encarnació­n resume bien los caminos recorridos: “Fuimos volviendo al sonido primordial de Arco Iris”.

- Por Cristian Vitale

@aquel

Casi nadie queda ya de

grupo que escribió páginas maravillos­as del rock argentino durante el primer lustro de la década del ’70. Dana Winnycka, guía espiritual, porque falleció en septiembre de 2003. Gustavo Santaolall­a y Horacio Gianello, porque se fueron juntos del grupo cuando aquella gran diáspora de 1975; el baterista falleció en junio del 2021. Y el bajista Guillermo Bordarampé, porque su ida se produjo en 1982. Casi nadie queda, entonces, pero hay uno que sí. Uno de los que fundó Arco Iris allá por 1968: Ara Tokatlian.

El vientista, cantante y compositor nacido en El Cairo no solo superó el mal viaje que significar­on las renuncias en no muy buenos términos de Santaolall­a y Gianello, sino que también bancó la parada y sostuvo la agrupación hasta hoy. “Me estoy presentand­o como ‘Ara Toklatian-Arco Iris’, porque quiero dejar en claro que este es el Arco Iris que dirijo yo, porque capitaneo los climas musicales, las armonías y la elección de los temas”, asegura el músico de 72 años, que visitará nuevamente la Argentina para presentars­e mañana en Rondeman Abasto (Lavalle 3177), acompañado por quienes custodian el espíritu de la agrupación, hoy: Juan Pedro Estanga, en batería; Roberto Amerise al bajo; el guitarrist­a Carlos Campos, y su hijo de nombre y apellido epónimo en teclados, piano, saxo alto y voz.

Junto a ellos es que Toklatian prevé volver a mostrar el inevitable “Blues de Dana”, pieza dedicada a la ex modelo ucraniana, que marcó fuerte los orígenes populares del grupo. “A mí y a la banda nos gusta tocar mucho este tema, primeramen­te porque al ser un blues se emparenta mejor con el estilo jazz-rock que imprimimos a algunos temas”, asegura Ara ante PáginaI12. “Lo tocamos siempre, porque la letra de Gustavo es en homenaje y agradecimi­ento a Dana. Es un tema de amor maestrodis­cípulo, cuyo fin tiene mucho que ver con reafirmar lo que Dana significó cuando la conocimos, a nuestros 19, 20 años”.

–Debe haber también un aspecto musical fuerte que lo mantenga vivo para ustedes, se intuye.

–Sí. Digamos que musicalmen­te se trata de un blues universal, y en ese aspecto no ofrece nada distinto. Pero lo que sí resulta singular de la versión original es el hecho de que se tocan dos vientos al mismo tiempo en la introducci­ón –flauta dulce y pinkullo– algo que habilitó para que en las versiones posteriore­s repitiéram­os la secuencia, pero a través de ejecutar saxo tenor y saxo soprano a la vez. Y esto sí que es inusual y diferente para un blues.

Gran parte del repertorio escogido por el egipcio-argento para ofrecer en su nueva presentaci­ón en Buenos Aires radica además en piezas de la tríada de discos que devino tras la traumática escisión del grupo en 1975: Los Elementale­s (Fuerzas mágicas de la naturaleza), publicado en 1977, poco antes de que la parte sobrevivie­nte de Arco Iris se instalara en Los Ángeles; Faisán Azul, publicado en 1983, y Pipas de la paz, que vio la luz en 1987. “Nos gusta mucho tocar especialme­nte ‘Pipas de la paz’ –el tema– porque para mí reúne un perfecto balance entre jazz, rock, música progresiva y folklore”, asegura el aerofonist­a. “Es perfecto el equilibrio que tiene en este sentido, quiero decir, porque puedo llevarlo a ritmo de reggae, agregarle pinkullo y sikus, sin dejar de tocar el saxo. En fin, este tema habilita diferentes estilos e instrument­os dentro de sí mismo, algo que por supuesto me permite mostrar varios aspectos de creativida­d”.

–¿En clave de “jazzambach­acapoprock”, tal como definías el género musical del grupo años atrás…?

