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Homo Entusiasta

- Por Rodrigo Fresán Desde Barcelona

UNO Rodríguez sabe que no tiene que hacerlo; y es exactament­e por eso por lo que Rodríguez decide hacerlo. Así, Rodríguez se despierta, se sirve una taza de café acompañado por yogur griego. O tal vez sea al revés: tal vez el yogur el que acompañe al café. Y, sí, hace lo que no debería hacer: entra al site de El País y lee titulares y bajadas. A saber: “A España le toca una lotería astronómic­a con un trío de eclipses inédito entre 2026 y 2028 / Dos fenómenos solares en dos veranos seguidos y un anular el año siguiente supondrán un impulso al turismo comparable al de grandes eventos deportivos” (¿Qué? ¿Más turismo del que ya hay por eclipse?, aúlla Rodríguez); “Así funciona el programa de Madrid ‘Adopta un árbol’: adoptas y una semana después puede estar talado” (Bueno, eso pasa por “adoptar” un árbol, se mofa Rodríguez); “La desconfian­za en las elecciones se extiende en las democracia­s en el mundo / Una encuesta de la organizaci­ón IDEA Internacio­nal muestra que en 11 de 19 países analizados, menos de la mitad de los votantes consideran que los últimos comicios vividos fueron libres y justos” (la desconfian­za es para con los candidatos de la democracia, corrige Rodríguez); y “Los españoles ante el reciclaje: el 86% afirma que separa sus residuos, pero el 40% desconfía de que sean procesados correctame­nte” (“La separación de la basura es algo así como los diferentes partidos políticos: van por separado, se los vota y se los bota y después, por debajo de las mesas de ese reality show que es el Congreso, hoy por ti y mañana por mí y todos para uno y uno para todos y nada para quienes los eligieron y les pagan el sueldo para que después ellos elijan hacer lo que se les de la gana lo más campantes sin importarle­s lo prometido en campaña”, Rodríguez eleva su puño a los cielos). Y, claro, después está toda la resaca de lo de la cartita de Pedro Sánchez (“Reflexiono, luego existo”) y lo de Eurovisión (Había una vez otra vez...) y lo de las elecciones catalanas (“¿De nuevo de nuevo?”). Después, Rodríguez mira el reloj y calcula que antes de salir a trabajar y a ser trabajado tiene el tiempo justo para ver un episodio más de Curb Your Enthusiasm de Larry David y a quien Rodríguez tanto se parecía –sin saberlo hasta ahora, mejor así, piensa– todas y cada una de las mañanas y las tardes y las noches en las que...

DOS Y ya se dijo: de pronto HBO en su oferta televisiva y ahí tantas cosas que Rodríguez no vio entonces para ver ahora. Y una de las primeras es, claro, Curb Your Enthusiasm. Y mejor así: disponer de ella como si fuese un libro, verla y leerla (con subtítulos) a su ritmo. Y va por la cuarta temporada, pero hizo trampa y se adelantó hasta la décima para ver esos episodios con el elenco protagónic­o de Seinfeld. Segurament­e el mejor casting posible luego del de The Beatles ahora vueltos a reunirse para separarse en Let It Be luego de Get Back (seguido de siempre por el de su opuesto complement­ario en sincro: Friends. Y cuenta la leyenda urbana que una vez la NBC “sugirió” a ambas series crossover en par de episodios. Team Seinfeld se negó –había gran competenci­a entre ambas series– y, al ser obligados por la cadena, Seinfeld y David dijeron que o.k.; pero que, en su guion, moría Ross. Así que...). Y ahí, en Curb..., los otros Fab Four reuniéndos­e para un episodiore­encuentro para así hacer olvidar el inolvidabl­e (y para muchos fans fallido y hasta detestado) último episodio de esa serie. Porque, sí, Larry David es el cocreador (junto a

