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Una carrera entre el suspenso y el melodrama

El actor interpreta nada menos que cuatro personajes en esta película con trasfondo deportivo que no es una comedia, aunque tiene momentos puntuales de humor.

- Por Ezequiel Boetti

◢Basta con una búsqueda veloz en Youtube para comprobar que Diego Capusotto es el gran referente del humor argentino contemporá­neo, cortesía de esos hitos televisivo­s que fueron – y seguirán siendo, dado que Internet facilita su vigencia– Cha cha cha, Todo por dos pesos y Peter Capusotto y sus videos. En los primeros dos programas coincidió con el director y guionista Néstor Montalbano, con quien luego trabó una relación cinematogr­áfica que inició con la despatarra­da Soy tu aventura (2003) y continuó con Pájaros volando (2010) y No llores por mí, Inglaterra (2018).

Si en esa última la dupla retorcía la Historia imaginando una disputa futbolera entre Argentina e Inglaterra durante las invasiones de principios del siglo XIX, en la flamante colaboraci­ón conjunta, Las corredoras, que también transcurre en el pasado, esta vez más reciente (fines de la década de 1950), vuelve a haber un trasfondo deportivo. Más precisamen­te, una carrera de Turismo Carretera con las clásicas cupecitas en las que brillaron los hermanos Gálvez y los Emiliozzi, entre otros tantos pilotos de la época de gloria de los fierros nacionales.

Todo comienza con Mabel (Carola Reyna) sintiendo en carne propia el peso de la soledad a raíz de la reciente muerte de su padre. Empleada del Ministerio de Agrocienci­a, recibe un llamado en el que le avisan que tiene que viajar hasta un campo en las afueras de la Ciudad para firmar un contrato de sesión de tierras de parte de un hacendado, un tal Antonovich, para realizar investigac­iones. Allí la recibe quien dice ser la esposa del hombre en cuestión (uno de los ¡cuatro! personajes a cargo de Capusotto). Dado que su actitud es un poco rara y esquiva, Mabel empieza a dudar. Las dudas aumentan cuando entre en esa escena una amiga de la esposa que, como ella, también es corredora (Alejandra Flechner). Y ni hablar cuando llegue Antonovich (otra vez Capusotto) y vea que es muy parecido a su mujer. Que nunca los vea juntos no hace más que alimentar su teoría de que hay gato encerrado.

El cambio más evidente entre los trabajos anteriores de la dupla y Las corredoras es el tono del relato. Que nadie espere una comedia pura, pues la cosa no va por ese lado. O sí, pero de manera más solapada y solo en algunos momentos puntuales. Tiene razón Montalbano cuando, en las notas de prensa, define a su película como una cruza entre el cine de Alfred Hitchcock y el de Pedro Almodóvar. Del primero toma el suspenso propio de una situación donde las identidade­s de los personajes están difuminada­s y sus verdaderas intencione­s, ocultas bajo varias capas de misterio. Del manchego, su apuesta por el melodrama y los secretos sentimenta­les que irán saliendo a la luz a medida que avance la trama.

Las corredoras se hace cargo del artificio a través del uso recurrente del back projecting –escenas generalmen­te de viajes donde el fondo es un telón o croma–, algunas situacione­s ideadas como evidente parodia y evidencian­do que Capusotto está a cargo de varios personajes a lo largo de un film al que no le hubiera venido mal una mayor capacidad de síntesis.

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transcurre en el pasado, más precisamen­te fines de la década de 1950.
Las corredoras transcurre en el pasado, más precisamen­te fines de la década de 1950.

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