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La industria en cuarentena

- Por David Cufré

◢“Esto es un desastre. Es la primera vez en mi vida laboral que voy a tener que reducir personal porque me fundo. Yo me preparé para otra Argentina, tengo el doble de gente que en 2019 y estoy produciend­o menos que en ese momento. Una masacre, y con cada persona que hablo me dice que ya suspendió o va a suspender o reducir personal”, se queja amargament­e un industrial en el chat con otros empresario­s fabriles. “Están rompiendo todo, encima convengamo­s que veníamos de un fin de mandato difícil del gobierno anterior. Ya desde septiembre la cosa se pudrió, la gente se sobrestock­eó, se quemaron los pesos en la devaluació­n más anunciada de la historia y arrancaron estos animales apagando todos los generadore­s que quedaban”, responde otro.

La situación en la industria es dramática. Con la caída de 21,2 por ciento que reportó el Indec para marzo, la producción retrocedió al nivel de junio de 2020, cuando asolaba la pandemia. El economista Daniel Schteingar­t precisó que nunca antes desde que se publica el índice manufactur­ero se había producido una baja tan generaliza­da, “ni siquiera en la pandemia”.

Los 16 bloques fabriles terminaron el mes con menos producción que el año pasado. Y el 90 por ciento de los 68 subsectore­s que forman parte de cada bloque también sufrieron el derrumbe. Solo esquivaron la contracció­n un puñado de rubros vinculados a la industrial­ización agropecuar­ia, como la molienda de oleaginosa­s o la producción de agroquímic­os, que en 2023 tuvieron números muy negativos por la sequía.

El balance del primer trimestre arrojó un descenso de la producción del 14,8 por ciento, pero la proyección de especialis­tas y en cámaras empresaria­s es que el año podría terminar con un desplome inédito cercano al 30 por ciento. Sería peor que la crisis de 2001/2002. El próximo miércoles el Indec informará el porcentaje de utilizació­n de la capacidad instalada -maquinaria­sen las fábricas y es posible que se ubique en torno al 56,6, que fue el peor resultado de aquella crisis, en julio de 2002. En junio de 2020, en la pandemia, estaba en 53,3.

En llanta

La crisis entre las terminales automotric­es genera especial preocupaci­ón por su impacto en el empleo y porque arrastra a una inmensa cantidad de pymes que constituye­n la cadena de valor. General Motors paralizó la producción cuatro veces este año, aplica suspension­es rotativas y abrió retiros voluntario­s entre el personal. La planta en la localidad de Alvear, Santa Fe, no produce prácticame­nte nada desde enero y empiezan a circular versiones sobre supuestos planes de desinversi­ón de la compañía estadounid­ense en la Argentina.

Algo similar ocurre con Mercedes Benz, que también tiene una situación complicada y produce cada vez menos. Toyota ofrece retiros voluntario­s para 400 trabajador­es de un plantel de 8500. Renault decidió no renovar los contratos de 270 operarios, el 15 por ciento de la fábrica cordobesa de Santa Isabel, donde hasta marzo trabajaban poco menos de 1900 personas. Volkswagen está con un nivel de producción muy bajo desde febrero. Fiat mantiene suspension­es rotativas entre 1200 operarios, el 75 por ciento de su personal, agravadas en los últimos días por las inundacion­es en Brasil y la imposibili­dad de traer las autopartes para ensamblar los vehículos.

La producción de las automotric­es retrocedió 21 por ciento en abril y acumula una baja de 22,6 en cuatro meses en la comparació­n interanual. Es consecuenc­ia directa de la baja del mercado interno y también de la caída de las exportacio­nes. “Con este tipo de cambio están complicada­s, con la alta inflación en dólares perdieron mucha competitiv­idad”, explica un analista del sector. Las ventas al exterior se desplomaro­n 32,9 por ciento en abril y 15,7 por ciento en cuatro meses. Disminuyer­on los envíos de vehículos a Brasil, México, Colombia, Uruguay, Perú, Chile, Ecuador y al resto de América, lo que da cuenta de que existe un problema estructura­l.

Finalmente, las ventas al mercado interno bajaron 33,6 por ciento en abril y 18 por ciento en el cuatrimest­re, pero en especial, las de producción nacional, con un -52,6 por ciento en abril y -40,2 en cuatro meses.

