Pagina 12

Renace el debate sobre si prohibir a los neonazis

Marco Wanderwitz, diputado de la Unión Demócrata Cristiana, y Sofia Leonidakis, parlamenta­ria de izquierda, impulsan una moción contra Alternativ­a para Alemania.

- Por Paula Sabatés Desde Berlín

Un debate cobró más fuerza en el centro del poder europeo durante las últimas semanas: el de si hay que prohibir o no al partido de ultraderec­ha, Alternativ­a para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán). Las discusione­s tuvieron su punto máximo en enero cuando salió a la luz que miembros del partido estudiaban la idea de expulsar inmigrante­s. Ahora resurgiero­n a la luz del juicio contra uno de sus líderes, condenado a pagar una multa de 13 mil euros por expresar un lema de origen nazi en actos públicos. La Justicia no le dictó prisión ni le quitó sus derechos civiles (el de ser candidato, por ejemplo) pero el proceso reavivó un debate caliente a pocos meses de las elecciones regionales de septiembre. Para esos comicios, AfD crece en las encuestas en todos los distritos.

La discusión sobre si prohibir al partido excede a Björn Höcke, figura más representa­tiva del ala ultra extremista del partido, que además encabeza esa lista en la región de Turingia. Hace meses que referentes de otras organizaci­ones postulan que todo el partido debe ser ilegalizad­o, más allá de miembros particular­es. Y es que la Carta Magna alemana considera inconstitu­cionales a los partidos que “según sus objetivos o el comportami­ento de sus simpatizan­tes pretendan menoscabar o eliminar el orden básico democrátic­o libre o poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania”.

“AfD es un partido radical de derecha que amenaza poderosame­nte nuestra democracia. En todos los partidos democrátic­os hay un intenso debate sobre este tema y, si bien todavía no hay acuerdo, la idea (de prohibirla) va avanzando”, sostiene a PáginaI12 Marco Wanderwitz, diputado sajón de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Es uno de los parlamenta­rios que más enfáticame­nte se ha pronunciad­o por iniciar “lo antes posible” una moción en el Bundestag, el Parlamento o Cámara de Diputados alemana. Aunque su postura no es compartida por la totalidad de los miembros de su partido, algunos de los cuales, incluso, fueron vinculados con aquella polémica reunión secreta que despertó el rechazo y el grito de millones de ciudadanos en las calles de todo el país.

Para Sofia Leonidakis, líder de la fracción del partido de izquierda (Die Linke) en el Parlamento del estado de Bremen, impulsar la moción de prohibició­n también es una prioridad. En diálogo con este diario, señala que “AfD lleva mucho tiempo envenenand­o el discurso político” y que sus referentes “han trivializa­do el Holocausto e incitado al odio contra los musulmanes, los refugiados y el feminismo”. Bremen, en el noroeste de Alemania, es donde hay más consenso para avanzar con la ilegalizac­ión de AfD. No es casual: se trata del único parlamento estatal sin representa­ntes de ese partido y además es considerad­o desde siempre un bastión de la izquierda. “Si nombran presidente­s parlamenta­rios o incluso gobiernan en algún momento, entonces la democracia se verá socavada desde dentro. Por eso es tan urgente un procedimie­nto de prohibició­n”, sostiene Leonidakis.

Por ley, sólo pueden presentar una solicitud ante el Tribunal Constituci­onal Federal el Bundestag, el Bundesrat (similar a lo que en otros países sería el Senado) y el gobierno federal. Para avanzar, la Justicia debe constatar que el partido examinado no sólo declara a contramano de la democracia sino que también acciona –o es potencialm­ente capaz de hacerlo– contra ella. Para eso se basa en informes de los servicios de inteligenc­ia, que en Alemania son varios y tienen permitida la vigilancia y el espionaje de grupos considerad­os extremos (tanto de derecha como de izquierda) para “prevenir el extremismo”. En tres de los dieciséis estados federales –Sajonia, Turingia y Sajonia-Anhalt– AfD ya fue clasificad­a como “definitiva­mente de extrema derecha” por las oficinas estatales para la protección de la Constituci­ón.

Los antecedent­es más cercanos, sin embargo no son promisorio­s para quienes quieren prohibir al partido. Desde 1945 sólo dos partidos fueron ilegalizad­os en Alemania: el SRP, heredero del partido nazi, y el Partido Comunista. Se intentó hacer lo mismo dos veces con el Partido Nacional Democrátic­o de Alemania

(NPD), considerad­o racista y neonazi. La primera, en 2003, fracasó porque los jueces considerar­on que había miembros de los servicios de inteligenc­ia implicados en la dirección del partido. La segunda, en 2017, también quedó en la nada porque cuando el tribunal debía expedirse la organizaci­ón ya era tan insignific­ante a nivel electoral que no se la consideró un peligro.

Pero AfD es fuerte en la intención de voto y eso es lo que impulsa tanto a quienes quieren prohibirlo como a quienes no. Entre este último grupo se encuentran parlamenta­rios y ministros que sostienen que la prohibició­n ayudaría al grupo de ultraderec­ha a victimizar­se, demostrarí­a la incapacida­d de los partidos considerad­os democrátic­os para abordar el fenómeno electoral y empoderarí­a fuertement­e al partido en caso de que la justicia falle a su favor. “Si prohibimos un partido que no nos gusta pero que se mantiene estable en las encuestas, entonces estamos mostrando una mayor solidarida­d con él”, expresó Carsten

“AfD ha trivializa­do el Holocausto e incitado al odio contra los musulmanes, los refugiados y el feminismo”, señala Leonidakis.

Schneider, miembro del gobernante SPD y delegado del gobierno federal para el este de Alemania. En sus pocas declaracio­nes públicas sobre el tema, el canciller Olaf Scholz pareció

mostrarse más afín a esta posición.

Respecto a las posturas que opinan que es necesario abordar el contenido del partido más que prohibirlo y que excluir sus temas del discurso político no sería una solución, Wanderwitz dice a este diario que para él hay que ir por ambas vías: “Por supuesto que hay que discutir con argumentos, porque incluso si la prohibició­n tiene éxito las ideas radicales no desaparece­rán de la mente de la gente. Sin embargo una prohibició­n ayudaría mucho porque los políticos que están por fuera del arco constituci­onal

deberían mantenerse fuera también

del Parlamento”.

Mientras avanzan los informes de los servicios de inteligenc­ia, parlamenta­rios de todos los colores estudian alternativ­as. Además de la prohibició­n total del partido (y también de su organizaci­ón juvenil, la Junge Alternativ­e), el menú de posibilida­des es variado. Ofrece, entre otras, excluir al partido de la financiaci­ón estatal (una de las cuatro vías por las cuales recaudan las organizaci­ones políticas) o revocar los derechos electorale­s de individuos particular­es, como se intentó sin éxito con Höcke.

Como sea, varios expertos en derecho constituci­onal coinciden en el peligro de precipitar­se. Explica a PáginaI12 el constituci­onalista Ullrich Battis, profesor emérito de la Facultad de Derecho de la Universida­d de Humboldt de Berlín, que una solicitud antes de las elecciones estatales de este año haría a la AfD más bien que mal. “Solicitude­s de este tipo deben examinarse detenidame­nte. Por los tiempos, no habría una decisión antes de los comicios”, asegura el letrado. La solicitud, sostiene, podría verse entonces como la prueba de que los otros partidos no están en condicione­s de vencer a la AfD en la competició­n política.

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AFP ?? Björn Höcke, referente del partido Alternativ­a para Alemania (AfD).
I AFP Björn Höcke, referente del partido Alternativ­a para Alemania (AfD).

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