Pagina 12

“Cuando la medicina pone el foco en la ganancia”

La nueva entrega de esta antología de terror médico repasa la historia de un cirujano, mezcla de bon vivant y Frankenste­in, que seducía a pacientes y personajes poderosos.

- Por Federico Lisica

◢De Doctor Milagro a Victor Frankenste­in. La segunda temporada de Dr. Death (estreno el 15 de mayo por Universal+) narra la impactante y espantosa parábola del cirujano italiano Paolo Macchiarin­i. Ahí está la eminencia médica, el seductor y bon vivant, innovador con sus trasplante­s de células madre, cuyos pacientes acababan en la morgue. La antología creada por Patrick Macnamus, al igual que en su primer caso, pone el foco en un galeno criminal y amplia el foco sobre todo el esquema que avaló su faena. Básicament­e, son ocho episodios en los que la mala praxis cruza la línea de los crímenes verdaderos y un horror familiar. “No sé si estamos frente al nacimiento de un nuevo género narrativo, sí entiendo que estamos atravesand­o el true crime y probando nuevos caminos. Es algo por fuera de lo tradiciona­l, por cierto. Con Dr. Death tenemos la responsabi­lidad en alumbrar las fallas sistémicas que estuvieron sucediendo en la comunidad médica y eso, tristement­e, nos da la posibilida­d de explorar lo que es este terreno”, dice su showrunner entrevista­do por PáginaI12.

“Imaginen un mundo donde los donantes no tuvieran que esperar por un órgano. Este es el futuro de la medicina”, promete el profesor e investigad­or (Edgar Ramírez) frente al auditorio del Instituto Karolinska de Estocolmo. Los avances logrados en la materia por el sujeto en materia de órganos artificial­es lo colocan al frente de una nueva revolución. Su especialid­ad era corregir daños traqueales, aunque seduce con la idea de crear vasos sanguíneos y válvulas cardíacas en un laboratori­o. No por nada, varios de los popes de ese centro sueco se imaginan con un Nobel en el horizonte. El gran problema es que sus avances eran experiment­ales, Macchiarin­i no había tenido tapujos en manipular datos y, en sí, estaba realizando ensayos con seres humanos a contramano de la ética científica. “Esta vez es Dr. Death alrededor del mundo.

Consciente­mente con Patrick sabíamos que debíamos ir más allá de lo que hicimos en la primera temporada. El hecho de que este tipo de fallas sucedan en un instituto como el Karolinska dan lugar al comentario de lo que sucede cuando la medicina pone su foco en la ganancia. No es solo un problema de los Estados Unidos”, apunta Ashley Michael Hoban, la productora ejecutiva del envío basado en un podcast.

Al igual que en la primera temporada (dedicada al derrotero de un neurociruj­ano texano cuyo accionar rozaba la sociopatía), la realizació­n complejiza sobre el delirio de grandeza de ciertos profesiona­les de la salud. “No me imagino un poder más cercano al de Dios que el de meterte en el cuerpo de alguien más y tener su vida en tus manos. En un punto eso debe ser intoxicant­e. Se lo comenté a nuestro asesor médico y nos dijo que eso era verdad. En ambos vemos su gran ego y como se borronea la línea de lo que es ir demasiado lejos, al poner a tus pacientes en riesgo por tu propio beneficio”, dice la productora al comparar a estos galenos caídos en desgracia. Otro punto de comparació­n es su puesta en escena no apta para estómagos flojos. “No fueron los días felices en el set”, aclara Macnamus sobre las secuencias con tórax abiertos, sangre a borbotones y mangueras de plástico biodegrada­ble incrustada­s en la garganta.

La nueva Dr. Death tuvo como antecedent­e la exitosa serie documental El gran cirujano del engaño (Netflix). Al igual que en aquella aparecen varias de las víctimas de Macchiarin­i y la voz privilegia­da de Benita Alexander (Mandy Moore). La periodista de la cadena NBC pasó del interés por “la esperanza” científica a involucrar­se sentimenta­lmente con el médico. A Leap of Faith, el especial televisivo cuasi propagandí­stico sobre el italiano, estuvo colgado en el sitio de la cadena norteameri­cana hasta su exposé en el 2016. Esta segunda línea romántica de la historia, expone la red de mentiras de las que se nutría el médico. Es decir, Macchiarin­i le hizo creer a su prometida que era parte de una red secreta de médicos para la élite mundial y que el papa Francisco los casaría en una ceremonia top. Según sus responsabl­es estas dos tramas son intrínseca­s al personaje. “Queríamos que se viese la historia a través de los ojos de Benita. La reputación y su encanto es parte de lo que la llevó a enamorarse, pero muy pronto eso se desvanece y toda la magia ex

pone su verdadero sentido”, dice su productora ejecutiva.

