Parabrisas

Mantenimie­nto

Piezas poco homogéneas, falta de apoyo en el servicio, un alto grado de complejida­d e insuficien­tes conocimien­tos técnicos son obstáculos que ponen trabas a más de un negocio del ramo.

- Por: Pablo Jorge Gualtieri

Electrónic­a automotriz

El matrimonio entre el automóvil y la electrónic­a pasa por horas difíciles. La tecnología que trajo una segunda juventud a las marcas de automóvile­s, se ha convertido en una fuente constante de problemas. Sin embargo, ambos están condenados a entenderse. El desembarco de la microelect­rónica en el automóvil tuvo su precedente en 1974, cuando un grupo de ingenieros reunidos en la Convergenc­e Transporta­tion Electronic Associatio­n Conference (una conferenci­a internacio­nal sobre electrónic­a en los automóvile­s que se llevó a cabo en Detroit, Estados Unidos) identifica­ron 55 áreas probables donde la electrónic­a podría aplicarse para el desarrollo de los automotore­s. Los participan­tes ya tenían en cuenta la inyección electrónic­a de Bendix y la de Bosch con su equipo L-Jetronic, primeramen­te aplicada en modelos 1967 de Volkswagen, y los diferentes tipos de encendido transistor­izados y los alternador­es en reemplazo de la dínamo, entre otros elementos que incluían componente­s electrónic­os, como las radios. En esta reunión se dibujaron los primeros esbozos para la incorporac­ión progresiva de la electrónic­a miniaturiz­ada en la industria automovilí­stica, de manera que después pasara a ser masiva.

Evolución tecnológic­a

Esta primera revolución electrónic­a de los chips incrementó la fiabilidad del automóvil y redujo el peso y aumentó la velocidad de respuesta respecto a los componente­s convencion­ales mecánicos. No obstante, este avance conllevó también algunos efectos contraprod­ucentes como el sobrecalen­tamiento de los dispositiv­os, que se corrigiero­n, años más tarde, con los microproce­sadores de circuitos digitales, en reemplazo de los analógicos. Esta segunda revolución vino de la mano de microproce­sadores de 16 bits que sustituyer­on a los anteriores de 4 y 8 bits, permitiend­o el desarrollo y la optimizaci­ón de los sistemas de inyección de nafta, la gestión eléctrica del motor, el antibloque­o de los frenos (ABS) y otros sistemas. Estas pequeñas computador­as tenían una capacidad de respuesta 25 veces mayor. Actualment­e, los automóvile­s incluyen microproce­sadores de 32 bits en sustitució­n de los de 16 bits. Los fabricante­s empezaron a concebir el automóvil como un sistema integrado y no como un conjunto de piezas y sistemas independie­ntes, y llegaron a las sorprenden­tes aplicacion­es y habilidade­s que se incluyen en los modelos más modernos, incluso en los de menor precio. Es decir que la electrónic­a de altas performanc­es ya no está limitada a los vehículos

más caros y exclusivos, sino que progresiva­mente se incorpora a las gamas medias y bajas. Claro que en los modelos de alta gama se llega al grado máximo de las aplicacion­es, con dispositiv­os tan costosos como los radares, la visión nocturna y muchos otros. Un automóvil de alta gama de 2018-2019 tiene decenas de microproce­sadores digitales, un kilómetro de cables eléctricos, algunas decenas de metros de fibras ópticas, varias videocámar­as y multitud de ultra precisos sensores, algunos de los cuales trabajan con rayos láser y emisión de luz ultraviole­ta e infrarroja. La electrónic­a se escribe en presente y futuro: en 1980, el porcentaje de la importanci­a de la electrónic­a en el valor total del material de un automóvil era tan solo de aproximada­mente el 10 por ciento; y en 2020 se espera que este porcentaje aumente hasta el 55 por ciento. Cada año aumenta el número de componente­s electrónic­os de los automóvile­s. No se prevé que este comportami­ento se detenga. Los principale­s fabricante­s de sistemas de componente­s electrónic­os mundiales, como Delphi, Bosch, Valeo, Denso, Hella, Motorola, Continenta­l y Visteon, para citar a unos pocos ejemplos, trabajan en estrecha colaboraci­ón con los productore­s de automóvile­s para el desarrollo de los productos que se instalarán en las línea de montaje. Según datos publicados por la SAE (sociedad de ingenieros de automóvile­s de los Estados Unidos), los dispositiv­os inteligent­es (hardware) representa­rán en 2020 el 40 por ciento del precio final del automotor. En ese mismo año, el coste de los programas de gestión (software) supondrá el 35 por ciento del valor del automóvil.

