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“El padre Mugica nunca creyó en la violencia”

Los realizador­es analizan la figura del sacerdote asesinado por la Triple A, un hombre surgido de un entorno pudiente que encontró un nuevo llamado en los más necesitado­s.

- Por Oscar Ranzani

◢Hoy se cumplen cincuenta años del asesinato del Padre Carlos Mugica, uno de los nombres esenciales del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y del Movimiento de Curas villeros. Mugica se caracteriz­ó por su opción por los pobres y su adhesión al peronismo. La mayor parte de su labor tuvo lugar en la Villa 31 de Retiro –que hoy lleva el nombre Barrio Padre Carlos Mugica–, donde fundó la parroquia Cristo Obrero. Fue asesinado por la Triple A, después de celebrar misa en la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro. 0b Sus restos fueron trasladado­s en 1999 a la Villa 31, para ser sepultados en esa parroquia, una ceremonia encabezada por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, posteriorm­ente Papa Francisco, 0b quien ya siendo la máxima autoridad del Vaticano lo definió como un gran sacerdote que luchaba por la justicia.

Hoy a las 23 Canal 9 estrenará Padre Mugica. A la hora de la luz, de Walter Peña y Nicolás Cuiñas, que refleja su vida y obra a través de una rigurosa combinació­n de material de archivo y testimonio­s de sociólogos, historiado­res, religiosos que lo conocieron, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, músicos de la talla de Marilina Ross –que cantó en misas de Mugica–, y León Gieco, autor de la canción “Los guardianes de Mugica”, y el actor Víctor Laplace, que narra parte del documental.

La producción surgió a raíz de un trabajo que Peña y Cuiñas realizan desde la Pastoral villera desde hace unos años. “Este cincuenten­ario del martirio del Padre Carlos Mugica era algo que veníamos pensando hace un tiempo: cómo recodarlo, no solo para aquellos que lo conocen, sino también para que quienes no lo conocen tomen el testimonio del Padre”, comenta Peña. Hablándolo con los curas villeros y con distintas organizaci­ones surgía el tema: “Tenemos que hacer un registro audiovisua­l en este tiempo”. La dupla buscó, más allá de contar quién fue Mugica y qué hizo, su legado en los barrios populares y en las villas. “Sigue teniendo vigencia y una luz. Nosotros le pusimos al documental ‘A la hora de la luz’ porque hay algo que sigue iluminando mucho que fue su testimonio de vida. Y eso está muy presente dentro de las villas” relata Peña.

Peña coordina en forma voluntaria la Pastoral villera con áreas de comunicaci­ón y viene realizando junto a Cuiñas distintas actividade­s. Hicieron una serie que salió por la TV Pública durante cuatro temporadas hasta febrero de este año, titulada Ser esencial. Nació en pandemia, cuando se hablaba de “los esenciales”, tal como se nombraba a los médicos. “Y nosotros decíamos que en las villas, en el trabajo con los curas villeros, había esenciales que no se estaban visibiliza­ndo. Así surgió Ser esencial, como un homenaje a los comedores, a los médicos villeros. Desde ahí venimos trabajando con la Pastoral Villera”, explica Peña. En 2018 ya habían realizado un documental sobre Mugica llamado Un compromiso con

el pueblo.

–¿Cuál es la diferencia entre el documental de 2018 y el que estrenan ahora?

Nicolás Cuiñas: –En ese momento, la CGT y las organizaci­ones que agrupan a trabajador­es no sindicaliz­ados estaban haciendo un trabajo de unión y tomaron a Mugica y una obra de teatro, Padre Carlos, como eje para organizar una gira en los barrios populares y en los sindicatos para amalgamar los dos grupos y sacar una síntesis para que se abra la puerta para sindicaliz­ar a estos trabajador­es excluidos. Se tomó como eje a Mugica, pero no hicimos un trabajo de investigac­ión ni testimonia­l. Un compromiso... tomaba como eje el legado de Mugica en los trabajador­es, pero no profundizá­bamos en su biografía.

–¿Qué significa la figura de Mugica para ustedes?

Walter Peña: –Es un testimonio de vida que conmueve. Alguien que entrega su vida por los más vulnerable­s. Y aparte desde su historia, teniendo en cuenta que vino de la clase alta, de una aristocrac­ia, y decidió despojarse de todo para entregarse por los más humildes. Ese testimonio de vida conmueve, te interpela te invita a reflexiona­r para un lado o para otro. Esa historia de vida nos muestra que muchas veces creemos que hicimos muchas cosas y al fin y al cabo es como que no hicimos nada.

–Dicen en el documental que cuando murió Evita ese fue su

primer contacto con los pobres. ¿Creen que eso le produjo una nueva manera de ver el mundo teniendo en cuenta que había nacido en el seno de una familia acomodada?

