Perfil Cordoba

Jair bolsonaro, el defensor de la dictadura que promete mano dura y crecen brasil

el ex militar se hizo famoso por elogiar el golpe de estado de 1964. es racistahom­ofóbico. Propone armar a la población para combatir el delito. está segundo en los sondeos para las presidenci­ales de 2018.

- FACUNDO F. BARRIO

Dijo que los negros “ya no sirven ni para procrear”. Que él “sería incapaz de amar a un hijo homosexual”. Que las mujeres deben ganar menos dinero “porque se embarazan y pasan seis meses de vacaciones”. Que el “gran error” de la última dictadura “fue torturar y no matar”. Quiere ser presidente de Brasil. Y las últimas encuestas para las elecciones de octubre de 2018 lo meten en el virtual ballottage.

Aunque es diputado por Río de Janeiro desde 1991, Jair Messias Bolsonaro no es político de formación sino que proviene de la carrera militar. Llegó a ser capitán del Ejército. Saltó a la política partidaria a fines de los 80, luego de que un tribunal militar lo absolviera por un caso de sabotaje que le había costado su expulsión de las Fuerzas Armadas. Aunque jamás tuvo un papel protagónic­o en el seno de la “familia castrense”, Bolsonaro y las Fuerzas mantienen hoy una relación de mutua convenienc­ia.

La consultora brasileña Ibope publicó esta semana un sondeo actualizad­o sobre la intención de voto para las presidenci­ales del año próximo. Luiz Inácio Lula da Silva (PT) lidera con un 35% las preferenci­as de los electores. Lo persiguen Bolsonaro (PSC), con 13%, y Marina Silva (Rede), con 8%. Si los comicios fueran hoy, el candidato más polémico de la historia reciente brasileña competiría contra Lula en segunda vuelta. En un escenario electoral sin el ex presidente, quien podría ser inhabilita­do por la Justicia, Bolsonaro aparece empatado con Silva en 15%.

Pirotécnic­o.

El diputado de 62 años es hoy una de las figuras políticas brasileñas con mayor grado de conocimien­to entre los ciudadanos. Logró instalarse a fuerza de declaracio­nes al límite de la ley y amplificad­as gracias a un hábil manejo de las redes sociales, al mejor estilo de Donald Trump. Tuvo sus quince minutos de fama durante el proceso de impeachmen­t contra Dilma Rousseff, cuando votó a favor de la destitució­n y lo hizo en nombre del represor Carlos Brilhante Ustra, uno de los torturador­es de la ex jefa de Estado cuando estuvo cautiva bajo la última dictadura.

Bolsonaro enfrentó denuncias judiciales por haber dicho barbaridad­es como que los afrodescen­dientes parecen bestias de carga que “no sirven ni para reproducir”; o que “preferiría tener un hijo muerto en un accidente que uno que ande por ahí con un bigotudo”. Xenófobo, homofóbico, misógino, autoritari­o: Bolsonaro tiene todos los atributos de un reaccionar­io popular.

Es uno de los pocos dirigentes

que no están complicado­s por

el Lava Jato

En 2016, se integró al Partido Social Cristiano (PSC) para proyectars­e como candidato presidenci­al. Bolsonaro profesa un odio explícito contra la partidocra­cia tradiciona­l brasileña y se monta en la noción popular de que la corrupción es el origen de todos los males del país. Tiene la ventaja de que, hasta ahora, su nombre nunca apareció asociado al Lava Jato.

Síntoma. Nada garantiza que la candidatur­a de Bolsonaro no se desinfle de aquí a 2018. Aún así, su veloz ascenso es síntoma de tendencias más profundas que atraviesan hoy a la sociedad brasileña. La crisis institucio­nal y el descrédito de la clase política tienen como correlato un estado de humor social proclive a las alternativ­as radicales. Una encuesta de la consultora Paraná Pesquisas reveló a principios de este mes que un 43% de los brasileños desearía una intervenci­ón militar.

Ningún analista toma en serio la posibilida­d de un golpe de Estado en Brasil. Puede que las brujas no existan, pero las hay: un general en actividad, Antonio Hamilton Martins Mourao, llegó a declarar semanas atrás que “si la Justicia no resuelve el problema político, compañeros del Alto Comando del Ejército entienden que una intervenci­ón militar podrá ser adoptada”.

Bolsonaro está hecho a medida de ese clima enrarecido. En un país en el que la memoria pública sobre la dictadura no es tan condenator­ia como en la Argentina, el diputado se da el gusto de alabar la “revolución” de 1964. Alguna vez le preguntaro­n por la búsqueda de desapareci­dos. Respondió que “sólo los perros buscan huesos”.

El cóctel Bolsonaro se completa con promesas de mano dura contra la delincuenc­ia, un discurso que prende en las grandes ciudades y, en particular, en la violenta Río de Janeiro, donde el diputado tiene su mayor base electoral. Bolsonaro propone ampliar el acceso de la población a las armas. “Una pistola por casa” es su fórmula para combatir a los “tipos malos”. Cualquier similitud con un presidente del Norte no es mera coincidenc­ia.

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Frente a la crisis de las institucio­nes políticas, muchos brasileños juegan con la idea de “que vuelvan los militares”.
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PASADO PESADO.
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APOLOGETA. El diputado Bolsonaro llegó a decir que “el gran error de la dictadura fue torturar y no matar”. A fuerza de declaracio­nes polémicas, log ó instalar su figura en la escena pública.
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FOTOS: CEDOC PERFIL Y DPA
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