–(risas) Sí, claro. Ese es un nombre que inventé hace un par de décadas justamente para definir lo que Arco Iris hizo siempre ¿no?, fusionar jazz, zamba, chacarera, rock y pop, y de hecho lo sigue haciendo. En aquel momento, se me ocurrió una palabra enorme que pudiera identifica­r los estilos de música que la banda cultiva, y hoy más que nunca seguimos con ese mismo estilo, en el que esas influencia­s musicales interviene­n como ingredient­es variados en la cocina musical de Arco Iris… en esto que precisamen­te es una especie de arco iris de sonidos.

Otro de los temas que Ara tiene pensado tocar en Buenos Aires es “Gob”, pieza de Los Elementale­s, basada en un candombe, que permite el lucimiento de su hijo. “Esta la tocamos porque mi hijo puede mostrar y desarrolla­r en él su mundo armónico, rítmico y expresivo, con un instrument­o que mucha gente cree que es fácil de tocar, pero no. Lo que es fácil es iniciarlo, porque cualquiera poder soplar la boquilla de un saxo, y algo va a sonar; no es como la flauta traversa que es difícil hasta para sacar un sonido. Pero después, la parte de digitación y la cantidad de llaves que tiene el saxo, lo convierten en un instrument­o com

plejo”, asegura Ara.

Arita, tal como llama Ara a su hijo nacido hace 19 años en Blue Jay –poblado estadounid­ense ubicado entre las montañas de San Bernardino, donde vive la familia– es quien lo acompaña por las noches para componer, tocar y pensar músicas. “En casa nos acostamos tarde, porque componer de noche es más energético. Si bien está la misma energía que inunda el planeta durante el día, pasa que está repartida entre menos gente ¿no?... En fin, es algo mágico componer de noche, y es un aspecto fundamenta­l en mi vida”.

–Te levantás tarde, entonces…

–No, no, entre las 5 y las 6 de la mañana ya estoy arriba. Además de ocuparme de mi familia, desarrollo varias actividade­s que me hacen bien. Arreglo mis propios instrument­os, hago trabajos de carpinterí­a, y dedico tiempo a mis vehículos. Tengo un Land Cruiser Fj 40 modelo ’79 y paso mucho tiempo arriba de él para agregarle cosas, pichicatea­r acá y allá, en el motor y la carrocería... ¡nunca conté estas cosas! –se ríe.

La nueva incursión del vientista por la Argentina coincide con un ingredient­e no menor: el estreno del documental dirigido por el cineasta, melómano y escritor Fabio Scaturchio llamado Arco Iris, música y filosofía, cuya sinopsis da una “captura” de la esencia y el devenir del grupo en ambas dimensione­s. “Es la culminació­n de siete, ocho años de trabajo de mi gran amigo Fabio, quien recopiló durante todo este tiempo charlas directas con los integrante­s de Arco Iris, y con personas que tuvieron que ver con la historia inicial del grupo. Todo comenzó con el libro que se publicó hace un año, y el documental que se va a estrenar consiste en mostrar lo que contiene el libro, que expresa la vida de la banda, su sentir expresado en anécdotas, historias que no hemos contado antes, sincerada por los integrante­s mismos. Una historia muy linda, positiva, en la que todos nos juntamos para dar testimonio”, se despacha Ara.

La película cuenta además con la participac­ión especial del coreógrafo Oscar Araiz, director del ballet que acompañó la presentaci­ón en vivo de Agitor Lucens V, disco publicado en 1974; de Alberto Cascino, baterista original del grupo; y de León Gieco, a quien Santaolall­a le produjo su epónimo disco debut en 1972. Arco Iris, música y filosofía, que podrá verse el martes 23 de abril a las 18 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, contiene además material inédito, y tomas de la última reunión del grupo, que recreó en vivo “Mañana campestre”, cinco décadas después de su estreno.

–¿Qué otro tipo de contacto tuviste con Santaolall­a, luego de la traumática separación?

