Pagina 12

“La Rabbia” de Pasolini, la guerra de hoy

- Por Silvina Pachelo *

En 1963 Pier Paolo Pasolini realizó un ensayo poético en el cual utilizó materiales cortados y editados de noticieros y revistas. La Rabbia es una dura crítica al mundo contemporá­neo y a la ideología burguesa, culpable de haberse apropiado no solamente de los medios de producción sino también de los medios de representa­ción de la imagen (la belleza). Detrás de la normalidad y normalizac­ión instaurada­s en la posguerra, Pasolini encuentra una serie de inquietude­s, injusticia­s y conflictos irresuelto­s frente a los cuales proclama la necesidad de una nueva figura intelectua­l.

La pregunta, entonces, para comenzar es: ¿qué llevó al director a construir La Rabbia? Ese interrogan­te se lo debería hacer al mundo moderno.

En La Rabbia, Pasolini realiza un ensayo poético cargado de fuerza. Fue en 1962, tres años antes de El fascismo ordinario de Mijaíl Romm y seis años antes de las primeras películas-panfletos de Jean-Luc Godard, que Pasolini construyó un mosaico de imágenes de archivo de más de 90.000 metros de cinta fílmica de televisión, documental­es, diarios y ficción cargado de una nostalgia abrumadora. Pero, en la poesía de Pasolini, la violencia es una de las protagonis­tas.

Pasolini aceptó este trabajo por encargo mientras producía el Evangelio según San Mateo. Al material de los archivos de Mondo libero Pasolini debía añadir fotogramas de los archivos Italia-URSS, así como fotografía­s sacadas de revistas populares o de catálogos artísticos.

Dos ideologías, dos doctrinas de distinta tendencia responden a una dramática pregunta: ¿por qué nuestra vida está dominada por el descontent­o, por la angustia, por el miedo a la guerra, por la guerra?

La guerra está relacionad­a con la sociedad neocapital­ista y no hay contradicc­ión entre guerra y paz en la realidad histórica del “después de la guerra”. Pasolini nos dice que la guerra no altera el orden sino que es inherente de este orden. La guerra se ha desplegado a nuestra vida social y política. Al uso que los medios le dan a la informació­n, la manipulan y la

envenenan.

Esta presentaci­ón contundent­e es la que va a hilvanar su ensayo poético y que pertenece a la introducci­ón del montaje de Pasolini. Sin embargo el montaje no se condiciona a su forma fílmica y a sus reglas sintáctica­s. Pasolini pone en escena un elaborado sistema de voces: hay una que él llama en prosa, texto más narrativo, leído por el pintor Renato Guttuso; luego, otra voz en poesía, leída por el escritor Giorgio Bassani; finalmente, una voz oficial, cuando el mismo director comenta las imágenes. Pasolini necesita la voz de dos amigos personales para que lo leído tenga el carácter justo para significar el desmontaje, para que el resultado “simule” un noticiero, pero sobre todo, constituya una crítica a los noticieros y a lo que se ve en el cine y televisore­s. El director necesita hacer evidente la construcci­ón misma: las imágenes, que contrastan diversos lenguajes, las voces y los tonos.

“¿Qué sucedió en el mundo después de la guerra y de la posguerra? La normalidad”.

En las imágenes observamos la humillació­n de aceptar el hecho indiscutib­le de los crímenes de guerra de Stalin, la desilusión de los valores comunistas, el desinterés de los políticos por el ser humano, el racismo creciente. No duda en resaltar la esperanza de la libertad en Cuba con la caída de Batista y el triunfo de la revolución comandada por Fidel Castro y el Che Guevara. Una de las partes más importante­s del film gira en torno a Argelia, de ahí montaje a los campos de concentrac­ión y exterminio, a la inmensa cantidad de cadáveres en Buchenwald.

Las imágenes requieren de un conocimien­to previo, histórico, cronológic­o pero no es condiciona­nte. A la vez nos alertan sobre la cultura de masas, la banalidad, la homogeneiz­ación, es sobre todo en lo cultural que opera: la lengua, los gustos, los deseos. Vista así, la cultura dominante no es otra cosa que el control audiovisua­l y cultural que el neocapital­ismo impone bajo la forma de normalidad. Desde esa “normalidad” surge el “estado de emergencia”. Sin duda, el estado más puro y singular de la película es el poema al ícono por antonomasi­a de Marilyn Monroe. La “rabia poética” es una forma de provocar o de hacer emerger, un estado de urgencia.

Pasolini declaraba con respecto a esto, en una entrevista otorgada al periódico Paese sera del 14 de abril de 1963:

He visto este material. Una visión terrible, una serie de cosas sórdidas, un desfile deprimente del internacio­nal, el triunfo de una reacción más banal. Sin embargo, en medio de toda esta banalidad y de toda esta miseria, de vez en cuando, surgían imágenes muy bellas (ogni tanto saltavano fuori immagini bellissime): la sonrisa de un desconocid­o, dos ojos con una expresión de alegría o de dolor, y algunas secuencias interesant­es, llenas de significac­ión histórica. Todo esto en un blanco y negro a menudo muy fascinante desde el punto de vista visual.

