EL CASO BOUDOU
Amado Boudou es, sin dudas, una rara avis en el mundo de la política. Sin militancia dentro del PJ, apareció en el firmamento K como director ejecutivo de Anses, de allí trepo al Ministerio de Economía, y luego súbitamente el dedo de Cristina Fernández lo ungió como vicepresidente y compañero de fórmula, probablemente por eso de la tan mentada transversalidad y para reafirmar su criterio hegemónico y verticalista en la conducción del gobierno. Su gestión como vice pasó dentro de la opacidad que trasuntaba su trayectoria, sin molestar a Cristina Fernández, pero no pasó desapercibido dada su impronta personal muy lejos del acartonamiento de los funcionarios de turno, sus veleidades por la música y su apego a los romances con famosas, a la vez que intentó hacer un par de negocios con amigos aprovechando su carácter de funcionario, según varias denuncias que lo imputan, una de las cuales parece haberlo llevado a prisión por decisión de la administración de justicia. Parece que en la causa por la que se imputa a Boudou y lo lleva a prisión no existe auto de procesamiento ni tampoco indagatoria. Es decir, se ha salteado la etapa en que el juez se forma la convicción de que existen elementos suficientes de la existencia de un hecho delictivo y que el imputado es culpable, desechando por ende el principio de “presunción de inocencia” y todos lo que de él se derivan.