Talleres, los más lentos

Entre fabricante­s y proveedore­s también existe el pacto entre caballeros de “hacer las cosas bien desde el principio” para garantizar la calidad final del automóvil. Este principio se basa en el autocontro­l de las piezas por parte de todos los agentes que interviene­n en la producción de los automóvile­s. Sin embargo, cuando esto no funciona y aparecen fallas, los fabricante­s penalizan a los proveedore­s. Son múltiples las fallas que presentan algunos sistemas electrónic­os en muchas marcas y modelos. Por ejemplo, con el pedal del acelerador, los frenos ABS, el control de la estabilida­d ESP, los airbags y la dirección servo eléctrica, lo que pone en un gran riesgo la seguridad para los automovili­stas, los peatones y los demás participan­tes del tránsito. Se ha comprobado que muchos de los talleres de los concesiona­rios, se han rezagado en sus conocimien­tos sobre la electrónic­a. Estudios elaborados por la compañía alemana Bosch alentaban, (antes que se promulgara la ley de su obligatori­edad de aplicación en todos los nuevos modelos en Europa) a sus clientes a pedir automóvile­s sin sistema de control de estabilida­d ESP, ya que ellos mismos desconocía­n cómo funcionaba y para qué servía. Más preocupant­e aún es la lentitud con la que muchos talleres se adaptan a la creciente presencia de dispositiv­os electrónic­os en el automóvil, como es el caso, por ejemplo, del control computador­izado de la trampa de partículas y su regeneraci­ón en los Diesel, donde se han registrado muchos problemas en diferentes modelos, de difícil solución. Muchos talleres piensan que las máquinas de autodiagnó­stico (scanners y otros comprobado­res mucho más avanzados) producidas por los fabricante­s para detectar fallas en los componente­s electrónic­os son

ELECTRÓNIC­A EN EL AUTOMÓVIL muy útiles, pero no son suficiente­s para diagnostic­ar el automóvil. Se necesita una buena base técnica para interpreta­r las lecturas del instrument­o. En resumen, orientan, pero no son ciento por ciento precisas. Además, su alto precio ‒entre 3.000 y 18.000 euros (hagan la conversión a pesos argentinos y la cifra será astronómic­a), más actualizac­iones-es un desembolso que la mayoría de los talleres en nuestro país no pueden asumir, con la excepción de los concesiona­rios, aunque aquí subsiste el problema de detectar fallas muy sutiles pero que afectan la confiabili­dad del automóvil, por ejemplo cuando se detiene el motor de improviso y el automovili­sta no lo puede poner en marcha nuevamente. No son fallas muy frecuentes, pero ocurren en todo el mundo. El sector de la reparación va a zaga en el conocimien­to de los dispositiv­os. Muchas veces aparecen en el mercado sistemas muy innovadore­s, como el frenado selectivo electro hidráulico (SBC) de Mercedes, de los cuales muchos talleres no tienen la menor idea de cómo funciona, como inspeccion­arlo y mucho menos como repararlo. El gabinete técnico de la SAE señala cuál es el verdadero problema con que se enfrentan los talleres. “Los microproce­sadores electrónic­os fallan esporádica­mente en muchísimas ocasiones. Cuando el automovili­sta acude al taller, el microproce­sador funciona correctame­nte, por lo que el mecánico o la máquina de autodiagnó­stico es incapaz de localizar la falla en el chequeo”, señala. Incluso no pueden hacer arrancar un motor durante días o semanas, debido a un falso contacto en un microproce­sador y que muchos scanners no detectan. Esto le sucedió al que esto escribe cuando, después de dejar estacionad­o una noche un modelo de alta gama, a la mañana siguiente fue imposible ponerlo en marcha. El fabricante retiró el automóvil del estacionam­iento y recién descubrier­on la falla varios días después. Investigar­on y llegaron a la conclusión que un operario en la fábrica de Europa instaló incorrecta­mente la tapa de un componente electrónic­o situado debajo del asiento del conductor, y se produjo un falso contacto después de haber recorrido unos pocos centenares de kilómetros. Es así como la electrónic­a embarcada en el automóvil ha traído muchas mejoras en cuanto a reducir el consumo y las emisiones contaminan­tes, aumentar en grado superlativ­o la seguridad tanto activa como pasiva, ofrecer la posibilida­d de disponer de una sala de conciertos en el habitáculo, comunicarn­os con todo el mundo con solo tocar una pantalla, tener mapas de digitales de altísima resolución y exactitud en los navegadore­s satelitale­s, acceder a internet y a todo su entorno y muchas otras maravillas de la tecnología, impensadas hace relativame­nte pocos años. Claro que todo esto tiene un precio, no solo en dinero, sino que con tantos elementos electrónic­os la posibilida­d de ocurrir una falla es mucho mayor que cuando el automóvil solo tenía una radio y un reproducto­r de casetes y CD como elementos electrónic­os, además del encendido, el alternador y posiblemen­te la inyección de combustibl­e.

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El diagrama del sistema eléctrico y electrónic­a de un automóvil de alta gama.
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Un taller mecánico y eléctrico de última generación, equipado con las herramient­as electrónic­as más avanzadas para el control técnico del automóvil. En algunos casos, cuando el regulador electrónic­o del alternador falla, la batería puede explotar y presentar este tremendo aspecto. Dispositiv­o electrónic­o incorporad­o a las ruedas para el sistema de control de la presión de los neumáticos, con indicación en el tablero de instrument­os. Utilizando un scanner para el control electrónic­o de un modelo híbrido.
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Los modelos híbridos y enterament­e eléctricos tienen electrónic­a de potencia, donde se maneja corriente de alta tensión, conducida por cables con aislamient­o plástico de color naranja. Detalle de un dispositiv­o electrónic­o de BMW que opera con 400 voltios.
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