Jerry Seinfeld) de esa obra maestra: una sitcom sobre La Nada que, obvio, es El Todo. Algo que destruyó/reconstruy­ó tantas reglas de oro de la sitcom norteameri­cana como el Twin Peaks de David Lynch lo hizo con el policial y la telenovela. Y lo que cuenta y contó después de Seinfeld y durante 120 episodios Curb..., entre el 2000 y el 2024, fue/es (con unas apenas líneas-premisas y sin líneas de diálogo que memorizar) la auto-ficción verité-improv exagerada de Larry David: un hombre que se hizo multimillo­nario con una comedia televisiva y ahora va por ahí sin hacer demasiado salvo siendo demasiado Larry David para incredulid­ad de todos quienes lo rodean. “Soy yo pero no soy yo. Es mi alter-ego exagerado pero, a la vez, deseado.

El Larry de la serie hace y dice todo lo que siempre quise decir y hacer. Pensamos igual. Pero él lo hace en voz alta: lo que lo convierte en algo así como un sociópata. Es mi héroe. Lo adoro”, explicó David en una de las muchas visitas a talk shows y entrevista­s a medios escritos con motivo del adiós a todo eso. “Es verdad: es el único que se adora”, comentó alguno de los actores de la serie (muchos de ellos haciendo de sí mismos) que lo acompaña en estas despedidas. Y, claro, si algo no hace el Larry de Curb... –un poco como la versión Mr. Hyde del también usualmente asqueado Nanni Moretti– es frenar y contener su enorme y avasallant­e y cuestionad­or poco entusiasmo por casi todas las cosas y cosos las nadas y naderías de este mundo.

TRES Y se sabe: antes de Seinfeld a Larry David no le iba nada bien y, también se sabe: el constantem­ente atribulado y desafortun­ado George Costanza de Seinfeld está directa y absolutame­nte inspirado en él. Había trabajado de casi todo (conductor de limousina y vendedor de ropa interior de segunda mano y guionista de Saturday Night Life consiguien­do que se emitiera apenas uno de sus sketches) y su ambición de triunfar como stand-up comedian parecía no llegar a ningún buen puerto ni punchline: se enojaba con el público, abandonaba el escenario si no se reían de sus chistes. Y ahí ya estaba la clave del asunto, de ese entusiasmo irrefrenab­le: a David no había nada que no le interesara porque todo le irritaba pretty pretty pretty... Y de eso trata Curb Your Enthusiam y, por lo tanto, su esquema (a diferencia del de Seinfeld) es muy repetitivo. Es (como Pedro Sánchez y ¿desde cuándo la imprevisib­ilidad en política es una virtud?) imprevisib­lemente previsible. Y es un mentiroso compulsivo pero –reconocérs­elo– muy artesanal en tiempos tan fake-net. Tiempos en los que –a diferencia de aquellos no buenos pero sí mejores tiempos en los que lo más difícil era montar una mentira y resultaba tan fácil desmontarl­a– nada cuesta menos que montar una mentira y nada cuesta más que desmontarl­a. Y lo de Larry pasa por la constante ejecución de la Ley no de Murphy sino de David con un cierto indisimula­do regocijo de quien arrasa todo lo que se pone a su paso sin culpa y, mucho menos, disculpa. Todo sale muy bien mal en Larryland. Y Rodríguez volvió a hacer trampa: saltó hasta el último episodio de la serie. Y, por supuesto, es una suerte de repetición/reedición del detestado/incomprend­ido final judicial de Seinfeld. Así, David va preso, finalmente sale en libertad, Seinfeld –quien acaba de estrenar película delirante en Netflix– lo saca de la cárcel. “Tú no quieres terminar así, Larry... Nadie querrá verlo, créeme”, le comenta Jerry. Y, sí, he aquí la proeza de la punchline de un gag que demoró en llegar más de un cuarto de siglo. Y Larry, suelto otra vez, vuelve a casa para seguir quejándose por El Todo y La Nada. Como Rodríguez –aunque con varios millones de dólares más en sus respectiva­s cuentas bancarias– y quien no necesita frenar su entusiasmo porque no sabe como encenderlo y mucho menos acelerarlo.

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