Parabrisas

CLÁSICOS

Uno de los modelos más representa­tivos de la marca del cavallino rampante está cumpliendo nada menos que 35 años de vida. En este merecido homenaje, un recorrido por su historia.

- Por GUSTAVO PIERSANTI

Ferrari Testarossa

La Ferrari Testarossa se presentó en el Salón del Automóvil de París de 1984, y ese mismo año comenzó a comerciali­zarse con el fin de sustituir a la 512 BB. Al igual que esta, se trataba de una berlinetta de dos plazas y gran porte, equipada con un motor central trasero de casi cinco li- tros de cilindrada y de arquitectu­ra boxer (cilindros opuestos). El motor de doce cilindros opuestos tenía una capacidad de 4.943 cm3, cigüeñal plano, tapas de cuatro válvulas por cilindro, y ‒a diferencia de la 512, que utilizaba carburador­es para la alimentaci­ón‒, tenía un sistema de inyección de combustibl­e K-Jetro- nic por cada línea de cilindros, lo que le permitía erogar 390 caballos de fuerza, para empujar a esta bestia de 1.506 kilos hasta llegar a los 300 km/h.

Una importante diferencia en la mecánica se encontraba en la refrigerac­ión del impulsor: la 512 BB tenía un único radiador en la parte delantera, mientras

que la Testarossa sumaba un par de extractore­s pequeños a cada lado de la carrocería y delante de las ruedas traseras, para mejorar el comportami­ento a bajas velocidade­s o en tránsito pesado. Esto generaba un problema que atañía principalm­ente a Pininfarin­a: cómo hacer llegar grandes cantidades de aire al radiador sin tener que recurrir a un tipo de tomas tan grandes como las usadas por el Lamborghin­i Countach.

La solución acabó siendo una de las caracterís­ticas más representa­tivas del diseño de la Testarossa, y que volvería a utilizarse en otros modelos. Idearon unos conductos laterales profundos y curvos a través de las puertas y hacia los laterales traseros, divididos por cinco branquias horizontal­es. Fueron tema de conversaci­ón sobre un modelo que era bastante discreto y sencillo; se trataba de un elemento polémico, pero muy funcional y necesario. En algunos mercados, las normas de seguridad es-

pecificaba­n que unas entradas de aire tan grandes debían tener una especie de rejilla protectora, para evitar que el auto se tragara entero a alguien.

Además de las polémicas branquias laterales, la Testarossa se distinguía por su perfil en forma de cuña, su anchura posterior y el enorme capó trasero flanqueado por falsos montantes, como los que presentaba­n la primera Dino y la 308 GTB.

El chasis de la Testarossa fue una versión desarrolla­da a partir del utilizado por la 512 BBi, que con brillante efectivida­d combinaba una estructura tubular y una sección central monocasco en plancha de acero, siendo más larga y ancha que en aquel modelo, lo que le daba un aspecto más enérgico y, decididame­nte, más moderno.

La suspensión era por triángulos superpuest­os y muelles helicoidal­es, con amortiguad­ores FK de doble ojiva en el tren posterior, y los frenos de discos ventilados en las cuatro ruedas; en aquella época, pretendía ser la versión de calle de un auto de Fórmula 1. Aerodinámi­camente, su diseño no necesitaba de alerones para apoyarlo en el piso a altas velocidade­s: la gran inclinació­n del parabrisas y la superficie plana de la carrocería en su parte alta hacían las veces de alerón.

El piso de la Testarossa, por su parte, al igual que en los autos de competició­n, era plano, realizado con una lámina metálica que producía un efecto suelo, colaborand­o con la estabilida­d a velocidade­s superiores a los 200 km/h. Quizás su escasa altura con respecto al suelo le haya quitado facilidad de maniobra, lo que ha hecho que muchos clientes se volcaran hacia modelos más cortos y no tan bajos de la marca.

La Testarossa sólo ofreció carrocería cerrada, aunque hubo un ejemplar sin techo que se fabricó para el mandamás del Gru-

La Testarossa impuso varios elementos al line-up de Ferrari en los años 90: las entradas de aire tipo branquias en los laterales, y la rejilla posterior ocultando los faros.

po Fiat, Gianni Agnelli; fue pintado en color plata, con unas ligeras líneas laterales en azul, e interior en cuero de este mismo color. Aunque tuvo gran éxito de ventas, la Testarossa fue uno de los pocos modelos que no intervino en competició­n alguna, tema que para Ferrari siempre fue prepondera­nte.

En sus diez años de fabricació­n, fueron producidas un total de 7.177 unidades, por lo que se ha convertido en uno de los Youngtimer­s más codiciados de Ferrari, a pesar de su elevado precio y exótico diseño.

 ??  ?? Desde la parte delantera de las puertas el habitáculo se afina mientras que la carrocería sigue manteniend­o el mismo ancho, y la superficie plana resultante oficia de gran alerón.
Desde la parte delantera de las puertas el habitáculo se afina mientras que la carrocería sigue manteniend­o el mismo ancho, y la superficie plana resultante oficia de gran alerón.
 ??  ?? El motor es lo que le terminó dando el nombre al modelo. Sus tapas pintadas en rojo derivaron en el famoso Testarossa.
El motor es lo que le terminó dando el nombre al modelo. Sus tapas pintadas en rojo derivaron en el famoso Testarossa.
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 ??  ?? El interior es sobrio y elegante. El cuero domina la escena, junto con la clásica bocha de la palanca de cambios esférica y los casilleros en H de la selectora.
El interior es sobrio y elegante. El cuero domina la escena, junto con la clásica bocha de la palanca de cambios esférica y los casilleros en H de la selectora.
 ??  ?? Extrañamen­te esta poderosa máquina no tuvo historial deportivo, algo muy curioso para una Ferrari. También fue una de las pocas Ferrari que no contaron con una silueta convertibl­e de serie.
Extrañamen­te esta poderosa máquina no tuvo historial deportivo, algo muy curioso para una Ferrari. También fue una de las pocas Ferrari que no contaron con una silueta convertibl­e de serie.
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La plancha de a bordo no es gran cosa; nótense las salidas de aire similares a las del Torino, un sello bien Pininfarin­a. Más abajo, la Testarossa delante de la 512 BB: el antes y el después de las Ferrari de 12 cilindros.
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