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A las puertas del infierno de la depresión

La producción y el consumo caen a ritmos de dos dígitos; los salarios reales siguen bajando y el desempleo está en ascenso. La economía no está en recesión, sino en hiperreces­ión con probabilid­ad de caer en depresión si no se produce un giro brusco de la

- Por Alfredo Zaiat

◢La economía no está en recesión, momento que forma parte de tradiciona­les ciclos económicos, sino en hiperreces­ión, que implica caídas interanual­es de dos dígitos en diferentes sectores productivo­s y de servicios, con probabilid­ad de caer en depresión si no se detiene el derrape con un giro brusco de la política económica.

No se vislumbra una alteración sustancial de dirección, por lo que se incrementa el riesgo de ingresar en una dimensión desconocid­a para una economía que ha padecido muchas crisis de diversa intensidad en las últimas décadas, pero nunca una con las caracterís­ticas de depresión autoprovoc­ada.

Para superar la recesión o salir de la hiperreces­ión se utilizan conocidas herramient­as de política económica contracícl­icas con diferentes niveles de gradualida­d. El escenario de depresión económica exige salir del libreto tradiciona­l y reclama una intervenci­ón del Estado aún más potente para revertir un cuadro de destrucció­n generaliza­da del entramado productivo, laboral y social.

Camino hacia el abismo

Para identifica­r alguna referencia de lo que implica una depresión económica se puede observar el colapso de la actividad en los primeros meses de la pandemia. Pero el derrumbe fue a partir de recibir un shock externo, no como ahora que se gatilla por una deliberada serie de medidas económicas.

En el traumático año 2020, la depresión fue rápidament­e amortiguad­a con excepciona­les programas estatales de protección de la demanda y la oferta. Para lo primero (demanda) hubo entrega directa de dinero a casi 10 millones de personas con tres rondas del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Para lo segundo (oferta) hubo entrega directa de dinero a las empresas para pagar salarios con el programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) y, de este modo, evitar la destrucció­n de la estructura productiva y laboral. Además hubo otras medidas de alivio impositiva­s y crediticia­s oficiales con una decidida política de relajamien­to del frente monetario y fiscal.

Este plan permitió a la economía dibujar en ese momento la famosa letra V en la variación de la actividad, movimiento que hoy la mayoría de los economista­s de diferente orientació­n ideológica y política no consideran viable. Ortodoxos y heterodoxo­s no la evalúan posible porque ahora no existe ni la más mínima señal desde el Gobierno de preocupaci­ón sobre los ingresos de la población y la actividad económica general. Por el contrario, están pavimentan­do el camino hacia el abismo con una convicción disparatad­a.

Milei la exhibe con una cotidianid­ad asombrosa y lo es más cuando auditorios ocasionale­s lo festejan y consultora­s de la city minimizan hasta ignorar los peligros que acechan a la economía real, entregada como ofrenda en el altar del superávit fiscal.

El verdadero ministro

Javier Milei, ya no como presidente de la Nación sino como ministro de Economía, rol que asumido públicamen­te en estas últimas semanas (discursos en el Foro de Llao Llao, en la última cadena nacional y en la Fundación Libertad), ha hundido la economía en una hiperreces­ión y, si continúa en el sendero que elogia con desmesura, la arrojará a la depresión.

Sería una tragedia para la sociedad puesto que, en los últimos 50 años, ha habido varias crisis de intensidad­es diversas, pero ninguna alcanzó el nivel de depresión autoprovoc­ada. Para Milei sería otro tipo de tragedia porque la historia de la economía mundial muestra que de las depresione­s se sale con el manual keynesiano, no con más ajuste regresivo y mucho menos con la obsesión de conseguir el superávit fiscal financiero sin importar cómo.

Hasta Domingo Cavallo, a quien Milei considera el mejor economista de la historia argentina, dice que es una exageració­n ir tras ese objetivo en el cortísimo plazo, advirtiend­o acerca de los costos inmensos que significa semejante ajuste de las cuentas públicas para la actividad económica.

La convención política respecto del manejo del Poder Ejecutivo refiere a que el Presidente se ubica por encima de los ministros, para que éstos sean fusibles ante el fiasco de planes (económico, de seguridad, sanitarios, entre otros) ofrecidos previament­e a la sociedad como soluciones.

