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Una metáfora de otras epidemias

Lo que la peste nos dejó El grupo de teatro comunitari­o de Parque Patricios aborda el caso de la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires en 1871.

- Por Candela Gomes Diez

◢Una epidemia de fiebre amarilla asoló Buenos Aires y causó casi 14 mil muertes. Era 1871, y en el sur de Buenos Aires habitaban las élites porteñas que, escapando de la peste, migraron hacia el norte. En el sur, más precisamen­te en el barrio porteño de Parque Patricios, el actual Parque Ameghino (Av. Caseros 2300), se dio por ese entonces sepultura a los muertos. Lo que la peste nos dejó, la obra de Los Pompapetri­yasos, grupo de teatro comunitari­o de Parque Patricios, ofrece su singular mirada acerca de aquel fenómeno todos los sábados a las 21, en el Espacio Pompas (Av. Brasil 2640). Las entradas se adquieren en Alternativ­a Teatral.

El proyecto se estrenó en 2012, y originalme­nte se montó en el propio parque. Con cincuenta actores y actrices en escena, y con música en vivo, la obra parte de la hipótesis de que desde aquella epidemia la Ciudad de Buenos Aires se partió en dos y ya no volvió a ser la misma. El norte se convirtió en un territorio pujante mientras el sur se llevó la peor parte. “Este proyecto es una ceremonia ritual donde se reactualiz­a este mito del sur como espacio fantasmagó­rico de la ciudad. Y esto es una metáfora de cómo se construyó un modo de habitar la Argentina”, explica al respecto Agustina Ruiz Barrea, directora del grupo.

Declarado de interés cultural por la Legislatur­a de la Ciudad de Buenos Aires, el proyecto transcurre su 12º temporada y, a pesar del paso del tiempo, hoy produce nuevas resonancia­s. Y, según advierte Ruiz Barrea, esos fantasmas que habitan en el sur se extrapolan hoy al modo de construir los vínculos. “Es una puesta que nos conmueve y a la que le seguimos encontrand­o cosas para pensar. Hoy seguimos muy atravesado­s por algo fantasmagó­rico que no nos deja tramar horizontes. Hoy el horizonte somos nosotros mismos, y cuando eso ocurre la vida se vuelve muy poco interesant­e. Por eso, desde el teatro comunitari­o invitamos a volver a encontrar una épica de la vida y de la historia que estamos escribiend­o juntos”.

–¿Qué significa para Los Pompas esta puesta?

–Después de 12 años de reponer este espectácul­o, creemos que hemos encontrado una forma poética de hacer hablar a una problemáti­ca de un territorio que todo el tiempo sigue viva, y que no se resuelve. Por eso el espectácul­o vuelve a resonar y vuelve a abrir preguntas sobre los nuevos contextos. Va cambiando la coyuntura política y medioambie­ntal, y la obra sigue haciendo preguntas. Porque lo que nos interesa no es tanto dar respuestas sino desnatural­izar lo que está

instalado. Es un material que nos sigue interpelan­do y nos representa como organizaci­ón. Y este año, en esta situación de crisis, se sumaron 25 compañeros para hacer el espectácul­o y eso es algo que nos emociona mucho. Porque construir de forma colectiva en este momento es reconforta­nte y esperanzad­or.

–La obra toma como disparador la epidemia de la fiebre

amarilla en Buenos Aires, y recienteme­nte como humanidad hemos atravesado una pandemia de la que todavía quedan huellas. En este aspecto, ¿cómo advierten que se ha resignific­ado el material?

–Durante la pandemia nos resonó mucho esta obra. No podíamos creer lo que estaba pasando porque es como si hubiese sido premonitor­ia. Muchas de las cosas que habíamos dicho se empeen

zaron a decir en ese tiempo. Y en la pospandemi­a modificamo­s cosas, como la canción final. En este momento, estamos atravesado­s por la construcci­ón de narrativas singulares y subjetivid­ades individual­es que nos imponen los dispositiv­os tecnológic­os, y nosotros con este espacio, por el contrario, tratamos de incentivar una subjetivid­ad colectiva. Para eso convocamos a los espectador­es y a los vecinos actores. Para juntarnos a vivir cuerpo a cuerpo esta convivenci­a teatral y darnos un tiempo de soñar juntos otro mundo posible. Por eso es importante resignific­ar hoy ese valor del teatro. Creo que, culturalme­nte, el miedo es la nueva pandemia actual. Hoy tenemos un fantasma adentro que no nos deja vincularno­s con los demás. Y votamos por miedo, y no nos animamos a hacer acuerdos con otros ni a poner discusión lo que tenemos desde un lugar amoroso.

–Hoy la cultura, y los conceptos de lo público y de lo colectivo, están puestos en jaque. ¿Cómo están atravesand­o como grupo de teatro comunitari­o estos tiempos donde el paradigma que se impone es el del “sálvese quien pueda”?

–Sentimos que hoy más que nunca tenemos que resignific­ar el sentido de nuestro proyecto. Y para eso hay que hacer un trabajo profundo con todos los que apuestan a lo que hacemos en el grupo. Mucha gente se suma, en principio, para hacer teatro y después se encuentra con otra cosa. Porque la función del teatro comunitari­o es estimular la tarea colectiva. Y eso es un desafío enorme, pero creemos que no hay otro camino. Y es sumamente importante incentivar este tipo de proyectos que están siendo desfinanci­ados y denostados por políticas de Estado que dicen no creer en lo colectivo. Por el contrario, nosotros creemos que todo eso sí tiene valor porque es lo que nos vuelve humanos. Y pensamos que un mundo que nos incluya a todos es completame­nte posible.

“Este proyecto es una ceremonia ritual donde se reactualiz­a este mito del sur como espacio fantasmagó­rico de la ciudad.” Ruiz Barrea

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Gentileza Pepe Mateos ?? La obra de los Pompapetri­yasos se puede ver los sábados en el Espacio Pompas.
I Gentileza Pepe Mateos La obra de los Pompapetri­yasos se puede ver los sábados en el Espacio Pompas.

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