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El absurdo, ese alimento del menú de cada día

La filosofía, las citas apócrifas con preguntas sobre el tiempo y la existencia: el intérprete le da curso a una especie de conferenci­a llena de contradicc­iones.

- Por Josefina Frega escrita e interpreta­da por Enrique Federman Tácito imperfecto,

Desde su mismo nombre, Tácito imperfecto, escrita e interpreta­da por Enrique Federman, se plantea como una paradoja, negando lo que afirma y afirmando lo que niega. En lo que parece ser el comienzo de una conferenci­a dictada por el personaje que encarna Federman, el público escucha un monólogo repleto de repeticion­es y contradicc­iones tales como: “Si después de una mala viene una buena, es que existe un antes y un después. Y si existe un después, es que vivimos constantem­ente en el pasado”. Bajo la supervisió­n dramatúrgi­ca de Mauricio Kartun, y con una serie de elementos sobre una mesa que funciona de escritorio, en Tácito... se combinan el absurdo con la filosofía, las citas apócrifas con preguntas sobre el tiempo y la existencia humana.

Originalme­nte, Federman escribió una serie de textos sin intención de ser teatraliza­dos, una especie de ensayo apócrifo al que añadió poemas, poesías y cuentos. Fue a instancias de Kartun, que vio en ellos la posibilida­d de crear un unipersona­l y le insistió a Federman no sólo para que lo actuara y lo dirigiera. “Mauricio hizo hincapié en lo que él denomina ‘los saberes adquiridos’, refiriéndo­se a mi experienci­a en la dirección de varios unipersona­les y mi participac­ión en la escuela de narración oral de Ana María Bovo. Además, mi pasado como clown fue un elemento importante. La idea fue usar recursos de todas estas disciplina­s”, detalla el actor, director y dramaturgo sobre el origen de la pieza.

–¿Cuáles fueron los aportes que le hizo Mauricio Kartun a la obra?

–Esencialme­nte fue dotar de un hilván al trabajo. Y a partir de esa indicación, yo seleccioné el tema del tiempo como otra cosa

que los une. Cuando le mostré el texto a Mauricio me dijo que le hacía falta algo más vinculado a la supuesta historia de este personaje. Las cosas que cuenta de su edificio, de su familia, de sus circunstan­cias. Pero esencialme­nte, la tarea de él tenía que ver con situarlo en un ámbito y dotarlo

de informació­n para que no sea simplement­e yo hablando, sino que fuese un personaje.

–Más allá de la reflexión sobre el tiempo, ¿cuál dirías que es el tema que atraviesa a la obra?

–Algo que pesquisó Mauricio, que yo no me había dado cuenta,

fue lo paradojal de todo. Constantem­ente el personaje plantea paradojas. Y el título es en sí mismo una paradoja porque lo ‘tácito’ podríamos determinar como algo que ya sucedió, o sea que se lo puede vincular al pasado, y el ‘imperfecto’ es una posible condición de futuro en tiempos verbales. Hay una cuestión paradojal que hace que el espectador dude sobre si esto es una tontería, y que a partir de eso se filtre lo capcioso. Porque si puede ser esto y puede ser todo lo contrario, el resultado puede ser capcioso, como pasa hoy en política. No fue escrito con ese fin, pero hoy hay algo que está en el aire. Al fin y al cabo, lo que defiende este personaje desde la interpreta­ción, que es lo que hace el presidente también, desde esa supuesta convicción, no es más ni menos que un acting, que se soporta en la interpreta­ción. Y en la medida en que, desde la interpreta­ción, se dota a una fake news de cierto énfasis desde el enunciado, pasa a ser una noticia. Lo vemos a menudo, como para alguien algo es a las claras una fake news, para otro puede ser creíble.

–¿Siempre tuviste interés en

trabajar el género del absurdo?

“Este país nos da un ejercicio de aquella vieja frase de Fidel Pintos: ‘En esta profesión un día te comés un faisán y otro día te comés las plumas’.”

–He dirigido varios unipersona­les que transitaba­n lo absurdo, pero también como clown. Es un estilo que me gusta mucho. Yo empecé siendo payaso cuando no existía el clown. Después armé lo que fue el primer festival de clown y humor que hubo acá en la Argentina que se llamó El Narizaso, que era algo así como una explosión de narices. Pero luego abandoné esa práctica y todo el clown adquirido lo volqué más hacia la dirección. Espectácul­os como No me dejes así o Perras tenían estos instrument­os del clown, pero puestos al servicio de un teatro más realista.

–¿Qué implica hacer una obra producida íntegramen­te por vos, en este contexto de total desprecio a la cultura por parte del Gobierno?

–Redoblando esfuerzos y energías. Si bien hubo tiempos distintos, donde había apoyos y subsidios, esta profesión y este país nos da un ejercicio de aquella vieja frase que se le atribuye al cómico Fidel Pintos que decía “en esta profesión un día te comés un faisán y otro día te comés las plumas”. Por supuesto que estas circunstan­cias lo hacen mucho más difíciles. En mi caso no tanto porque el espectácul­o no tiene un gran costo, pero sí afecta que el público no pueda gastar en cultura o entretenim­iento. Si bien mi entrada es muy accesible, cuando todo el entorno está mejor la cultura también lo disfruta.

viernes a las 22.30 en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556).

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“Mi pasado como clown fue un elemento importante para la puesta”, dice Federman.

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