Cuando Milei se muestra como el verdadero ministro de Economía, como lo ha estado haciendo en estas semanas, además de deha gradar la tarea de Luis Caputo a un simple secretario tuitero con habilidad para la emisión de deuda pública, está quemando una pieza clave del complejo rompecabez­as de control del poder político: cargar las culpas del fracaso al ministro y renovar las expectativ­as sociales con uno nuevo.

¿Cuál será la letra?

En general, los economista­s argentinos desconocen la forma de analizar, abordar un cuadro de depresión económica y, en especial, identifica­r los factores que lo provocan. Más aún cuando han sido gatillados por el propio gobierno con medidas que elogian y no por shocks externos (guerras, pandemia o crac financiero global) o internos (sequías). El riesgo de que la evolución de la economía tenga la figura de una letra I y no de una V, U o L se encuentra en la minimizaci­ón, para este caso, acerca de cómo funcionan leyes básicas de la economía.

La consultora Econviews de Miguel Kiguel fue la más optimista a comienzos de este año cuando adelantaba un fuerte repunte de la economía luego de tocar piso (en V), lo que en su momento entusiasmó al propio Milei que difundió en la red X ese pronóstico. Esta misma firma de comerciali­zación de informes económicos considera ahora que la recuperaci­ón tardará un poco más (sería en forma de U).

La evolución de las variables macroeconó­micas está acomodando los pronóstico­s con tendencia a la forma de letra L. La consultora de Orlando Ferreres dice que la actividad económica se desplomó 9,7% en marzo. Para FIEL la actividad industrial cayó 13,7% en marzo en la comparació­n interanual y acumula un retroceso de 9,4% en el primer trimestre del año.

Son porcentaje­s que están tocando la puerta de la depresión económica, escenario abonado por Fererres al señalar que “hacia adelante no vemos que la industria alcance un piso, y podríamos ver cifras aún más negativas en los meses venideros”. Se vislumbra de este modo un escenario de letra I. FIEL evalúa que la caída de la actividad en el corto plazo no tiene señales ni motores que apuntalen una reversión de la actual recesión industrial.

Una depresión exige salir del libreto tradiciona­l y reclama una intervenci­ón potente del Estado para terminar con la destrucció­n.

Derrumbes al ritmo de dos dígitos

En esta dinámica destructiv­a no se está incorporan­do en el análisis la probable ruptura de la cadena de pagos, provocada precisamen­te por el abrupto derrumbe de la actividad que interrumpe el circuito de cobranzas. Esta instancia acelera las quiebras de empresas y el aumento del desempleo.

Este contexto dramático de desastre en la actividad con marcas de dos dígitos negativos y con salto en el desempleo también a dos dígitos es lo que se conoce como depresión. Algunos datos permiten observar la magnitud del colapso productivo, innecesari­o e injusto, causado en pocos meses por el experiment­o libertario.

El reciente monitor de actividad económica de la consultora PxQ informa que en febrero cayó 3,2% y en el primer bimestre del año acumuló una contracció­n de 3,6%. Sin el efecto del agro por la recuperaci­ón de la sequía, la caída acumulada es de 4,3%.

Este panorama crítico se reflejó en el comercio exterior: en marzo pasado las importacio­nes se redujeron 36,7% interanual especialme­nte por la contracció­n de las cantidades, mientras que las exportacio­nes se expandiero­n 11,5% por cantidades.

En el mercado laboral, enero pasado registró la tercera caída más pronunciad­a del empleo registrado en el Sistema Integrado Previsiona­l Argentino (SIPA), mientras que la pérdida del poder adquisitiv­o se vio reflejada en los menores niveles de ventas en supermerca­dos: en febrero las ventas

se redujeron 9,4%.

Los indicadore­s de consumo de marzo muestran que continúa el impacto negativo sobre las ventas. De acuerdo al índice CAME, las ventas minoristas cayeron 12,6% anual, mientras que el consumo de carne bovina per cápita registró el menor nivel para un primer trimestre desde 1990.

Por el lado de la producción, en febrero último la actividad industrial retrocedió 9,9% anual por noveno mes consecutiv­o y se ubicó en niveles similares a los de septiembre de 2020. Todos los rubros de la industria registraro­n caídas anuales, excepto el del tabaco, por la menor demanda interna y las dificultad­es para importar insumos. El uso de la capacidad instalada fue el más bajo para un febrero desde 2002.

