MERCEDES-BENZ A250
La versión más potente del compacto alemán se destaca por la respuesta del motor y su carácter deportivo. Ofrece agradables sensaciones de manejo, pero su precio resulta elevado y demasiado escaso el despeje del piso.
Con fuerte carácter deportivo, este picante hatch alemán emplea un motor de 224 CV con el que puede alcanzar los 241 km/h de velociodad máxima.
Pueden ser varias las razones que, hoy por hoy, le permitan al nuevo Mercedes-Benz Clase A liderar las ventas de su segmento. Una de ellas -y quizás las más sólidaes que se trata del producto más moderno de su categoría, ya que tanto el BMW Serie 1 como el Audi A3, tienen algunos años más de antigüedad.
En la gama del modelo de la estrella existen tres versiones, con dos motores bien diferenciados: en la baja y media gama hay un propulsor 1.3 turbo de 163 CV desarrollado junto a Renault,
que es, sin dudas, el más conveniente y también el más elegido, y un 2.0 turbo de 224 caballos que vendría a ser algo así como el GTI, ya que es muy similar en configuración y potencia al emblemático Golf deportivo de Volkswagen (que, dicho sea de paso, está recorriendo sus últimos meses de vida).
Lógicamente, el A250 apunta a un conductor que aprecia mucho más las sensaciones de manejo y aceleración, más allá del estatus que brinda una marca como Mercedes. Así, con precio mucho más elevado, se transforma en un objeto puramente emocional.
Lo pusimos a prueba, y con el correr de los kilómetros
nos dejó la grata sensación de que ofrece una interesante combinación en el rango de uso, que le permite que siempre se tenga potencia disponible bajo el pie derecho.
Parecido y evolucionado
Este Clase A pertenece a la cuarta generación, y luce un estilo continuista en su planteo estético. Si lo comparamos con su antecesor, las dimensiones aumentaron en el largo (+120 mm), en el ancho (+16 mm), en el alto (+6 mm) y en la distancia entre ejes (+30 mm), mientras que su peso se redujo en 20 kg.
Se destaca el capó, que está más inclinado, y, en el caso del 250, las llantas en medida de 18 pulgadas acentúan la deportividad. Pero, en la práctica, el escaso despeje del piso, sumado al bajo perfil de los neumáticos, obliga a tener que tomar recaudos en baches, cunetas, rampas y lomos de burro, ya que prácticamente toca en todos lados.
Todo lo continuista que pue
de parecer por fuera, se vuelve rupturista cuando ingresamos al interior, donde se destaca un tablero completamente digital que se presenta como una especie de tablet horizontal muy extensa y sin visera. Ofrece mucha información (conocerla requiere su tiempo), con múltiples opciones de visualización y de fácil lectura. Además, la pantalla de la derecha es táctil, algo que venía siendo poco habitual en las marcas premium, aunque también se puede controlar desde el volante o por medio de un touchpad que resulta bastante sencillo de operar. Suma un comando por voz, con un sistema similar al de los celulares de última generación, en el que uno -tras decir “hola Mercedes”-, puede pedirle, por ejemplo, que cambie la temperatura del climatizador o indicar qué canción quiere escuchar.
La resolución de las pantallas es de gran calidad, algo que no sólo se aprecia en los gráficos, sino también en la cámara de marcha atrás, de impecable definición.
El equipamiento de confort es muy completo, sin faltantes de importancia y con el estacionamiento asistido como estrella. Se puede soltar el volante y también los pedales para que el vehículo estacione (perpendicular o paralelo) sin hacer absolutamente nada. Es decir: lo único requerido es encontrar el hueco.
Las butacas con apoyacabezas integrados son cómodas y cuentan con múltiples ajustes eléctricos, además de permitir extender el cojín manualmente para descansar los muslos.
Pese a la presencia del techo panorámico corredizo, la altura que ofrecen las plazas traseras es bastante buena, pero donde queda penalizado es en el
ancho (dos viajan bien; tres van incómodos) y en el lugar para las piernas, algo común en este segmento. La boca del baúl es algo pequeña, pero el volumen de carga resulta aceptable: 341 dm3.