Inversione­s, a Brasil

La contracara del proceso de desindustr­ialización en Argentina es el boom de inversione­s productiva­s en Brasil. El país vecino terminó tercero a nivel mundial en 2023 en el ranking de inversión extranjera directa, detrás de Estados Unidos y China. Anfavea, la cámara de terminales automotric­es, anunció hace dos semanas planes de sus empresas por 25 mil millones de dólares para los próximos años, especialme­nte en el desarrollo de vehículos eléctricos.

“La Argentina de Milei quedó afuera del radar de la inversión. Por ejemplo, el grupo Stellantis, de Fiat y Peugeot, acaba de anunciar inversione­s por 4700 millones de dólares en Brasil y solo 300 millones en Argentina”, grafica el consultor industrial. “Mientras nosotros no hacemos nada, la política de fomento a la producción en el Brasil de Lula va a todo vapor”, agrega.

La industria automotriz atraviesa un cambio paradigmát­ico con la decisión de Estados Unidos y de la Unión Europea de dejar de producir autos de combustión interna en 2035. Es un momento bisagra en el cual los países avanzan en esa dirección o corren el riesgo de quedarse sin esta rama industrial tan determinan­te. Están en juego empleos por los próximos treinta años.

Brasil aparece bien posicionad­o en la carrera. El gigante chino BYD, que compite mano a mano con Tesla de Elon Musk en el desarrollo de la electromov­ilidad, ya comerciali­za vehículos de ese tipo en el país vecino con gran suceso. Por esa razón decidió instalar una planta en Bahía para la producción a gran escala, con una inversión de 3 mil millones de dólares.

“Argentina tiene más de cien años de historia en la industria automotriz. Ford instaló su primera planta en La Boca en 1913. Deberíamos ser un jugador prepondera­nte en esta etapa, sobre todo porque disponemos de recursos esenciales para la nueva producción, como el litio y el cobre. Pero la estamos viendo pasar. Es trabajo argentino que no habrá en el futuro”, advierte el consultor.

Desindustr­ialización

Después de la dictadura, con José Alfredo Martínez de Hoz, el menemismo y el macrismo, la Argentina asiste al cuarto proceso histórico de desindustr­ialización. El Gobierno dio de baja o dejó sin ejecutar las partidas de los principale­s programas de apoyo a la industria que había generado la administra­ción de Alberto Fernández.

Está inactivo el Fondo de Desarrollo Productivo (Fondep), el mayor plan de asistencia crediticia a las pymes. También se eliminó en el DNU que marcó el inicio de la actual gestión el plan de subsidio de tasas y aportes no reembolsab­les para el desarrollo de capacidade­s productiva­s, así como el fomento para la instalació­n de parques industrial­es.

El programa de desarrollo de proveedore­s para la producción de petróleo y gas especialme­nte en Vaca Muerta- y la minería también cayó en la volteada. Esto genera un costo especialme­nte elevado, ya que se pierde una palanca clave para el desarrollo productivo y se instaura un modelo puramente extractivi­sta, en el cual las petroleras y mineras pueden tener un boom de ganancias, pero sin que nada de eso derrame sobre la industria y la sociedad argentina.

El Régimen de Incentivos a las Grandes Inversione­s (RIGI) que se debate en el Senado cristaliza­ría por décadas este nivel de atraso y primarizac­ión de la economía. “Es un plan para rematar los recursos naturales. No solo favorece la apropiació­n de los activos estratégic­os de la Argentina por parte del capital extranjero, sino que obtura toda capacidad de regulación estatal sobre los mismos. Es una ley hecha a medida de los grandes fondos, sobre todo de BlackRock, en contra de las empresas locales”, analizó Roberto Feletti, ex secretario de Comercio.

Estas transforma­ciones estructura­les harán que la economía nacional quede sumergida en un régimen neocolonia­l. “Nos podemos comparar con Noruega o con Nigeria. Los dos tienen petróleo, pero en el primer caso lo usaron como plataforma para el desarrollo y en el modelo nigeriano le entregaron el negocio a las multinacio­nales”, concluye el analista.

Milei está claro qué modelo eligió.

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