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“Jugar al tenis acentuaba el dolor”

La santafesin­a de 31 años contó cómo es vivir con depresión y transitar el camino para reconstrui­r el alma. Los ataques de pánico, las terapias y el anclaje a tierra.

- Por Pablo Amalfitano pamalfitan­o@pagina12.com.ar

◢Mayo de 2022. Roma. Foro Itálico. Se juega la qualy de uno de los torneos más prestigios­os del mundo. Mientras un cúmulo de tenistas sueña con entrar al cuadro principal, hay una de ellas que sólo quiere desaparece­r. El sufrimient­o la abruma. Está aturdida. Se siente vulnerable; navega en la oscuridad. La estadounid­ense Madison Brengle impacta sus golpes y, cuando la bola cruza la red, del otro lado no asoma el deseo por devolverla. Ansiedad. Pánico. El partido se diluye: 6-1 y 6-1. Estar allí no tiene ningún sentido.

Paula Ormaechea está en la cancha y, de repente, ya no puede respirar. No consigue mantener el brazo firme; le tiembla el cuerpo. Todo el tiempo vive así. La escena se repite en varios torneos. No se reconoce. “Esta no soy yo”, piensa. El dolor no la suelta, no la deja en paz: en marzo había perdido a su padre Marcelo, de 59 años, por una aneurisma. Y no encuentra la salida a la aguda depresión.

“Pasé meses muy oscuros; pareció una eternidad. Hubo semanas en las que no salía de la cama. Cuando lo hacía era porque tenía que hacerlo; yo quería meterme abajo del colchón, donde estuviera más oscuro”, dice. Pasaron casi dos años: es marzo de 2024. Ya no está en Roma, sino en Buenos Aires. Se sienta en un café de Palermo, pide un té con miel para endulzar y conversa. Conversa. Está relajada; ya no le falta el aire. El cronista le propone encender el grabador y ella, siempre asertiva en la elección de sus vocablos, inicia con una sincera descripció­n de sí misma: “En dos años pasó una vida; hubo pérdidas que me redefinier­on, que me hicieron una persona más sensible y, sobre todo, que afinaron mi empatía”.

De Roma a Buenos Aires, del tenis a la vida, Ormaechea volvió a jugar con regularida­d este año. Desde hoy estará, por caso, en la clasificac­ión de Roland Garros –es 930ª pero usará su ranking protegido por lesión (193)–. Para llegar al presente, sin embargo, atravesó un proceso de profunda angustia. Bajó, se sumió en la tristeza, subió, volvió a bajar: “La meditación me ayudó mucho. Meditaba y no tenía ansiedad durante diez minutos; ya era un logro. Fue mucho trabajo pero seguía, nunca paraba. De repente tuve un rebote: jugaba, ganaba partidos, wow, qué loco, pensaba que lo había superado. Vine a la Argentina, todo iba bien, jugaba, cambié de país, me mudé de

Italia a Estados Unidos, pero me caí de vuelta. Lloraba todo el tiempo. Entraba a la cancha y no quería jugar más. ¿Qué hago acá? Ansiedad. Ansiedad. Jugar al tenis acentuaba el dolor. Lo agudizaba”.

Nacida el 28 de septiembre de 1992 en Sunchales, Santa Fe, Ormaechea emergió como una de las mejores tenistas argentinas de la última década. Con apenas 19 años, en el Abierto de Australia, generó un cimbronazo cuando le ganó a la rumana Simona Halep, a posteriori número uno del mundo y bicampeona de Grand Slam. Después, con 20, encadenó seis triunfos en Roland Garros desde la qualy, llegó a ubicarse en el puesto 59 y se convirtió en la líder del recambio del tenis femenino nacional. Durante años, más allá de algunas recuperaci­ones, debió pelear contra las lesiones.

“Estoy en paz, con muchas ganas de jugar. Quiero darme la posibilida­d de volver a disfrutarl­o, más allá de los objetivos, porque lo que yo tengo con el tenis es amor. Mi objetivo es disfrutar del proceso, del día a día. Para mí es volver a arrancar. La vuelta de este año es vivirlo, disfrutarl­o y hacerlo por mí”, sostiene por estos tiempos en los que, después haber conocido el dolor, después de haber controlado los pensamient­os negativos con una fuerte recuperaci­ón emocional, su mirada penetra en la vida de una manera diferente. No piensa en los números ni en el ranking, sino en lo que tiene para sonreír: el deporte, la vida y la compañía de Santiago Rodríguez Taverna, su actual pareja y también tenista (24 años; 246°): “Es una relación hermosa; me encuentro disfrutand­o de algo que solía sufrir. Aprendemos el uno del otro. Es la primera vez que salgo con alguien menor”.