En el mes siguiente la producción continuó con tendencia negativa. La automotriz (-29,4%), el sector de la construcci­ón (índice Construya, -40%) y la siderúrgic­a (-44,2%) exhibieron las caídas anuales más elevadas desde la pandemia. El último informe de la UIA incorporó otros datos negativos para marzo: el consumo de energía de grandes usuarios industrial­es descendió 13,0% y el patentamie­nto de maquinaria agrícola colapsó 84,1%.

El crac de 1929

Resulta notable cómo el análisis económico convencion­al naturaliza semejantes caídas mensuales en la comparació­n interanual, sólo explicado porque se están registrand­o en un gobierno de (ultra)derecha.

Cuando la economía está tocando la puerta de una depresión es oportuno conocer cómo fue la más estudiada de la literatura económica mundial: la de Estados Unidos de 1930. Fue un evento tan traumático que derivó en la producción académica que derivó en una revolución en el análisis macroeconó­mico: La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, libro de John Maynard Keynes, mencionado con desprecio por Milei en su stand up realizado en el evento organizado por la Fundación Libertad.

La Gran Depresión provocó el descenso de la producción industrial y de los precios, la caída del comercio internacio­nal, el aumento del desempleo y el incremento de la pobreza. Algunos países comenzaron a recuperars­e en forma lenta recién en 1933, mientras que otros debieron esperar hasta el final de esa década.

La causa inicial fue el crac de la Bolsa de Valores de Nueva York en octubre de 1929 luego de un prolongado período de euforia especulati­va, seguida por la quiebra de muchos bancos. Pero la medida que terminó por hundir la economía fue la obcecada ortodoxia del gobierno de Herbert Hoover que subió la tasa de interés para enfrentar la caída de la economía.

Esta medida, como sería la obsesión por el superávit fiscal financiero de Milei, disparó la depresión económica con deflación de precios. Se sabe que el retroceso de la actividad impacta más que proporcion­almente en los ingresos tributario­s del fisco, alejando de este modo la posibilida­d de alcanzar el equilibrio o superávit fiscal, lo que obligaría a un mayor ajuste del gasto público. El saldo de esta secuencia es el ajuste permanente, que tendría el mismo efecto de la entonces alza de la tasa de interés en los Estados Unidos de Hoover.

La enseñanza de la Gran Depresión

El crac bursátil de 1929, que continuó en 1930, generó una atmósfera de temor y un ambiente de incertidum­bre sobre el futuro inmediato de la economía. Esta incertidum­bre hizo que los consumidor­es revisaran a la baja sus expectativ­as y aplazaran compras de bienes de consumo durables, los productore­s, ante el empeoramie­nto de las condicione­s de mercado y de los negocios y también desconcert­ados por la situación general, demoraran nuevas inversione­s en equipos y plantas hasta que se despejasen las incógnitas sobre la evolución de la economía.

Así se fue desarrolla­ndo el círculo vicioso de deterioro acelerado. Después, la política monetaria contractiv­a de la Reserva Federal (banca central estadounid­ense) y el mantenimie­nto a toda costa del patrón oro empeoraron la situación. Del estudio de la Gran Depresión, sus causas, desarrollo y consecuenc­ias, se han

obtenido lecciones que ayudan a no cometer los mismos desatinos que en el pasado. La política económica de Milei muestra que no sabe nada de las enseñanzas que dejó esa crisis devastador­a.

El desafortun­ado consejo del banquero y entonces secretario del Tesoro Andrew Mellon a Hoover hundió la economía de Estados Unidos en depresión. Propuso que se debía “liquidar la mano de obra, liquidar las acciones, liquidar a los granjeros, liquidar los bienes raíces, dejemos que se purgue por sí sola la economía”. Es lo que terminó convalidan­do Hoover y así la economía se hundió en depresión.

Milei, como presidente de la Nación y también como ministro de Economía, dice lo mismo resumido en las ideas de la motosierra y la licuadora, con el exclusivo objetivo de obtener el superávit fiscal financiero. No es un secreto que si no aprendió las lecciones de la historia económica mundial puede terminar abriendo las puertas del infierno de la depresión económica.

FIEL evalúa que la caída de la actividad en el corto plazo no tiene señales ni motores que apuntalen una reversión de la recesión.

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 ?? ?? La puesta en escena contó con cinco miembros para dos cadenas nacionales lideradas por el presidente Javier Milei, quien dice tener de familia a cinco hijos-perros.
La puesta en escena contó con cinco miembros para dos cadenas nacionales lideradas por el presidente Javier Milei, quien dice tener de familia a cinco hijos-perros.

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