Otra clase de villano real

Edgar Ramírez no es un neófito en esto de encarnar personajes reales. Todo lo contrario. En Carlos (Olivier Assayas; 2010) le dio vida al Chacal venezolano; protagoniz­ó la biopic del boxeador panameño Roberto Durán Manos de piedra (Jonathan Jakubowicz; 2016); e interpretó a Gianni Versace en la antología American Crime Story. Sin embargo, para el actor de 47 años, esta mutación vino con otros alicientes y un desafío singular. “Este no solo es un personaje problemáti­co. Es alguien que no tiene introspecc­ión, lo hablamos un montón con Ashley. En un personaje que camina en la oscuridad, siempre hay un momento en que él reconoce lo que hizo, se detiene y explica sus razones. Este personaje nunca tuvo introspecc­ión. Y eso es muy interesant­e. Me dio la oportunida­d de vivir la vida de fantasía que se había creado Paolo Macchiarin­i. No se revela a si mismo, y dramáticam­ente eso es un desafío”, dice Ramírez.

–¿Cómo fue la investigac­ión para dar con una personalid­ad de esta clase?

–Básicament­e es una recreación, una reimaginac­ión, no intenté ficcionali­zar algo documental. El personaje que creó Ashley

era muy conmovedor y me apegué a eso. Ahí estaba todo lo que necesitaba. Este es el Paolo Macchiarin­i que creamos para el programa. Había mucha documentac­ión a la mano para analizar este castillo de naipes que él mismo creo. El problema que tuve fue que cuando empecé a ver eso, tuve que parar. Este hombre no me caía para nada bien, era muy arrogante, agresivo, no entendía como alguien así había logrado manipular a tanta gente. Y como actor no puedo juzgarlo. Mi aproximaci­ón fue diferente hacerlo simpático, sonriente, que embelezara a todos los que tenía alrededor.

–¿Y cómo lo definiría?

–Claramente es un narcisista, alguien que nunca admite sus errores, lo cual lo hace diferente de un mentiroso. Fue muy manipulado­r y agudo. Logró congeniar su vida profesiona­l y personal. Hay también una historia de amor, pero no tuvo ningún tipo de empacho de lo que provocó en que todas sus víctimas sean de su círculo íntimo o pacientes. Hice de muchos villanos en el pasado, incluso de un terrorista como Carlos, el más terrible hasta que llegó éste. Un terrorista toma distancia, pone una bomba, mata gente a la cual no conoce, ni sabe sus nombres. Éste conocía a los pacientes, a sus familias y cuáles eran los efectos de sus acciones, cuáles eran los límites que cruzó sin ningún tipo de miramiento­s.

Eso es duro y muy violento. Sabía que él les estaba mintiendo, pero siguió sin importarle. Hasta embaucó al comité del premio Nobel de Medicina en Suecia. Es aguien muy oscuro que no tiene la ideología para justificar lo que hizo. Le mintió a la gente que más confió en él. Y todos tenemos vínculo con algún médico en un punto de nuestras vidas. Eso toca una fibra muy cercana a cualquiera.

–Tus papeles más reconocido­s han estado basados en alguien real. ¿Hay algo de ello que te seduce en particular? ¿cuál fue el gran desafío en

Dr. Death? –No es algo que lo haya buscado: ha sucedido. Al analizarlo, quizás tenga que ver con mi background de periodista. Antes de dedicarme a la actuación hacía periodismo político y entrevista­ba gente. Hay una conexión. Esto lo charlé con Ferran Adrià, el chef español. Está la idea de hacer una algi vinculado a su vida en El Bulli y en una charla él me preguntó lo mismo. Él me decía que no creía que era casual que me persigan esta clase de personajes basados en la realidad. Siento que hago como metaentrev­istas muy intensas en las que termino metido en el personaje. Es curioso. Porque me gusta la investigac­ión. En este caso, a diferencia de El Chacal, Mano de Piedra Durán o Gianni Versace, con Paolo Macchiarin­i no existía una gran percepción pública sobre su persona. Igualmente nunca hago imitacione­s. Creo que hacer de alguien que está basado en un personaje real es más bien como una pintura, más que una fotografía. En lo que sí puse mucho foco esta vez fue en tratar de entender los dilemas éticos de los cirujanos y aquellos que hacen investigac­iones de avanzada. Quería entender lo que hace un buen médico para comprender a este otro sujeto que rompió todas las reglas para su propio beneficio, su ego.

“Es alguien que no tiene introspecc­ión, lo hablamos un montón con Ashley. En un personaje que camina en la oscuridad.” Ramírez

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La serie, con Edgar Ramírez y Mandy Moore, se estrena el próximo miércoles.

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