En la interminable ruta del rock and roll
Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood tocaron por algo más de dos horas en el marco del Hackney Diamonds Tour, para presentar su flamante álbum de estudio.
◢Los Rolling Stones sacudieron la plácida noche de Nueva Jersey. Fue el jueves en el primero de los dos shows pactados para esta ciudad y que repetirán el domingo. En el marco del Hackney Diamonds Tour, Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood tocaron por algo más de dos horas en torno a la presentación de su flamante álbum de estudio. La banda se paseó por temas de todas las épocas en un imponente Met-life Stadium que vibró ante unas 80.000 personas. El pronóstico extendido anticipaba altas probabilidades de lluvias con actividad eléctrica. Pero claro, tocaban los Rolling Stones y ellos, que al parecer todo lo pueden, acordaron con Dios o con el Diablo, hacerlo bajo la luz de una luna radiante y desbordante de energía. Creer o reventar, a las pocas horas, hubo un movimiento sísmico en la zona. Es probable que sólo haya sido una réplica del verdadero y arrasador terremoto que provocó el paso de la banda.
Todo parece indicar que para muchos, la vida es aquello que sucede mientras los Rolling Stones continúan grabando discos y girando por el mundo. Es reiterativo, pero el paso de los años no parece ser un obstáculo para los Stones, que no detienen su marcha y así lo declara Jagger desde el mismo comienzo del show a través del clásico del ’81, “Start Me Up”.
Minutos antes de las 21.30, la primera bomba estalla desde la guitarra de Keith Richards. Se abren las jaulas y liberan las fieras. Mick sale desafiante a mostrar su silueta agraciada que no es precisamente la de un abuelo y con sus “jóvenes” 80 años vocifera sin desentonar una nota provocando la inmediata adoración de sus fieles. Y así será durante todo el show.
La contagiosa melodía beat de “Get Off Of My Cloud” retrocede esa mágica línea del tiempo y los deposita en la década del ’60 y “Shattered” –tema neoyorkino casi por excelencia– los traslada a fines de los ’70 y vuelve a cotizar dos quilates más de ese enorme diamante en bruto. Jagger, Richards y Wood están en su “oficina” rutera, deleitando a un público compuesto por gente de todas las edades. Es la parada número seis de los 19 conciertos pautados para este tour que los llevará por casi tres meses a través de los Estados Unidos y Canadá.
Durante el set de 19 canciones, interpretan clásicos infalibles e infaltables como “Tumbling Dice”, “Sympathy For the Devil”, “Gimmer Shelter”, “You Can’t “Always Get What You Want”, “Paint It Black”, “Jumpin’ Jack Flash” y “Honky Tonk Women” y renuevan el listado con “Angry”, corte del flamante disco–, con el épico góspel “Sweet Sounds Of Heaven” y con el hipnótico y bailable “Mess It Up”.
El escenario es bien minimalista: dos pasarelas a modo de brazos en cada lado y una extensa central que termina en círculo. Una gigante pantalla de alta definición en el centro unidas a modo de arco con otras dos a cada costado, elegantemente ambientadas con una puesta de luces fantástica, colorida, moderna y por demás efectiva. Un diseño de excelencia.
La primera parte del espectáculo cuenta siempre con alguna sorpresa –en esta ocasión es “Shattered”– y el tema elegido por el voto de la gente, que se vuelca por “Wild Horses”, uno de los puntos altos y más emotivos del concierto, en una versión maravillosa.
Jagger presenta a cada uno de los integrantes: Darryl Jones, que los acompaña con el bajo desde el ’94, y Chuck Leavell en teclados desde la gira de 1981, mientras que el baterista Steve Jordan –con su propio estilo– ocupa el lugar del irreemplazable Charlie Watts. Los coros están a cargo del ya legendario Bernard Fowler y la debutante y sobresaliente Chanel Haynes. La agrupación completa su alineación con Matt Clifford en teclados y cuerno francés y los vientos de Tim Ries y Karl Denson
Es el turno del tradicional mini set de Richards que se encarga de la voz principal en esa oda country titulada “You Got The Silver” en la que también se luce
Ron Wood en slide. La voz áspera y dulce a la vez del viejo pirata cierra con el rockero “Little T & A”. Richards está encendido, agradece, sonríe. Viste camisas estampadas y pañuelos con brillos que cuelgan desde sus pantalones negros. Magistral con sus riffs, se entrelaza con Ronnie en los solos y se une en los coros dejando en el aire con esa segunda voz una química imbatible. Debajo de su vincha verde, sus ojos brillantes no dejan ocultar sus emoción. Es todo sensibilidad.
