MUSEO FANGIO
Un recorrido; todos los secretos.
Aunque su legado vive en cada corredor que busca cruzar primero la meta, hay un lugar en el que es posible admirar las piezas que formaron parte de la historia del genial piloto de Balcarce y del automovilismo deportivo en general. Secretos y piezas únicas, en primera persona.
El apellido Fangio es sinónimo de automovilismo. Es como una palabra mágica que despierta sensaciones varias, aunque todas se vinculan con los autos. Es que el gran piloto de Balcarce es considerado todavía hoy ‒cuando el calendario indica que hace poco más de 62 años se convirtió en el primer quíntuple campeón de F.1‒, el más grande de la historia de esa disciplina deportiva.
Juan Manuel Fangio llegó a la máxima categoría del automovilismo luego de proclamarse vencedor en el Turismo Carretera de Argentina con Chevrolet, tanto en 1940 como en 1941. Pero es en la F.1, por supuesto, donde dejó las estadísticas que lo instalaron en ese pedestal: logró cinco títulos mundiales (1951, 1954, 1955, 1956 y 1957), conquistó 24 Grandes Premios, marcó 29 poles y se subió al podio en 35 oportunidades, todo en apenas 51 presentaciones. Nadie ha
igualado hasta ahora tales récords en porcentajes.
Fue un ganador cosmopolita: conquistó sus triunfos en Buenos Aires, en las calles de Mónaco, en Monza, en Spa, en Silverstone y también en Nürburgring. Quizá allí, en el circuito alemán, considerado como el más difícil del mundo, gestó su triunfo más emocionante cuando le descontó, con su Maserati 250F, cincuenta segundos a las Ferrari en las últimas diez vueltas. Al Chueco de Balcarce no le quedó nada por demostrar. Sin que nadie le regalara nada, corrió para Alfa Romeo, Mercedes-Benz, Ferrari y Maserati. Un fuera de serie, que por mucho tiempo mantuvo en vilo a los argentinos que seguían sus actuaciones por radio.
Pero un día, haciendo uso de su reconocida inteligencia, se retiró. Fue el 6 de junio de 1958 luego de terminar cuarto en circuito de Reims, en el Gran Premio de Francia. "Sí, hice bien. La juventud avanzaba y cada vez se hacía más difícil ganar", decía "el Chueco" cuando recordaba ese momento.
En la década del 1990 le fue diagnosticada una insuficiencia renal, enfermedad que, sumada a otras complicaciones, determinaría su fallecimiento el 17 de julio de 1995. Desde entonces, en esa fecha se celebra el Día Nacional del Automovilismo Deportivo.
Más que un legado
La fundación Fangio tiene la responsabilidad de proteger y mantener el Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio. En ella trabaja un pequeño grupo de entusiastas que se ocupan no sólo del museo, sino también de muchos otros temas; entre ellos, atender las necesidades de la escuela técnica Fangio de Virrey del Pino y la administración de la estancia El Casco, propiedad que perteneció al Chueco y que se ha transformado en un hospedaje de categoría.
El museo es el lugar que más interés despierta para los amantes del automovilismo. La muestra se recorre siguiendo el camino que propone una rampa suave que asciende en un desarrollo que toma como base la cronología de la historia de Fangio en la competición y todo lo que corresponde a su vida pública posterior. Se agregan autos y elementos de los mejores pilotos del país y de algunos del mundo de la alta competición.
Hacer un recorrido por este museo es una experiencia incomparable para los que tenemos nafta en las venas. Pero si se realiza con la guía de un especialista, el placer se mul
tiplica. En nuestro caso fue Mauricio Parra, un joven marplatense (42 años) que, actualmente, es el encargado del archivo de esta institución: nadie conoce como él los secretos del museo Fangio.
Parra ingresó en la Fundación en el año 2000 cubriendo los puestos que, en época de vacaciones, más demanda el museo: básicamente, limpieza y movimiento de autos. Su trabajo, muy satisfactorio, y su profesión (diseñador gráfico) le permitieron instalarse en el staff permanente colaborando, inicialmente, en el sitio web que recién empezaba a tomar forma. Gracias a esa tarea, Mauricio empezó a especializarse en la historia del Chueco. “Tenía que hacer los carteles de los autos que se iban a exponer ‒recuerda‒ lo cual me obligaba a investigar el archivo. Además, se sumaban donaciones que, del mismo modo que los autos, tenía que investigar y ubicar. Eso me llevó no sólo a diseñar los carteles, sino también a diagramar el espacio de exposición de cada elemento”.
El material recopilado se agregaba en el archivo del museo. “Actualmente ‒explica Mauricio‒ tenemos toda la información de todos los autos que pasaron por el museo, con sus respectivas actas de ingreso y egreso. Cada pieza tiene una ficha en la que se deja constancia de su estado en el momento en el que lo recibimos y su condición al dejar la institución, todo con sus respectivas actas”. Es necesario aclarar que al museo llegan unidades en diversos estados de conservación: “Por ejemplo, el Plymouth 1934
de Arturo Krusse llegó casi como una chatarra; era fierro doblado”, recuerda Mauricio.
En el museo hay piezas que donó el propio Fangio y elementos que le pertenecieron y que llegaron a través de donaciones de particulares, competidores y empresas. Pero también hay muchos elementos de otros grandes corredores. “Hace dos años recibimos en comodato el patrimonio deportivo de José Froilán González”, cuenta Parra. Para catalogarlo se realiza un proceso muy cuidadoso. Las piezas que llegan primero pasan por él: “Hago un inventario y filtro: lo que no se va a exponer, va a depósito; el resto se inaugura en un espacio especial. Lo que lo necesita se manda a restaurar”.
En general, las restauraciones son encargadas a talleres de Balcarce, ya que uno de los deseos de toda la vida de Fangio fue ayudar a su ciudad natal; justamente por eso, el quíntuple quiso que el museo del automovilismo se instalara en la localidad que lo vio nacer.