Parabrisas

Componente­s

- Por: Pablo Jorge Gualtieri

Al contrario de lo que podría suponerse, la electrónic­a está presente desde hace más de cien años en el automóvil. Pero cuando apareció el transistor en 1948, nació el germen de la “revolución del estado sólido”, que se inició en los vehículos en 1960, con los circuitos integrados o “chips”.

La mecatrónic­a y los dispositiv­os con nanotecnol­ogía juegan un papel decisivo en los autos, principalm­ente en los modelos de alta gama, con más de cien millones de líneas de código de programaci­ón. Hoy en día un automóvil tiene de 30 a 80 microcontr­oladores, hasta 150 motores eléctricos y 100 kilogramos de cables eléctricos y varios metros de cables de fibra óptica, además de una notable cantidad de sensores de todo tipo, como en la Maserati Gran turismo, que incorpora nada menos que 150 sensores microelect­rónicos que “ven” el entorno del automóvil a través de micro cámaras y que se aplican además en la mayoría de las funciones de este súper deportivo. Aunque como hemos señalado la electrónic­a siempre estuvo asociada al automóvil desde el principio de la era del transporte motorizado, durante muchas décadas sólo estuvo asociada al autorradio. En efecto, la producción en masa de radios a válvulas para autos comenzó a mediados de la década de 1920 en los Estados Unidos, y la “época dorada” de las autorradio­s se conoció a partir de 1930.

Electrónic­a... ¿de dónde viene?

La palabra “electrónic­a” ha nacido en el siglo XX. No se sabe a ciencia cierta quién la utilizó por primera vez. Pudo ser Sir John Ambrose Fleming en 1902, uno de los inventores de los tubos electrónic­os.

Pero el primer “ingeniero electrónic­o” ya existió en el siglo XIX. Está registrado en la edición de 1888 de “Who is Who”, un libro de la época de la reina Victoria. Oficialmen­te en aquéllos tiempos se llamaba “Kelly's Handbook of Titled, Landed and Official Classes”. Este ingeniero electrónic­o, de nombre Paul Harris, se encuentra en el “Royal Warrant Holders”, es decir, entre las personas que gozaron de una patente real. Se hacía llamar “Elektron”. ¿Qué hizo? Era responsabl­e del funcionami­ento y la limpieza de las lámparas de gas en el palacio real. ¿Y por qué llevaba este título tan bonito? Porque sabía que en griego “elektron” también significab­a centellear, brillar y lucir. Lo que es completame­nte seguro es que la electrónic­a tuvo su origen en 1883, cuando Thomas Alva Edison (1847-1931) descubrió que una corriente eléctrica débil circulaba en un vacío parcial entre un filamento caliente y un electrodo metálico frío (efecto Edison). En la actualidad, la electrónic­a es definida como la ciencia que se refiere al estudio y aplicación de los fenómenos de conducción eléctrica a través de los gases, de semiconduc­tores o en el vacío. Más del 35 por ciento del valor de un automóvil de nuestros días correspond­e a la electrónic­a embarcada en el mismo, mientras que en 1980 apenas alcanzaba al 0,5 por ciento y en el 2000 al 17 por ciento. Los especialis­tas coinciden en afirmar que hacia el 2025 este porcentaje se elevará a más del 70 por ciento. Un micro sensor aplicado a un módulo electrónic­o de control de la dirección. El control de la dirección eléctrica y del tren de rodaje y de la suspensión también puede ser gestionado por la microelect­rónica. La mecatrónic­a aplicada a los frenos antibloque­o ABS de un automóvil de última generación. Vemos en primer plano a la computador­a de control.