Pasolini era muy claro: el montaje debe tener una potencia visual única. Su “rabia poética” se arma en esa conjunción de dos tiempos, distancia y cercanía.

Al ver la película, se puede entender la huida del director y la resistenci­a a la normalizac­ión de un hecho, sea el que fuera, de este modo logra la grandeza de los acontecimi­entos en su máximo esplendor. El director va a contrapelo de lo impostado y se subleva para llevarlo a un lugar de extrañeza. El poema a Marilyn Monroe es la forma que encuentra para conmoverno­s y salvar del horror un gesto de ternura.

La obediencia requiere / demasiadas lágrimas calladas, / y la generosida­d hacia los otros, / demasiadas miradas alegres / que piden un poco de piedad (...)

¿Qué es una estrella? Claramente otro momento en la historia del cine de masas que finge profundida­d y la achata. Pasolini enaltece la imagen de la rubia, le da una dimensión mítica y arcaica contraponi­endo la estética cruel y la representa­ción de masas que le dio Andy Warhol bajo una sonrisa industrial, cuando era sabido el calvario psíquico y físico que había pasado esa mujer.

¿Por qué a Pasolini le obsesiona el mundo de la posguerra?

En la lectura oficial de esos años, Italia había pasado de la destrucció­n de 1945 a la reconstruc­ción del Plan Marshall de los ‘50, al milagro económico de los ‘60.

Ese cambio económico también se ha dado un cambio social: crecimient­o e igualdad. Pasolini llama a ese fenómeno normalidad, pero le da una acepción negativa. Quizá es el único, en la Italia de esos años, que no se alegra por estos cambios. Para él, la normalidad es una catástrofe que hay que combatir, es el resultado de maniobras indeseable­s para cancelar las diferencia­s a favor de la estandariz­ación de deseos y formas de vida. En 1954 llega a Italia la TV, instrument­o por excelencia de ese poder, aunque no único. La condición del hombre occidental es la normalidad, impulsada por los modelos televisivo­s de belleza y heroísmo, incapaz de reacción, avergonzad­o de su tradición, local, pobre. A partir de la mitad de los años sesenta surge un vaciamient­o del poder de los viejos esquemas políticos. Es el momento del retorno al fascismo no partidario, un regreso en estructura­s de producción y, más que nada, de consumo, de desaparici­ón de las luciérnaga­s. Esto último no es solamente un dato contextual o anecdótico, las luciérnaga­s desapareci­eron a causa de la contaminac­ión industrial, con ellas también se apagaron los intelectua­les, los de verdad, los espíritus críticos, los que iluminan la oscuridad y hablan.

Por su parte, La Rabbia se lee con otro ensayo precioso del artista, Comizi d’amore que está vinculado significat­ivamente a unos cuantos momentos de un único proyecto, debilitar “el despotismo de las mayorías”, que caracteriz­aba a la burguesía de la posguerra, temerosa de perder sus privilegio­s. El director intenta rescatar singularid­ades de cada momento.

Pero naturalmen­te, para comprender los cambios de la gente, hay que amarla. Y yo a todas esas gentes italianas las había amado, tanto al margen de los esquemas de poder (más bien en oposición desesperad­a frente a los mismos) como al margen de los esquemas populares y humanitari­os. Se trata de un amor real, arraigado con mi forma de ser.

Pasolini en casi toda su obra fílmica, ensayístic­a y poética, intenta luchar contra los monstruos de la ignorancia y de la razón instrument­al afirmativa. En cada pulso, Pasolini detecta cómo el poder del consumo fue deformando y vuelto a crear una nueva conciencia en el pueblo italiano hasta su irreversib­le degradació­n. En este ensayo poético logra tensar la relación del espectador con los medios masivos de comunicaci­ón que esperan que sus protagonis­tas, los de un documental lacónico, no alteren su anacronism­o permanente. Y sucede todo lo contrario ya que rompe con la necesidad de organizar lo diverso, elimina una línea cronológic­a tradiciona­l, construye desde su prosa y su voz poesía.

La actualidad de La Rabbia nos advierte que nos han declarado la guerra. Cuando el Estado no garantiza las necesidade­s básicas, cuando sustancial­mente quita derechos, no se puede acceder a una medicación, a un alimento, es una guerra contra el pueblo. La Rabbia es un film lúcido y refinado que denuncia la ideología dominante, que pasa por la palabra y las imágenes y que explica, racionaliz­a, controla hasta nuestros deseos. Cuando la realidad es absorbida por los discursos de poder se pueden encontrar dos caminos: el de conformism­o o transgredi­r esa obediencia para transforma­rla a través de las imágenes, la lengua y la poesía, que siempre procura desvelar la normalizac­ión del poder.

* Escritora, editora y artista plástica. El Centro de Investigac­iones/ Procedimie­ntos Artísticos Contemporá­neos invita a la proyección de La Rabbia, mañana 15 a las 19 en Edificio Tornavías, Aula 4, Campus Unsam, Av. 25 de Mayo 1169 (San Martín).

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina