Cómo se organiza hoy el movimiento estudiantil
Frente a la marcha universitaria del 23 de abril, los estudiantes comienzan a desplegar sus propias estrategias. ¿Por dónde transcurre la rebeldía en épocas de Milei?
segundo aspecto. La hipótesis es que la izquierda ya no enamora a las juventudes tal y como lo hacía tiempo atrás. “Después de la Caída del Muro se desintegraron los Estados comunistas de la Europa del Este; está claro que hoy esa utopía comunista no existe. Antes el hecho de tomar el poder estaba al alcance de la mano”. Y remata: “Hoy la postura económica y la idea de mejorar a la sociedad no están tan claras desde la izquierda. No tiene una utopía para ofrecer, que sí es ofrecida desde la derecha representada por Milei”.
Para Vommaro, el análisis de la movilización o desmovilización juvenil debe relacionarse con tres ejes. Formatos de protesta que podrían estar agotándose, una sociedad que reacciona mucho menos si se compara con la cantidad de intereses y derechos afectados, así como también, la presencia de muchos jóvenes en edad universitaria que votaron por el gobierno y aún están con cierta expectativa de ver qué es lo que sucede.
“Pienso que hay formatos de protesta que, aunque no dejaron de ser efectivos, están agotados entre las nuevas generaciones. Inclusive en agendas ambientales, que suelen movilizar mucho a las juventudes alrededor del mundo”, expresa el especialista en el rubro. De hecho, su mirada se constata: por esta época prevalecen las denuncias por redes sociales, las intervenciones directas como escraches a empresas que contaminan o gobiernos que los perjudican, pero las movilizaciones masivas parecen resignar músculos.
“Al mismo tiempo, el hecho de que no salgan a protestar no equivale a que las juventudes no tengan interés o que no estén preocupados porque les cierren la universidad. Creo que sigue habiendo una inquietud en participar de los asuntos públicos”, observa. Después Vommaro suma complejidad a la reflexión y complejiza aún más el análisis con un condimento empírico: “Dentro de una sociedad que está a la expectativa y que aún no sale a nivel de la afectación de los intereses que tiene, las juventudes actúan en la misma línea. No hay que olvidar que hace tan solo cuatro meses este gobierno ganó las elecciones”.
De manera reciente, el vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti, en diálogo con Tomás
Rebord, señaló una contradicción: “Los que tienen la pelota son los pibes que van y se educan en la UBA. No es compatible educarse en la UBA y votar a Milei”. Frente a ello, a tono con lo que subraya Vommaro, la reacción no se hizo esperar: hubo mini campañas encabezadas por estudiantes universitarios que, a través de las redes sociales, declararon haber votado a Milei. Lo enuncian con orgullo, esquivando la contradicción señalada por el funcionario.
Nostalgias y romances
En buena parte de las revoluciones, el componente juvenilestudiantil tuvo un papel preponderante. Las convicciones frescas para poner cuerpo y mente al servicio de defender derechos en riesgo, o bien, recuperar derechos perdidos. Aún se lee con emoción el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria en 1918, impulsada por los jóvenes de Córdoba y luego desplegada a otras latitudes: “Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son Ias libertades que faltan”.
Un programa reformista que planteaba transformaciones rotundas para la universidad del futuro: el cogobierno (con representantes de los distintos claustros de profesores, estudiantes y egresados en el proceso de toma de decisiones); la asistencia libre; la defensa de la gratuidad de la enseñanza y la libertad para que los estudiantes pudiesen escoger cursos paralelos al del profesor catedrático, entre otras reivindicaciones. Al calor de la reforma se creó la Federación Universitaria Argentina (FUA), que agruparía a los representantes de las diversas organizaciones estudiantiles.
Para 1960, con un Estado de Bienestar rozagante y las matriculas escolares engordadas hasta estallar, los jóvenes dominaban una escena social que, por primera vez, los tenía como protagonistas. A la revolución cubana y los procesos de descolonización en Asia y África, se sumaba el cimbronazo cultural marcado por los jeans, el rock y el twist; las sexualidades y la píldora anticonceptiva. Aunque el Mayo Francés será uno de los fenómenos más recordados, cuenta la historiadora del Conicet Valeria Manzano, fueron más de cien las ciudades que, a lo largo y a lo ancho del globo, participaron con movilizaciones obreroestudiantiles. La revolución parecía estar “a la vuelta de la esquina” y Argentina no fue la excepción a partir del Cordobazo.
La ebullición social les indicaba a los jóvenes que estaban escribiendo la historia y que la liberación del sistema capitalista era posible. Rieznik plantea que tal clima estudiantil perduró incluso hasta los 90, a partir de dos grandes luchas: la de 1993 contra la Ley Federal de Educación y la de 1995 contra la Ley de Educación Superior. Así lo cuenta: “Eran movilizaciones en las que participaban decenas de miles de estudiantes. En ese momento, habían pasado unos 10 años del retorno a la democracia y no había habido gobiernos de centro izquierda. Todavía no era el tiempo de Kirchner, Lula ni Chávez, y nuestra pelea de aquel entonces era muy antigobierno”.
Más allá de las diferencias, resulta todo un desafío para los adultos evitar la romantización de la propia juventud y no cuestionar la del presente. Comprender que las épocas pasadas no necesariamente siempre fueron mejores es parte de quebrar una mirada adultocéntrica con respecto a la vida. La ventaja de la historia es que siempre se está escribiendo y que las nuevas generaciones son las dueñas del lápiz.
La apatía frente a las solidaridades sociales se consolida como sentimiento hegemónico en los jóvenes y en todas las franjas etarias.