CLÁSICAS
Ducati 916 (1994)
Fue una de las motos más bellas de la historia del motociclismo. Fruto del lápiz de Massimo Tamburini, sus líneas audaces, elegantes y modernas dejaron con la boca abierta a todo el mundo. Sus éxitos deportivos, incluso, llegaron de inmediato.
La leyenda deportiva de las bicilíndricas italianas no comenzó con la 916, pero la historia la acoge en un lugar de privilegio porque su consagración en las carreas estuvo siempre enmarcada en una carrocería admirable, encantadora. De hecho, es considerada como una de las motos más bellas de la historia del motociclismo (¿cuántas Ducati se agrupan en ese selecto nicho?) gracias a sus impactantes líneas, que enamoraron al público en aquel Salón de Milán de 1994, cuando fue develada al público por primer vez.
Audaz y elegante, su diseño fue obra del prestigioso lápiz de Massimo Tamburini, por aquel entonces responsable de la imagen de todos los productos del Grupo Cagiva, que tenía bajo su control a Ducati, entre otra marcas. Su mano derecha fue Sergio Robbiano, quien luego se convertiría en el responsable de varios diseños de Bimota. Entre ambos lograron una imagen sencillamente genial, que hoy, a pesar del paso del tiempo, continúa conquistando corazones.
Sucesora de la 888, la 916 era aún más pequeña y angosta. Estrenaba algunas innovaciones como un bellísimo basculante monobrazo (por primera vez en Ducati), pero quizás los rasgos estéticos más característicos eran los diminutos ‒para ese momento de la industria‒ faros delanteros y la salida de escapes situada por debajo del colín, lo cual beneficiaba de forma notable la penetración aerodinámica, además de estilizar su figura.
La mecánica también derivaba de la 888. El bicilíndrico en V contaba con una carrera aumentada, de 64 a 66 mm, y mantenía el diámetro de 94 mm, para alcanzar una cilindrada de 916 cm3. Su potencia anunciaba 114 CV a 9.000 rpm, producto de la alimentación por inyección electrónica, 4 válvulas por bancada y refrigeración líquida. El chasis multitubular Trellis contaba con suspensiones Showa multiajustables en ambos ejes, y los frenos estaban firmados por Brembo. Además, el motor incluía un sistema de admisión de tipo Ram Air, creado a partir de la experiencia de las Cagiva 500 de competición. La 916 representó un salto adelante como pocos habían tenido lugar en la compañía italiana.
La nueva Ducati era estable y precisa. Una máquina diseñada para ganar. Por eso alcanzó un éxito inmediato, tanto en ventas como en las carreras. De hecho en el campeonato mundial de superbike se consagró en el mismo año que irrumpió en la competencia: en 1994, la 916 se adueñó de la corona en su debut de la mano del británico Carl Fogarty. Y también al año siguiente, en 1995, con Fogarty a los mandos, y en 1996, ya con el australiano Troy Bayliss como piloto. Luego de un paso fugaz por Honda, Fogarty retornó a Ducati y volvió a ganar el Mundial de SBK en 1998 y en 1999, pero en esta última temporada la conquista fue con la 996, la sucesora natural de la 916. Una nueva historia comenzaba a escribirse.