W. P.:

–Sí, alguien que se crió con personal doméstico, con gente que lo cuidaba, que tenía niñeras, que convivía con un sector social y como en una burbuja dentro de ese sector social, empezó a tomar contacto con otras realidades. Y cuando vio el Barrio Norte, con la muerte de Evita, y fue a la cocina de su casa, vio que todo el personal doméstico estaba llorando. Eso le provocó una contradicc­ión enorme, desde su mirada. Cuando sucedió lo del ‘55 también. Eso fue un quiebre enorme en su vida. Vio que la gente de los barrios populares la estaba pasando mal. Fueron situacione­s donde él se empezó a interpelar y se empezó a dar cuenta de que la dignidad humana iba por otro lado.

–Mugica adhirió al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. ¿Creen que en este movimiento pudieron ver que había un desfasaje entre la Iglesia y el mundo de aquel entonces?

W. P.:

–Sí, Mugica adhirió al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Lo que contamos fue lo que sucedía entre la Iglesia y el mundo antes del Concilio Vaticano II y lo que empezó abrirse después, cuando empezó a reconocers­e que tenía que haber una Iglesia que se ocupara de los pobres porque si no la Iglesia era un principado. Mugica empezó a tener esa mirada a partir de lo que sucedió en Medellín, o el Tratado de las Catacumbas, hechos que fueron marcando esa transforma­ción de la Iglesia, que hoy se puede decir que llega hasta el papado de Francisco. Fijate que el primer acontecimi­ento que hace Francisco es ir a visitar a los inmigrante­s,

“Se vivía mucho la política cercana a la fe. La política era también un instrument­o de gestión para los curas en los barrios.”

“Queríamos que estuviera León Gieco, porque no lo conoció, pero ‘Guardianes de Mugica’ demuestra que el legado sigue presente.”

cuando asume como Papa. Fue su primer gesto hacia los más desprotegi­dos y siguió manteniend­o una mirada hacia aquellos que están más caídos.

–¿Cómo nació la idea de fundar la Capilla Cristo Obrero?

N. C.: –El vivía en una zona muy paqueta de Recoleta. El barrio está a 500, 600 metros. Los vecinos cuentan cómo él iba ca

minando, pasaba unos playones del ferrocarri­l –ahora son estacionam­ientos y depósitos–, cruzaba un portón y ya estaba en el barrio. Hacía cincuenta metros por un pasillito y llegaba al centro del barrio. No había ninguna capilla, y le dijo al hermano, que tenía una empresa constructo­ra, si le daba una mano. Cristo Obrero sigue en pie, con modificaci­ones, por supuesto. Hubo una lucha cuando se construyó la autopista Illia para que no la tiraran abajo y está literalmen­te a un metro y medio de lo que es la autopista, que también la tapó en altura. Quedó bajita, pero sigue siendo el lugar donde él daba misa. Y los vecinos cuentan que era el centro neurálgico junto con un edificio que hay al lado, donde tenían los medicament­os, donde guardaban las donaciones. Se volvió el centro neurálgico porque estaba la canchita de fútbol atrás, la capilla pegada y de ahí nació una avenida, que era para ellos como Florida, donde estaban los negocios, donde sucedía todo. Y es lindo saber que sigue en pie. Son los mismos ladrillos que se pusieron en su momento.

–En el documental se narra el encuentro con Perón en Puerta de Hierro en 1968, tras haber participad­o en el Mayo Francés. ¿Mugica no entendía la política distanciad­a de la fe?

W. P.:

–Era un tiempo donde se vivía mucho la política cercana a la fe. La política era también un instrument­o de gestión para los curas en los barrios. Mugica entendía esto y se involucrab­a. Cuando hizo el viaje a Europa, que participó después de este encuentro con Perón, era un tema que tenían todos los curas del Tercer Mundo: como instrument­o para gestionar era importante tener acercamien­tos con la política.

N. C.: –Es importante dar el marco que, así como en 1952 vivió muy fuerte los funerales de Evita, después en 1955 lo mismo con el bombardeo a la Plaza de Mayo. A partir de ahí, Perón fue proscripto. Fue una señal de acercamien­to.

–¿El creía que Perón podía ser el eje de la reconstruc­ción de la Argentina?

N. C.: –No sé si de la Argentina. En principio, él creía de la democracia; o sea, sin Perón en el país, y exiliado, no había una democracia verdadera. Creo que el eje fundamenta­l por lo que en ese momento los sacerdotes para el Tercer Mundo pidieron por un retorno de Perón, en principio, fue por la democracia.

–¿El creía que la transforma­ción iba a darse desde las bases?

N. C.: –Sí, él ponía en el centro al pueblo villero. Y todas las decisiones que tuvieran que ver con lo político las decidía junto con las bases villeras. Con Valenzuela, un referente que había en el barrio junto con él, iban viendo qué necesidade­s surgían en el barrio y, en realidad, la herramient­a política, era para ir a de a poco solventand­o esa deuda que tiene siempre la política con los barrios más humildes.

