Nada nuevo bajo el sol
La expresión artística y la religión son campos que siempre estuvieron intrínsecamente relacionados. Pero no sólo en la faz propagandística del arte (la pintura, la arquitectura y la literatura al servicio de la trasmisión de ideas doctrinarias diversas) sino también como cercanas experiencias con el lenguaje: la religión y el arte como una forma de bucear en las zonas donde el lenguaje parece no encontrar palabras para decir lo que quiere decir de todos modos. Digamos que, a partir de la modernidad, la institución religiosa y la expresión artística comenzaron a pensarse como realidades separadas, y hasta opuestas. A partir de esto se entiende la aclaración de la introducción: “Es atinado considerarlos (a los cuentos) religiosos si por ello entendemos los misterios, la sensibilidad y los interrogantes que el sentimiento religioso expresa y acaso crea”.
La selección de autores, sin embargo, parece contradecir esta visión: son todos varones, casi todos de las literaturas centrales, y casi todos con algún tipo de relación con las religiones establecidas: Graham Green, Nathaniel Hawthorne, Augusto Monterroso, Juan Rulfo, Marcel Schwob, León Tolstoi, Léon Bloy, James Joyce, Péguy, G.K. Chesterton, Anton Chéjov y Ray Bradbury.
Esta selección asegura un piso de calidad alto al precio de silenciar otros riesgos estéticos o políticos. Por otro lado, la ausencia de toda referencia crítica (no hay notas biográficas, glosario bibliográfico o epílogo) acentúa la impresión ideológica que el libro nos deja como lectores: salvo algunos pocos autores reconocidos por el Primer Mundo (Augusto Monterroso y Juan Rulfo) y la ausencia total de alguna voz femenina, parece que otras expresiones literarias no tuvieran nada que decir sobre el tópico y, lo que resulta más decepcionante, como si no hubiera nada nuevo bajo el sol que mostrar a los mismos geniales autores que han escrito sobre religión en Occidente.