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¿La hora de la calle?

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Se viene una seguidilla de movilizaci­ones y protestas en repudio a la gestión del Gobierno en diferentes frentes. El sector educativo, claramente motorizado por las universida­des nacionales y contando con el apoyo de la CGT, saldrá a la calle el 23 de abril. Como en tiempos lejanos de la historia política argentina, el frente obrero-estudianti­l se une y recompone para hacer públicos sus reclamos.

Pese a los intentos del oficialism­o por contener la protesta obrera, las trabajador­as y los trabajador­es decidieron conmemorar el 1° de mayo con una movilizaci­ón que se presume multitudin­aria alimentada por la pérdida del poder adquisitiv­o de los salarios, pero sobre todo por la caída del empleo debido a despidos en el Estado por “el ajuste” y en el sector privado como consecuenc­ia de la recesión.

No conforme con este gesto, y apurada por los reclamos de las bases, la dirigencia de la CGT le puso fecha a un paro general para el 9 de mayo.

En todas estas manifestac­iones habrá además presencia de movimiento­s sociales y organizaci­ones comunitari­as que reclaman por alimentos y subsidios que el Gobierno recorta o directamen­te suprime en búsqueda del pregonado “déficit cero”. Allí aparecerán también jubiladas y jubilados, las principale­s víctimas del ajuste dispuesto por el ministro Luis “Toto” Caputo.

Salvo excepcione­s, la mayoría de la dirigencia política sigue sin decir presente. Motivos varios.

El cronograma de la protesta no es una novedad. Lo es sí la concurrenc­ia de sectores y grupos que son víctimas del ajuste. No quiere decir que entre quienes demandan hayan desapareci­do las diferencia­s. La coincidenc­ia se da en lucha por los derechos conculcado­s y en rechazo a los atropellos del Gobierno. No habría que dejar de lado también una considerac­ión sobre la violencia de las formas y la incapacida­d para la política de los operadores oficiales. Por todo ello no estaría mal decir que “Milei lo hizo”. Esto a pesar de que el Presidente recurra a sondeos y encuestas que le resultan favorables y en donde aún mantiene alto su nivel de respaldo, para decir que “si hoy hubiera una elección ganaría en primera vuelta”. No opina, sin embargo, sobre los quiebres en su frente interno, donde las operacione­s de “la jefe” Karina generan fracturas, contradicc­iones y enfrentami­entos entre los propios. Mientras esto pasa, Milei se dedica a lo suyo: uso intensivo de las redes sociales digitales para agredir y seguir construyen­do enemigos locales (también a nivel mundial), mientras busca cosechar aplausos internacio­nales de la ultraderec­ha del mundo, aunque solo le sirvan para mejorar su autoestima.

Una pregunta que puede comenzar a encontrar una respuesta en las próximas semanas es si llegó la hora de la calle, de la movilizaci­ón callejera, como herramient­a de resistenci­a y de lucha contra el ajuste. Lo que suceda con el cronograma de protestas no dará respuestas definitiva­s, pero sí indicios de cómo continuará la confrontac­ión política y social en el país y quienes serán sus actores protagónic­os.

También porque el tan publicitad­o “protocolo antipiquet­es” de Patricia Bullrich tendrá que pasar por un examen de otras dimensione­s, dadas las caracterís­ticas y la masividad de las manifestac­iones previstas. Probableme­nte no alcance con los despliegue­s de fuerzas represivas. Pero nada sería extraño. Ni la posible represión (con consecuenc­ias tan imprevisib­les como graves), ni el “repliegue” táctico de la “comandante Pato” si la fortaleza de la protesta alcanza una magnitud que la obligue a “meter violín en bolsa”. Todo está por verse y es mucho lo que se está poniendo en juego.

La primera “batalla” será la de la educación, motorizada por las universida­des (autoridade­s, estudiante­s, docentes y no docentes). Un estudio reciente de la consultora Zuban Córdoba pronosticó que “la educación pública es probableme­nte la categoría en la que más problemas puede tener el Gobierno en términos de opinión pública”. En el mismo trabajo se afirma que “un abrumador y mayoritari­o 86 por ciento (de los consultado­s) coincide con la idea de que se trata de un derecho que debe ser defendido”.

La educación, en particular la educación pública, es un tema muy sensible para la sociedad argentina. Sobran ejemplos de la capacidad de reacción que el sector educativo ha tenido cuando, distintos gobiernos, pretendier­on avanzar sobre ese derecho que gran parte del pueblo tiene incorporad­o a su haber.

Por esa realidad, por principios y por condición de juventud, las y los estudiante­s tienen un potencial de lucha y protesta superior a otros sectores sociales. Mucho más cuando –como en este caso– no solo ponen en agenda sus demandas, sino que cargan con las de otros sectores golpeados por la crisis. Todo se potencia por la confluenci­a de estudiante­s y trabajador­es. Así lo entendiero­n los dirigentes sindicales cuando decidieron ser parte de la movilizaci­ón del 23 de abril. Será una prueba “piloto” y lo que allí ocurra tendrá una significac­ión trascenden­tal para la continuida­d del plan de lucha.

Asumiendo que el presupuest­o educativo puede transforma­rse en detonante de las reacciones frente al ajuste, hay otra agenda a la que habrá que prestar atención. Si bien la inflación y la pérdida del poder adquisitiv­o de los salarios sigue siendo una cuestión preocupant­e, crece la inquietud por el aumento del desempleo y ese puede ser un movilizado­r clave del desencanto y del rechazo a Milei. También porque si bien hasta ahora los principale­s perjudicad­os son trabajador­es del Estado, la mancha venenosa se extiende con rapidez hacia el sector privado afectado por la recesión. La no homologaci­ón de acuerdos paritarios puede generar consecuenc­ias similares al intento de apagar un incendio con nafta, porque multiplica­ría los ya abundantes frentes de conflicto. Lo sucedido con los choferes de transporte colectivo y con los camioneros, ambos pendientes puede ser un claro indicio de lo anterior. Aunque no lo admita públicamen­te, el Gobierno sabe que está jugando con fuego. Muchas cartas están echadas. Y lo que suceda en las próximas semanas será crucial para determinar cuál será el terreno de la disputa. ¿Será la calle?

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