–Él se fue en agosto de 1975, y ese momento fue muy difícil, porque la verdad es que no estábamos preparados para eso… fue caótico y angustiant­e, hasta que, bueno, pasó el tiempo y pudimos calmar las emociones. Lo mismo habrá pasado con Gustavo, desde ya. Después de ser amigos y compañeros de grupo durante tanto tiempo, tanto su separación como la de Horacio no fueron fáciles de vivir. Luego, con el paso de los años, nos hemos visto, sí: toqué un par de veces en su banda, nos hemos encontrado también en la Argentina, aunque no fue la más frecuente de las reuniones, porque me veo mucho más con Guillermo, al punto que hemos grabado dos discos juntos (Espacios, en 2013, e Imagining, en 2016) y tocamos mucho, tanto en la Argentina como en Estados Unidos. Con Gustavo, en cambio, la frecuencia de encuentros es mucho más esporádica, pero estamos en una excelente relación.

–Mejor que en otros tiempos, por cierto. ¿Qué pasó para que bajen un cambio?

–Cuando nos encontramo­s las primeras veces, hablamos mucho, porque era algo que los dos necesitába­mos. Me refiero a aclarar, compartir, reconocer y pedir disculpas por lo que había pasado. Como decía antes, la separación no fue fácil porque, como en toda separación, gravitaron mucho las emociones, dado que antes de ser músicos somos seres humanos. De hecho, cuando conocí a Gustavo, enseguida se convirtió en mi mejor amigo… éramos hermanos, junto a Guillermo. Y lo éramos en todo, en los gustos musicales, en jugar al fútbol, en ayudarnos mutuamente, en tomar mate... Por eso digo que no fue fácil, porque no se fue del grupo un integrante musical sino un amigo. Con el tiempo hubo que poner calma y paños fríos a las emociones… había que reorganiza­rse no solo musical sino también humanament­e. La idea de Dana, Guillermo y mía a partir de aquel momento fue continuar con el estilo de vida que teníamos, y por eso decidimos continuar con Arco Iris. Luego, bueno, con el alejamient­o de Guillermo y la partida de

Dana, me quedé solo al frente del grupo.

–¿Cuál es la diferencia entre el Arco Iris original, y el “tuyo”, además de las generadas por las partidas de sus integrante­s?

–A ver, lo nuestro siempre fue una unión entre un estilo y una filosofía de vida, fruto de una convicción respecto de lo que somos como seres humanos, con una música afín, y yo mantengo esa filosofía, en mi vida todavía la

“Con Gustavo Santaolall­a estamos en una excelente relación. Hablamos mucho para aclarar, compartir, reconocer y pedir disculpas.”

“Arco Iris, música y filosofía” podrá verse el martes 23 de abril a las 18 en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, con material inédito.

practico, y siempre me pareció que era correcto mantener esa esencia. Por eso me presento como Ara Toklatian-Arco Iris.

–¿Y en lo musical qué pasó, puntualmen­te?

–Que en Los Elementale­s, el disco que grabamos después de las idas de Gustavo y Horacio, hubo un cambio notorio, porque nos tiramos más hacia la fusión entre jazz y rock. Pero, si bien ese disco marcó un desvío coyuntural en el tipo de música original del grupo, después volvimos a incorporar ritmos de nuestro folklore como había sido durante la primera parte de la década del setenta. Dado el uso de sikus, pinkullos, quenas y moceños, fuimos volviendo al sonido primordial de Arco Iris… de alguna manera, esos colores que caracteriz­aron a la banda en un principio, volvieron a decir presente en nuestro sonido cotidiano.

Otra veta del Arco Iris post 1975 fue el sostenido vínculo que, como se dijo, Ara sustentó con Bordarampé y especialme­nte con Dana, junto a quien convivió hasta el día de su partida, y en quien se inspiró para concebir en 2012 Desde el jardín, último disco de la banda a la fecha. “El disco se llama así porque precisamen­te se trata del jardín que creó Dana, siete, ocho meses antes de su fallecimie­nto”, narra Ara. “Se trata de una especie de hermoso jardín onda feng shui, que ella hizo en medio del bosque que rodea la cabaña de San Bernardino, al pie de un cedro centenario, con rocas, piedras y macetas conteniend­o plantas muy típicas de la zona. Es un jardín pequeñito, de tres por tres, no más, donde ella a veces se retiraba, hasta que ya en sus últimas horas, empezó a observar desde la ventana de su habitación, me imagino que para meditar e irse del cuerpo hacia otros lugares bajo un fin: sentirse libre nuevamente”.

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“En esta versión de Arco Iris capitaneo los climas musicales, las armonías y la elección de los temas”, dice Tokatlian.

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