Ronnie es el más colorido. Se luce en varios solos, se divierte con el público y hace coros en “Angry”, una postal que hace tiempo no se veía.
Mick corre de un lado a otro, bromea y gesticula con gracia mientras canta y actúa cada canción como si fuera la última con un impecable vestuario de diseño. La gente sabe que es el último frontman del rock and roll. Un verdadero encantador de serpientes. Cada movimiento logra un magnetismo único. Irrumpe con un elegante saco con bordados dorados y finaliza todo de negro.
La segunda mitad del show está tradicionalmente representada por el incesante torrente de grandes clásicos y el Hackney Diamonds 24 no es la excepción, cuando el ritmo de los tambores anuncia la llegada de “Sympathy For the Devil” y en simultáneo el escenario se tiñe de rojo.
Aparecen las cartas y unas bellas largas piernas con taco de punta en la pantalla para la inimi–primer
Con sus “jóvenes” 80 años, Mick Jagger vocifera sin desentonar una nota provocando la inmediata adoración de sus fieles.
Son 19 los conciertos pautados para este tour que los llevará por casi tres meses a través de los Estados Unidos y Canadá.
table intro de “Honky Tonk Women” y a su término y prácticamente sin pausa el estadio se convierte en una disco infernal a través de “Miss You”. Darryl hace gala de su talento en el bajo y Mick hace alarde de ese falsete abrumador. Chanel Haynes demuestra todo su poderío vocal a través de “Gimme Shelter”, respaldando a Jagger en un salvaje y sensual ida y vuelta.
Previo al interludio, la crónica de un final anunciado, pero siempre emotivo. Keith arroja dos granadas letales: el inoxidable y movilizante “Paint It Black” y el vibrante y rockero “Jumping Jack Flash”. Se retiran del escenario y se apagan las luces. Es solo por unos minutos.
La banda regresa para “Sweet Sounds Of Heaven”, otro de los estrenos, y cierra el telón con “(I Can’t Get No) Satisfaction”, el himno de 1965 tan vigente y actual como desde la primera hora. La audiencia delira, ovaciona a sus héroes que saludan con el objetivo cumplido: no quedan dudas, todos consiguieron esa satisfacción tan buscada y que hoy en día no abunda. Slogan al margen, los Rolling Stones, son satisfacción garantizada y un verdadero enigma de la ciencia y la naturaleza. A esta altura, entre conflictos, cambios climáticos y demás miserias que acechan el planeta, la gran incógnita es que mundo le quedará a los Rolling Stones...
Tras más de 62 años de trayectoria, ellos están allí. Saludan agradecidos, sonríen, vuelven a regalar una felicidad impagable y por un rato hacen olvidar de la rutina, las angustias y los problemas. Todo por un poco de satisfacción, aunque sea sólo rock and roll, pero nos gusta.
A los 80 años, no caben dudas de que no tocan de compromiso para cumplir con una fecha y un contrato. Vinieron a recordar que son los Rolling Stones, y que nunca, nunca jamás habrá otra banda como ellos. Vinieron a seguir escribiendo su historia. Son un antes y un después de una especie claramente en extinción. Entre tanto trap, rap, electrónica, burdo perreo y monótonos ritmos urbanos sampleados y moldeados a voluntad del autotune de turno, hay luz en el horizonte. Aún hay música tocada en vivo por una leyenda viva. Señoras y señores, de pie para saludar y agradecer a los inoxidables e irrepetibles Rolling Stones.