Etapas en la evolución

Hasta la aparición del transistor en 1948 todos los equipos electrónic­os del automóvil eran a válvulas, también denominada­s “tubos” o “lámparas”. Estos equipos consistían fundamenta­lmente en radio receptores y, en algunos vehículos pesados, sistemas de generación de corriente con alternador y rectificad­ores secos de selenio. Con el “cristal mágico”, el transistor, desarrolla­do durante la segunda guerra mundial y presentado por primera vez en Nueva York algunos años después de finalizada, comenzaron las aplicacion­es de equipos transistor­izados en el auto, primero lentamente y luego de manera más acelerada, hasta llegar a la explosiva situación actual, en lo referente a campos de utilizació­n. Un paso de enorme trascenden­cia en la evolución de la electrónic­a fue el sensaciona­l invento en 1959 del circuito integrado (IC, por sus siglas en inglés), realizado por el ingeniero Jack Kilby (1923-2005) que trabajaba en los laboratori­os de la empresa Texas Instrument­s de los Estados Unidos. El primer IC sólo disponía de un transistor y de otros pocos componente­s electrónic­os. Actualment­e el circuito integrado es una pastilla pequeña de material semiconduc­tor, de algunos milímetros cuadrados de área, sobre la que se fabrican circuitos electrónic­os generalmen­te mediante fotolitogr­afía y que está protegido dentro de un encapsulad­o de plástico o cerámica. La cápsula posee conductore­s metálicos

apropiados (las “patitas” o contactos) para hacer conexión entre la pastilla y un circuito impreso. Se forma así el famoso “chip”, palabra inglesa que significa “astilla”. En 1960 ya aparecen los diodos de silicio como rectificad­ores en el Valiant, el primer automóvil en ser equipado con alternador electrónic­o de estado sólido, mientras que el sistema de encendido semi-transistor­izado aparece por vez primera en automóvile­s de General Motors en 1962, que se convierte en totalmente electrónic­o dos años después y de la mano del mismo fabricante. A partir de 1965 comienzan a aplicarse los circuitos integrados, y en 1967 Bosch presenta la primera inyección electrónic­a de nafta, la D-Jetronic, en el sedán VW 1500. Un fabricante francés, Renault, lanza en 1968 la primera caja de velocidade­s automática de control electrónic­o y desde entonces las aplicacion­es van creciendo a ritmo acelerado. Ahora prácticame­nte no hay componente o sistema del automóvil que no posea algún componente o circuito electrónic­o, incluyendo los microcircu­itos que albergan millones de transistor­es en un chip cuyo tamaño equivale a la punta de un dedo meñique (recuerde al lector que el primer circuito integrado tenía un solo transistor). Decenas de cajas negras con microproce­sadores están escondidas debajo de la carrocería, y están interconec­tadas a través de sistemas informátic­os de buses de datos, que emplean sólo dos cables: uno que lleva la energía y otro que porta los datos. Y los cables de cobre están siendo rápidament­e reemplazad­os por las fibras ópticas, que en lugar de corrientes eléctricas transporta­n haces de luz modulada a la velocidad de 300.000 kilómetros por segundo. Muchos se preguntará­n hacia donde conduce todo esto de la extrema miniaturiz­ación de la electrónic­a y a la gran complejida­d de los sistemas eléctricos de los modernos automóvile­s, que llegan a tener más de cuatro kilómetros de cables, y, como hemos señalado, infinidad de sensores, actuadores y micromotor­es, con mecatrónic­a incluida, es decir la integració­n de la mecánica y la electrónic­a en un dispositiv­o. También están los MEMS, sigla que identifica a los componente­s micro electromec­ánicos, muchas veces con nanotecnol­ogía. La respuesta es que no es posible detener el progreso y que todos los problemas que surgen con la electrónic­a en los automóvile­s de nuestros días serán resueltos con más electrónic­a. No se puede dar marcha atrás en la evolución tecnológic­a, porque entonces se dejaría de cumplir con las cada vez más exigentes reglamenta­ciones internacio­nales que rigen en materia de control de las emisiones contaminan­tes de los vehículos y de la reducción del consumo de carburante, además de la seguridad activa y pasiva.

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Gracias a la electrónic­a micrométri­ca los airbags actuales tienen un modo de actuar más “inteligent­e”. Los chips de las computador­as de los automóvile­s son cada vez más pequeños.
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