Más deportivo
Al cabo manejar, durante varios días, el A 250, concluimos que el conductor va ganando confianza a medida que les toma el tiempo a la respuesta del motor y a la caja. Como dijimos, posee un interesante rango de utilización, ya que permite circular tranquilo por la ciudad, pero cuando se necesita respuesta, esta aparece inmediatamente. Y lo mismo sucede en la ruta.
El motor 2.0 turbo es el mismo del anterior Clase A, pero con mejoras en las prestaciones y el consumo. Entrega 224 CV y un torque de 35,7 kgm que se presenta desde las 1.800 vueltas, acompañado de una caja automática de doble embrague, siete marchas y levas al volante. Como en otros modelos de la marca, se lo puede utilizar en modo Eco, Normal o Sport, lo que predispone al motor para estar más atento, elevando las revoluciones y estirando los cambios, además de sumar decibeles al ruido que entrega el propulsor.
A velocidades legales, el consumo es bajo, con algo más de 16 km/l en ruta y poco más de 10
en ciudad. Por su parte, durante los ensayos dinámicos obtuvimos una aceleración de 0 a 100 km/h en 6,6 segundos y una velocidad máxima de 241 km/h.
Además de sus respetables prestaciones, el A 250 tiene buenas virtudes dinámicas. En la ciudad es algo más firme y áspero que el A200, producto de un conjunto de suspensiones preparado para poder doblar con más aplomo en curvas rápidas, amén de un tipo de neumáticos con perfil más bajo y mayor medida. De todas formas, brinda un buen confort de marcha, mientras que en las curvas más exigentes la carrocería se inclina menos y es muy simple mantener la trayectoria deseada, gracias a la respuesta de la dirección.
En ruta, a velocidades elevadas está a la altura de lo esperado, con un muy buen desempeño. Se puede circular rápido, trazando distintos tipos de curva, sin grandes esfuerzos. Seguramente, quien apunta a un 250 busca este tipo de respuesta en el chasis.
Se nota la rigidez estructural general, producto de un nuevo concepto de carrocería. Otro aspecto diferencial de esta versión se encuentra en el eje trasero, que adopta un sistema multibrazo. Por otra parte, la dirección tiene un tacto directo, permite llevar el auto con precisión cuando se maneja rápido, y la asistencia eléctrica está bien calibrada: no resulta ni blanda ni dura.
Seguridad que podría mejorar
El nivel de seguridad del 250 es más que aceptable, con frenos que responden muy bien y una buena dosificación en la fuerza del pedal. En general, el equipamiento es aceptable para un modelo de marca premium: siete airbags, ESP, excelente desempeño en las pruebas de choque, etc. Pero debería ofrecer algo más de tecnología, como sucede en Europa con los sistemas de asistencia a la conducción, que en algunos casos ya traen modelos de marca generalistas. Carece de sistema de mantenimiento de carril (lo tiene el Chevrolet Cruze nacional), de frenada de emergencia (lo ofrece el Ford Focus), de control crucero adaptativo (disponible en el Peugeot 3008), etc. Es lógico que, con estos equipamientos, el precio se eleve, pero una marca como Mercedes, que hace gala del slogan “La seguridad no se negocia”, al menos debería ofrecerlos como opcionales. Tampoco lo favorece no disponer de rueda de auxilio.
En cuanto al precio, el A250 es un auto caro (63.300 dólares), que se despega mucho de la versión con motor menos potente, la A 200 (desde 38.900 dólares). También es notable la diferencia de precio con respecto a sus competidores, que aunque estén en proceso inminente de recambio, se ofrecen por valores que rondan los 40.000 dólares, lo que marca una brecha demasiado grande.
Quien busca un auto de este estilo quiere sensaciones diferentes de conducción, y, más allá de que el Mercedes es más moderno, seguramente quien busque un A 250 estará detrás de algo más que esa experiencia. Por otro lado, la garantía de dos años no lo acompaña.