–El Pato Galmarini dijo que nunca escuchó de parte de Mugica decir “Hay que agarrar un fierro”. ¿Cómo era su relación con miembros de las organizaci­ones armadas?

W. P.: –Mugica tuvo primero una relación como asesor espiritual y guía de grupos del Colegio Nacional, dentro de los cuales estaban Firmenich, Abal Medina. Su relación con las organizaci­ones era esa. Nunca estuvo de acuerdo con la violencia ni con la lucha armada, sino con la democracia cuando el general Perón regresó a la Argentina. El Pato Galmarini hace referencia a eso, que él podía entregar su vida pero que nunca podría matar a nadie: “Yo entrego mi vida por la vida de los demás pero no estoy de acuerdo con la violencia”.

–Mugica temía más que lo echaran de la Iglesia a que lo mataran. ¿Por eso no le dio importanci­a a las amenazas?

W. P.:

–Mugica siempre fue un profundo sacerdote porque muchas veces se lo confunde con otra cosa. Le han ofrecido distintas cosas y el temor más grande que él tenía era ese: que lo echaran de la Iglesia. Justamente porque era una persona de mucha oración, más allá de ser una persona de mucha acción, de tener mucha acción social, mucha presencia en sectores de la política. Su lucha y su gestión siempre partían de la fe. El siempre tenía como base que era un sacerdote. Cuando el obispo le hizo el comentario de que quizás le convenía dejar la Iglesia y dedicarse a la política le produjo mucho dolor, mucho más que cualquier otro comentario o cualquier otra falsedad que se dijera sobre su vida, porque lo que profundame­nte sentía era ser parte de la Iglesia.

–Es muy interesant­e el testimonio de León Gieco, sobre todo cuando explica cómo se le ocurrió titular la canción que homenajea a Mugica. León vio escrito eso en el bombo de una murga del barrio.

W. P.: –Sí, vio escrito “Guardianes de Mugica” y le inspiró esa canción. León no conoció al Padre Carlos. El mismo me lo decía cuando empezamos a hablar por el documental, pero como en este material nosotros planteamos que está presente Mugica en muchos lugares, que hay un legado muy presente y que hay muchos Guardianes de Mugica, le dijimos: “Justamente por eso queremos que estés, León. Porque sos el autor de la canción y porque sos alguien que no lo conoció, que está bárbaro que no lo haya conocido y que lleve adelante su legado o admire y lleve, de alguna manera, en su vida, la obra de lo que dejó Mugica”.

–¿Qué creen que perdura a cincuenta años de su asesinato?

N. C.: –El guante que dejó Carlos lo recogió un equipo de curas que ya existía porque Carlos no estaba solo, había un equipo de alrededor de diez curas villeros. Eran los primeros que se fueron a vivir a las villas, a trabajar como albañiles o carpintero­s. Y después se dieron cuenta de que la gente no necesitaba curas disfrazado­s de carpintero­s, necesitaba­n capillas y curas para bendecir y dar una misa, para albergar la fe popular. El primer equipo se fue renovando y se acercaron distintas generacion­es de curas villeros que hoy tienen como referente al Padre “Pepe” Di Paola, al Padre “Toto” De Vedia. Transforma­ron esa lucha en las necesidade­s que hoy tienen los barrios que son diferentes a las de aquella época, porque se suma la problemáti­ca de las adicciones. Ya desde 2000, cuando entraba el paco en las villas, empezaron a ver esta problemáti­ca y se dieron cuenta de que desde el Estado hay poca respuesta. Y ellos están en el centro de la problemáti­ca. En 2008 fundaron junto a Jorge Bergoglio los Hogares de Cristo. –¿Cómo son?

N. C.: –Son centros barriales que abren sus puertas; un espacio muy sencillo, donde hay una cocina, un baño. Abren las puertas a los más rotos, a los descartado­s, para empezar un camino de recuperaci­ón. Ese es el primer paso: recibirlos, abrazarlos y, en base a sus tiempos, ir avanzando en un proceso de recuperaci­ón, conseguir trabajo, muchas veces recuperars­e de enfermedad­es como la tuberculos­is o infeccione­s, o sacar el documento nacional de identidad, terminar la primaria. Y esa es la base para la recuperaci­ón de estos chicos, que después se suman al equipo de los Hogares de Cristo ayudando a otros. Van consiguien­do trabajo en cooperativ­as y hoy ese es el foco más fuerte que tienen los curas villeros, además de dar misa, bautizar, hacer ollas populares, fundar escuelas. Y hacer clubes, para que el deporte sea una herramient­a de prevención. 11 05 24 PI12

“El temor más grande que tenía era que lo echaran de la Iglesia. Porque era una persona de acción, pero de mucha oración.”

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Guadalupe Lombardi ?? “Es un testimonio de vida que conmueve: alguien que entrega su vida por los más vulnerable­s.”
I Guadalupe Lombardi “Es un testimonio de vida que conmueve: alguien que entrega su vida por los más vulnerable­s.”

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