A la calle contra el odio y el miedo que paraliza
Muchos participantes pusieron el foco en la responsabilidad del Estado y sus discursos odiantes y odiosos en este crimen atroz, que recuerda las quemas de brujas de la Edad Media.
dios de comunicación que no visibilizan esta noticia porque es la peor masacre de lesbianas de los últimos tiempos. Se ve que evidentemente nuestras vidas no valen tanto”, vocifera una de las manifestantes.
Acompaña la movilización la referente sindical y trabajadora sexual Georgina Orellano, que explica y arenga: “Venimos denunciando
la hostilidad en el espacio público por parte de la policía pero en los últimos meses hubo un creciente odio de los vecinos y vecinas autoconvocadas que comienzan a tener acciones en la calle como tirarles agua caliente desde los balcones a nuestras compañeras. Más allá de que nos convoquemos hoy por una tragedia y en otras fechas, como ahora el 3 de junio, nos tenemos que ver en las calles todo el tiempo. Es una realidad la violencia está ganando en los barrios y los discursos de odio están totalmente habilitados. Para que no vuelva a pasar nunca más, pisen el barrio, muchachas”.
Una y otra vez, los y las presentes invocan el aura de Pepa Gaitán, víctima de la lesbofobia de su padrastro, que la asesinó de un escopetazo el 7 de marzo de 2010. Desde esa fecha, se instituyó como el Día de la Visibilidad Lésbica.
“La visibilidad es un tema sobre el cual hay que seguir charlando. Hay ciertas identidades que pareciera que tienen más derecho a expresarse en el ambito de lo público o incluso en ambitos familiares”, dice Sofía, sentada de la mano con su pareja, Agustina, con la que vive hace dos años. Ambas le cuentan a PáginaI12 que reconocen que poder alquilar es un privilegio frente las condiciones en las que vivían las mujeres violentadas, un reflejo de la realidad de gran parte del colectivo. “Al enterarnos tuvimos una sensación de mucha vulnerabilidad. Sentir que como parte del colectivo estamos en una situación de exposición permanente, de discursos que nos posicionan como blanco. Saber que, así como pasó con estas mujeres, podría pasar con nosotras”, expresa Sofía.
Por su parte, Agustina reflexiona sobre su vivencia como lesbiana en un entorno hostil y heteronormado. “No hay una semana que pase que no recibamos un comentario de gente que cree estar habilitada a dar su opinión sobre nuestras identidades y que, con eso, motivan prácticas violentas concretas. Siempre estamos abiertas a alguna desaprobación, alguna mirada”. Además, trae una preocupación cotidiana que ve en su lugar de trabajo: el aula. “Como docentes es algo que sale todo el tiempo en las aulas. Ahí hay un montón de trabajo que hacer, aún teniendo la ESI. Hay muchos pibis que dicen ser homófiques u homoodiantes, se proclaman como si eso fuera una opinión”, cuenta.
Benja, un joven militante de la agrupación LGBTQ+ 1969, toma el micrófono y se planta frente a los discursos de La Libertad Avanza: “Tenemos un gobierno que constantemente ataca a las diversidades. Se convalida con dichos como los de la canciller Mondino comparando la homosexualidad con una infestación de piojos. Este gobierno no tiene nada que ofrecer a las diversidades. Fue lesbicido y esto no es libertad.”
Ocupando un carril de la curva de la calle Solís –que unos 10 oficiales de policía y guardia urbana no estuvieron dispuestos a cortar a pesar de la convocatoria– Sole se apoya sobre su bicicleta y le cuenta a este diario que desde el día del ballotage en el que Milei ganó las presidenciales no volvió a estar tranquila. “Volví a sentir miedo caminando por la calle, que hacía mucho tiempo que no sentía, no solamente en términos del contexto sino tambien en mi historia lesbiana, desde antes de habilitarme la defensa o andar en grupo”.
“Vine porque siento que hay una enorme necesidad de encontrarnos, de estar cerca, de saber que nos tenemos, porque creo que la violencia va a recrudecer y creo que tenemos que armar estrategias para cuidarnos y se haga justicia”, dice y vuelve con sus amigas, que están en ronda armando refugio contra el odio.