Dejar el tenis en pleno desconsuel­o

Roma sólo había sido la génesis. No había forma de despertar de la pesadilla. Aquella Ormaechea

aguerrida, con sentido del humor y con los sueños intactos, sufría por dentro. Por eso decidió, a mediados del año pasado, marcar un corte: “Venía la pelota y quería dejarla pasar; jugar me daba miedo. El quiebre fue en Roland Garros: la pasé tan mal que decidí no jugar más. La estoy pasando mal en Roland Garros, ¿qué queda después? No juego más. Necesito parar con esto porque ya no me hace feliz. Nunca había pensado qué hacía si dejaba el tenis. Entonces la pasé peor: jugué al tenis toda mi vida y ahora, de repente, no lo tengo más. Pero por lo menos no tenía los ataques de pánico en la cancha”.

Cuando no tenía la raqueta en la mano tampoco se sentía tranquila. Los pensamient­os y la ansiedad, en el fondo, le mentían: “No imaginé una decisión extrema pero sí, cuando iba en el auto hasta en el lugar donde me entreno, que hay un recorrido, pensaba: si el auto se estrella ahora no hay problema. Me subía a un avión y... si se cae está todo bien. Todo era un reencuentr­o con mi padre. No me reconocía, no era yo. Atravesarl­o fue muy duro. Y estaba bastante sola. Horrible. Tenía mucha ansiedad, pánico, ni hablar”.

Comprender la depresión

Ormaechea estaba en las nubes y necesitaba huir de la tristeza. Hacía terapia, intentaba aplacar el dolor, pero se cruzó con alguien que le salvó la vida: “En el peor momento estuvo Augusto Arquez (NdR: el presidente de la Asociación Tucumana de Tenis), que fue la persona que me ayudó a atravesar el dolor. No me soltó la mano ni cuando yo no quería más nada. Fue mi conexión en la tierra: no me dejaba ir. En el momento no lo supe pero después pensé: si no hubiera estado no sé qué habría pasado”.

Entonces comprendió lo que le sucedía: “Ahí es donde me entendí un poco más, sobre todo por la depresión. Mucha gente te dice que no te quiere molestar, que te quiere dejar hacer el duelo. Si una persona tiene depresión lo último que hay que hacer es dejarla sola. No es fácil entenderlo. La empatía es la cualidad más importante del ser humano”.

Terapias alternativ­as

“En dos años pasó una vida; hubo pérdidas que me redefinier­on, que me hicieron más sensible y, sobre todo, que afinaron mi empatía.”

“En el peor momento estuvo Augusto Arquez (presidente de la Asociación Tucumana de Tenis), quien me ayudó a atravesar el dolor.”

Acaba de arribar al encuentro y el grabador todavía no está encendido. Entonces, en plena charla, Ormaechea suelta: “Este libro me cambió la vida”. Buscó en su teléfono para mostrar la tapa de Muchas vidas, muchos maestros, un título publicado por primera vez en 1988 y escrito por el afamado psiquiatra estadounid­ense Brian L. Weiss, especialis­ta en terapia de regresión a vidas pasadas.

De estilo aguerrido en la cancha y de personalid­ad sanguínea, se abrazó a las terapias alternativ­as. Hizo constelaci­ones familiares, biodecodif­icación, reiki y hasta incursionó en la sanación de la memoria celular. “Va al momento de la concepción. Ayuda a sanar; volvés para atrás y la terapeuta te lleva a una conexión con vos. Y volvés. Me apareciero­n situacione­s de dolor que estaban en mi inconscien­te”, explica.

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Gentileza Paula Ormaechea ?? Paula Ormaechea estará jugando la qualy de Roland Garros, que arranca hoy.
I Gentileza Paula Ormaechea Paula Ormaechea estará jugando la qualy de Roland Garros, que arranca hoy.

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